domingo, 12 de enero de 2014

Ermita de San Saturio en Soria

     Estoy sentado en la Plaza Mayor, rústica y provinciana, de las que a mí me gustan, y enfilo ahora por la cuesta que baja al río Duero. Al llegar al puente de piedra, sin cruzar a la otra orilla, giro a la derecha, aguas abajo, y enseguida llego al sotoplaya, conjunto de islotes comunicados entre sí por pasarelas de madera o metálicas. El más grande de ellos es una verde pradera llena de álamos, con parque infantil, merenderos y hasta una pequeña playa.

     Cruzo a la otra orilla por las pasarelas, y salgo frente al famoso Monte de las Ánimas, cuya estremecedora historia reflejó Bécquer en sus "Rimas y Leyendas".

     Aquí giro a la derecha para salir al arco de San Polo e introducirme de lleno en el Paseo de San Saturio, camino de la ermita. ¡Cuánta belleza!, y más ahora en otoño. Los árboles de la ribera están en su máxima expresión colorista propia de la estación: ocres, marrones, anaranjados, amarillos... Un sinfín de tonalidades otoñales que convierten la vegetación de ribera en un extraodinario espectáculo de color.

     A la izquierda tengo los montes de la Sierra de Santa Ana, a la derecha el alto del Parque El Castillo, con el Parador Nacional de centinela permanente, y en medio, encajonado, el Duero, con sus verdes y arregladas orillas y con sus aguas tranquilas, dando al lugar su punto de tranquilidad y de silencio.

     Paso el puente de hierro de la antigua línea férrea de Castejón y, al fondo, ya diviso la ermita, encima de unas rocas sobre el río. Voy caminando y veo grabados en los troncos de los álamos muchos nombres y corazones, por algo llaman a esta zona el "Paseo de los Enamorados".

     En relación a esto, antes de llegar a la ermita, en una roca a la izquierda, hay un grabado en piedra con estos versos de Antonio Machado:
 
                                                    "Estos chopos del río, que acompañan
                                                      con el sonido de sus hojas secas
                                                      el son del agua cuando el viento sopla,
                                                      tienen en sus cortezas
                                                      grabados iniciales que son nombres
                                                      de enamorados, cifras que son fechas"

     Y ya lindando con el templo, junto al "Rincón de Antonio Machado", otro grabado con más versos:
                                                     "Gentes del alto llano numantino
                                                       que a Dios guardáis como cristinas viejas
                                                       que el sol de España os llene
                                                       de alegría, de luz y de riqueza"

     Tras leer estas poesías, levanto la mirada y me deleito con la ubicación y la arquitectura de la ermita, y me pregunto: ¿cómo ha sido posible levantar una ermita en semejante lugar? Me introduzco en la inmensa roca que acoge el templo, recorro sus cuevas, subo, llego a varias dependencias desde cuyos ventanales hay unas preciosas vistas del Duero, y por fín estoy en la maravillosa capilla barroca donde se encuentra la imagen de San Saturio, patrón de Soria, que está totalmente decorada con pinturas que hacen referencia a la vida del santo.

     Junto a la capilla hay una puerta que da salida a una escalera exterior, por la que bajo de nuevo a la entrada de la ermita, y vuelvo a levantar la mirada, y vuelvo a sorprenderme por el lugar donde esta construida.
    
     Para volver hacia el centro de la ciudad decido cambiar de orilla. Para ello, bajo a la pasarela que cruza el río junto a la ermita. Pero antes de cruzar, aparece de nuevo otra señal que indica que este lugar levantó sentimientos e inspiraciones en muchos poetas de distintas generaciones: junto al puente, otra inscripción en piedra con estos versos de Gerardo Diego:

                                                             "Río Duero, río Duero
                                                               nadie a acompañarte baja;
                                                               nadie se detiene a oir
                                                               tu eterna estrofa de agua"

     Ya en la otra orilla estoy en al Paseo de San Prudencio, cuyo mentor fue San Saturio, y me vuelvo para contemplar la vista de la ermita y su entorno desde este lado. No me canso de mirar, me dejo envolver por la atmósfera poética que inunda este lugar, y me entran ganas de ponerme a inventar versos, como si yo fuera capaz de emular a los que aquí se inspiraron tiempo atrás.

     Me alejo recorriendo este bello paseo, que lo es tanto como la otra orilla, por la que vine antes. Paso de nuevo bajo el puente de hierro; después, junto al antiguo molino, ahora rehabilitado; luego el sotoplaya y, finalmante, el puente de piedra. Me giro para maravillarme una vez más con el colorido otoñal de los chopos, y enfilo cuesta arriba de nuevo hacia la Plaza Mayor. Cerca de ésta, en la planta de arriba del Casino, se encuentra La Casa-Museo de los Poetas.

     ¿Qué mejor lugar para concluir este bellísimo y poético paseo?...

                                                                  Saludos
                          
                                                                                                                     El Rural

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