sábado, 13 de diciembre de 2014

En estas fechas tan señaladas....

Así empezaba Franco el discurso de Navidad cuando mi tele era en blanco y negro y mi vida un lienzo que colorear, que diría Toquinho.

Pues ahora que mi vida es en blanco y negro y mi tele es propiedad de mis hijos y de la play, y a despecho de la opinión de Rick, Albert, el Rural y el Andalusí y cuantos colaboran en el blog, sin duda mucho mejores personas que yo y mucho más conscientes, no quiero dejar pasar la oportunidad de cagarme en las navidades.

Sí, eso he dicho. Que me cago en las navidades. Cuando era pequeño, las navidades molaban. Cuando era joven las navidades molaban. Cuando mis hijos eran pequeños las navidades molaban. Y no entendía que a mi padre no le molaran las navidades. Pero ahora que él ya no está, lo entiendo perfectamente, como tantas otras cosas que no he sido capaz de entender hasta que él se ha ido.

Este es de los post que no gustan. Gustan los mensajes positivos, las ideas de fraternidad, los irónicos, los pícaros...pero este no. Pero me arrogo el privilegio de poder escribir lo que quiera y lo escribo. Puedo escribir y escribo, parafraseando a Suárez.

Me cago en la navidad, a partir de ahora "la puta navidad". Me cago en los árboles decorados y en los portales de Belén, en los tres Reyes Magos, con pajes y camellos incluidos, y en sus equivalentes regionales y/o republicanos, me cago en el alumbrado callejero que inunda la ciudad de ilusión, me cago en Santa Claus y en los renos, y en los enanos esos que tiene esclavizados haciendo juguetes en Laponia, siguiendo el consejo de un dirigente empresarial, me cago en el turrón duro y en el blando, en los langostinos, en los polvorones astringentes y en las peladillas, peladilla en Elm Street, peladilla antes de las navidades, que las peladillas me la pelan, me cago en los anuncios de juguetes, en los de colonias, en los de la moda otoño-invierno y en los que afirman que yo no soy tonto, cuando es evidente que lo soy, y en la financiación a seis meses sin intereses. Me cago en las felicitaciones en todos sus formatos, en esos paisajes nevados que nunca se han visto en Écija, ni se verán, por más cambio climático que venga, me cago en las doce uvas y en el cava/champán, me cago en las campanadas en todos los canales y la programación lacrimógena, qué bello es vivir, destinada a despertar ese espíritu de paz, concordia y buena voluntad, en el que también me cago.

Me cago en la lotería y en los 21 euros, me cago en el espumillón y en los matasuegras multicolores, me cago en el confeti y en las comidas de empresa, me cago hasta en el caganer....

Pero en lo que más me cago es en los villancicos tradicionales. Los villancicos los invento el demonio para fabricar ateos y es de lo que más intereses le produce, seguro. Los americanos, con el mismo grado de ñoñez, tienen dos ventajas: la mitad de lo que dicen no se entiende, que los canta siempre algún tío de New Jersey con un endemoniado acento italiano, y tienden a versionarlos a ritmo de swing, y la músiquilla es mucho más agradable que el percutir de las panderetas, en las que aprovecho también para cagarme.

En la esperanza de conseguir sobrevivir un año más a este coñazo mediático, me despido. No sin desearos una feliz navidad. Y que llegue cagando leches el catorce de enero.


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