jueves, 16 de enero de 2014

Me duelen las piernas

¡Me duelen las piernas! Ayer vi esos edificios al volver al hotel. Ya no queda mucho. Son muy altos. Debemos estar cerca del centro. No me gustan estas avenidas tan largas; se hacen interminables. Y ésta, además, va subiendo un poquito. Por lo menos no hace mucho sol todavía. Es bueno que esté algo nublado. Allí hay algo de gente. ¿Me animan? No sé si me animan. No distingo sus banderas. Ya no veo bien. ¡Me duelen las piernas!
(¡Sigue! ¡Puedes aguantar!)
¡Me duelen las piernas! Allí hay un lugar de esponjas. ¿Por qué sube tanto esta calle? Es el tercer semáforo que cruzo en rojo. Parece que sigo en el mismo sitio que hace un rato. ¿Dónde estará el etíope que me seguía? No debo mirar atrás. Al final de la avenida hay una zona de curvas, creo. Mejor no mirar. No queda tanto. Mejor cuenta las farolas. ¡Una! Mejor entorna la mirada. No mires a nada. ¡Dos! Hay que concentrarse en seguir corriendo. Este tipo de la bicicleta hace rato que me sigue. Al menos no estoy solo. Hay un poco más de público. Gritan, pero no los oigo. Concéntrate en correr. Pero, ¿cómo, si me duelen tanto las piernas?
(¡Para esto te preparaste!)
¡Me duelen las piernas! He coronado la avenida. Ahora hay curvas; no es tan aburrido; menos mal. Esta línea azul se me va a quedar grabada a fuego. La pendiente ayuda; déjate llevar. Busca la cinta, el público, el calor, mira las banderas, hay alguna de las nuestras. No importa. Ellos aplauden a todos. Busca el calor del público. Ellos te acercan a la meta. No es cierto. Me acercan mis piernas. ¡Y me duelen!
(¡Lo tienes en tu mano! ¡Un esfuerzo más!)
¡Me duelen horriblemente las piernas! Ya llego a la puerta. Es el lugar más bonito del estadio. Un subterráneo y estoy dentro. Han puesto un alfombrado de goma para que no resbalemos. Cualquier cosa que me distraiga es buena. No pienso. Ya estoy dentro. Estoy cruzando el tartán. Estas líneas blancas me dicen que estoy en la pista ya. El público aplaude y me jalea. Esto es increíble; el premio a todo el esfuerzo. ¡Qué bonito es recorrer la recta! Llego a la meta y quedará una vuelta. ¡Cuatrocientos metros! ¿Y si me da ahora un calambre? No es momento de pensar en eso. El frío, la lluvia, todos los entrenamientos… todo ha merecido la pena. Me vuelvo hacia la puerta. El etíope acaba de entrar. Por lo menos le llevo treinta segundos. Casi voy a terminar la curva. El público, de pie, aplaude ¡Me aplauden a mí! Estoy saludándolos. ¿Cómo he podido levantar mi mano? Ya casi completo la recta de enfrente. Luego la nueva curva. Me espera la recta final. El triunfo es mío, mi victoria, la de mi país. ¡Cómo van a festejar la medalla! Agito el puño en el aire. ¡Me siguen doliendo las piernas!
(¡La medalla de oro es tuya! ¡Has ganado! ¡Enhorabuena!)

Francisco Pi Martínez

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