miércoles, 22 de enero de 2014

Dejando huella

Don Ramón, jefe de Renta de cualquier provincia de esta nuestra tierra patria, estaba de un humor de perros. Su jefe, el director de Hacienda, inútil profesional, eso sí con carnet del partido reinante, acababa de endosarle un marrón de los gordos: formar durante un mes al hijo del señor diputado. Se hacía mayor y no estaba para tener un lío con el jefe y buscarse un nuevo trabajo. Se tomó una pastilla anti acidez, por si las moscas, nunca se sabe…
Decidió emparejar al hijo-de con su mejor liquidador, Juan, al que en un aparte explicó la situación. Se apostó en su despacho, tragó una segunda pastilla estomacal y decidió espiarles discretamente.
Estaban en plena campaña de Renta y la gente se impacientaba, de hecho una mujer al ver que Juan y Luís a secas, atendían en pareja tuvo la ocurrencia de exclamar:
-Pero bueno… ¿es que sois maricas?, bueno “geis” o como se diga ahora…
Don Ramón tragó otra pastilla sólo de pensar en que tenía todo un mes por delante. Dio la casualidad, o el destino, nunca se sabe, que la máquina con los numeritos  del turno fuese a emparejarlos con la señora del comentario homosexual. –¡Cielos!- pensó al par que ingería una nueva pastilla.
-Disculparme chicos, que a mí me da igual si sois “geis” o no, que yo vengo a que me tomen las huellas genitales.
-¿Perdón?- acertó a balbucear Juan. Luís el hijo del diputado abrió la boca de par en par. Don Ramón aprovechó para tomarse una café de máquina, eso sí con una nueva pastilla.
-Ya sabéis, las huellas genitales… para los que no sabemos leer ni escribir y no podemos firmar la declaración-
Juan aguantó el tipo y sacó del cajón un estuche de tinta y un impreso. Luís se prestó a tomarle las huellas –digitales- a la doña.
-Ahora ponemos el tampón, se sella y listo- dijo risueño Juan.
-¿Tampón?, pero joven… son ustedes unos obscenos…
Don Ramón se vio obligado a intervenir, pero por desgracia la combinación de café y almagato sódico hicieron una extraña combinación en su organismo y comenzó a escupir espumarajos. La Doña acertó a soltar un sopapo a Don Ramón dejándole cinco dedos azules estampados en la mejilla. 
Afortunadamente Juan reía a carcajadas  y exclamaba que era el mejor lugar donde había hecho prácticas. Don Ramón suspiró, sólo una legislatura y se jubilaría por fin.


Mel Nebrea

4 comentarios:

  1. La vida misma... Divertido relato.

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  2. Mel, simpático texto, ojalá en las Delegaciones de hacienda fuera todo tan divertido.
    Un beso

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    Respuestas
    1. Gracias por avisarme Epi. Pues aunque suene a recoña, esta basado en una anécdota real, que mi madre trabajaba en hacienda, y lo de la "huella" es verídico. Ya sabes la realidad superando la ficción.

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  3. Voy a probar la técnica de esta señora, a ver si con el jaleo, se despistan y me sale a devolver!!

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