jueves, 4 de julio de 2013

Hechos reales

El otro día en el autobús un señor mayor insistió en que su mujer, de talle más bien pequeño, se cambiara de asiento. Estaba sentada en el asiento especial para minusválidos, que tiene un tamaño superior a lo normal, con lo que probablemente la señora no estaba muy sujeta ante los movimientos del autobús. El marido permanecía de pié a su lado aunque había sitios libres.
Fermín estaba sentado un par de filas más atrás y  vio toda la escena, le recordó a sus padres,  aunque estos jamás viajaron en autobús municipal, y dudó de que su padre se preocupara hasta ese extremo por su madre. No obstante había algo de cariño, tal vez amor, entre ellos de la misma forma que el gesto de este señor hacia su mujer denotaba una capacidad de tener algo especial.
Braulio, el conductor del autobús vio la escena por el retrovisor, la verdad es que esa noche no estaba en su mejor día, su padre estaba en casa preparándole la cena, vivían solos desde que murió su madre hace dos años, el quería salir a tomar unas copas con sus amigos, pero no quería dejar a su padre con la cena en la mesa. Ese viejo mandón, por qué no se sentará, y deja a la vieja quietecita, si está mejor sentada que moviéndose por el autobús pensó recordando a su  madre, tendré que ir más despacio para que no se caigan.
Rosa se había fijado en la pareja de ancianos cuando se subieron un par de paradas después que ella, había algo en ellos que llamaba la atención, quizá la capacidad de llenarlo todo de ella, con lo poca cosa que era, o la delicadeza del marido tratándola como si fuera la más valiosa e las porcelanas. La cosa es que el gesto del marido no le pasó desapercibido, pensó en como una persona puede llegar a preocuparse de otra hasta  convertir esa ayuda en su motivo de vida y probablemente como ella, consciente se deja ayudar, quizá querer, aunque sería más cómodo quedarse sentada donde está.
Al fondo del autobús, una pandilla de quinceañeros estaban a lo suyo, haciéndose notar con chistes fáciles y alguna que otra ordinariez, ajenos totalmente a la escena. Uno de ellos, de reojo,  no dejó de percatarse de aquel señor mayor que se tambaleaba agarrado a la barra del autobús, le recordó a su abuelo, hacia cuanto tiempo que no iba a la residencia a hacer una visita al viejo cascarrabias. Recordar la broncas que le suele echar diciéndole que el a su edad estaba en el frente de Teruel, y que no habían hecho la guerra para que el estuviera ganduleando con  los amigos, le hizo sonreírse, en el fondo cuando le va a ver a la residencia, se siente bien, acogido protegido por ese ser que apenas puede comer por sus medios, se siente parte de ese sentimiento que existe entre estos dos abuelos.


Miguelmiky

1 comentario:

  1. SE me han aguado los ojos. Muy emotivo, bien escrito. Puedo ver perfectamente la escena descrita.

    ¡Bravo!

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