Blanco y azul, rock&roll en negro. John Rebus es aficionado a la música, aficionado al whisky y aficionado a resolver casos para la policía escocesa. Y es un duro de los de verdad. Con su propio código moral, con su manera de hacer las cosas. No se priva de nada. Hasta se atreve con hampones americanos residentes en las Highlands. Pero JR nunca se olvida de un amigo, ni traiciona una lealtad, ni se salta un pub abierto. Me tomaría unas copas con él.
La novela es excelente, pero llega a desconcertar en algún momento por la superposición de tramas. Lo mejor, los personajes, de psicokillers a magnates del petroleo, pasando por hippies, periodistas y policías de todo pelaje y condición. Es de las de leer de un tirón. Recomendada.
sábado, 29 de enero de 2011
viernes, 28 de enero de 2011
La gente a la que quieres.
Siendo Diógenes, me reconozco como cínico. Mi razón, ya lo he dicho mil veces, se empeña en recordarme que soy un mono que se ha bajado de un árbol, se ha puesto corbata y trata de dismular, pero al que dominan sus instintos primarios y que recorre la misma senda que el resto de seres vivos, con toda la pena y sin ninguna gloria.
Pero el maldito corazón es testarudo. Ya sé que los sentimientos no son sino cócteles de hormonas, endorfinas, serotoninas y otras zarandajas químicas de parecido jaez. Pero lo que producen es real ( o al menos tan real como las paranoias del coma inducido, pero con carácter de continuidad en el tiempo).
No me apetece hablar del motivo. Pero sí de las sensaciones. Ayer, dies nefastus, abracé a un montón de personas a las que quiero. Y en cada abrazo había dolor, mucho dolor, pero había también mucho cariño. Eramos naúfragos y tablas de salvación al mismo tiempo, y nos estrechábamos para dar y recibir consuelo simultáneamente. Se sufre por la pérdida, pero se sufre más por la pena del que se queda. La cercanía de los cuerpos era la cercanía de las almas, como sí al contacto la energía se trasvasase y al multiplicar el dolor por el dolor, como al multiplicar menos por menos, el resultado fuese positivo.
Imagino que ella habría llegado a esta conclusión mucho antes que yo, porque era mucho más inteligente. Y a lo mejor, la idea de que al marcharse generaría un cataclismo de energía la acompañó en algún momento. Debe ser que tenía razón el de los pelos de loco: la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Así que, después de contener las lágrimas por el dolor, las solté todas por el cariño. No es un mal motivo.
Y en el archivo del tiempo, siempre quedará un día de agosto de 1989, en la plaza de Villacarlos, con un matrimonio jóven sonriendo a un soldado cínico, que ha tenido la inmensa suerte de, entre otras cosas, verse arropado por un bosque de arces entre cuyas sombras se siente seguro y en paz.
Doctor, ya sé que es química... Pero la química también es verdad.
Otro abrazo.
Pero el maldito corazón es testarudo. Ya sé que los sentimientos no son sino cócteles de hormonas, endorfinas, serotoninas y otras zarandajas químicas de parecido jaez. Pero lo que producen es real ( o al menos tan real como las paranoias del coma inducido, pero con carácter de continuidad en el tiempo).
No me apetece hablar del motivo. Pero sí de las sensaciones. Ayer, dies nefastus, abracé a un montón de personas a las que quiero. Y en cada abrazo había dolor, mucho dolor, pero había también mucho cariño. Eramos naúfragos y tablas de salvación al mismo tiempo, y nos estrechábamos para dar y recibir consuelo simultáneamente. Se sufre por la pérdida, pero se sufre más por la pena del que se queda. La cercanía de los cuerpos era la cercanía de las almas, como sí al contacto la energía se trasvasase y al multiplicar el dolor por el dolor, como al multiplicar menos por menos, el resultado fuese positivo.
Imagino que ella habría llegado a esta conclusión mucho antes que yo, porque era mucho más inteligente. Y a lo mejor, la idea de que al marcharse generaría un cataclismo de energía la acompañó en algún momento. Debe ser que tenía razón el de los pelos de loco: la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Así que, después de contener las lágrimas por el dolor, las solté todas por el cariño. No es un mal motivo.
Y en el archivo del tiempo, siempre quedará un día de agosto de 1989, en la plaza de Villacarlos, con un matrimonio jóven sonriendo a un soldado cínico, que ha tenido la inmensa suerte de, entre otras cosas, verse arropado por un bosque de arces entre cuyas sombras se siente seguro y en paz.
Doctor, ya sé que es química... Pero la química también es verdad.
Otro abrazo.
Jubiletas...
Tengo dudas con lo de la jubilación... Si uno se plantea el tema como ese retiro dorado del norteamericano en Florida o del nórdico en la Costa del Sol, con chalecito independiente, perro labrador, golf por la mañana y bingo por la tarde, bailes de salón y cava para finalizar el día, pues jode que te lo retrasen.
Pero no se por qué me veo haciendo yoga en un centro financiado por una caja de ahorros al que la calefacción no alcanza, inspeccionando obras públicas, dando de comer a las putas palomas y viajando sin descanso en la red de transporte con mi "abonopurili". Y de agente de bolsa, con una de plástico, a comprar cuarto de paraguayas y dos cartones de leche.
Mi padre se jubiló con setenta. Y llevaba trabajando desde los once. Y ahí está el hombre, sometido a la ferrea disciplina que le impone mi madre y mirando como el tiempo se va entre sudoku y sudoku. Parece que al dejar su trabajo le pasó lo que a Luis Aguilé al irse de Cuba, que dejó su vida, dejó su amor y dejó enterrado su corazón.
Así que no soy un entusiasta de la jubilación anticipada, porque en mi trabajo también tengo amigos y, a pesar de todo, también paso ratos estupendos.
Pero lo que me encabrona es que la decisión de cuando dejo de ser útil y ya he aportado lo necesario para me devuelvan al menos una parte, la tomen estos personajillos. Gobernantes que no gobiernan, oposición que no se opone, banqueros que cada vez se parecen más a sus caricaturas ( gordos y opulentos, fumando un habano pese a las prohibiciones y despeciando a los trabajadores ) y sindicalistas que parecen una casta de sacerdotes al servicio de un Faraón llamado poder. Y Angela Merkel, con esas hechuras de tabernera bávara, y con la Volkswagen por consejera.
El Pacto de Toledo... El pacto de Toledo que merece ser contado es de Bahamontes con su bicicleta. O el de Moscardó con el Alcázar. Y los dos fueron ampliamente utilizados por el poder establecido para justificar lo injustificable.
Y otra vez estamos en lo mismo. Luego avanzar, no avanzamos, y lo peor de todo es que ya nos hemos resignado a que nuestro universo sea así. La conclusión es evidente, como ya proponía el comercial: " amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio", por que soy gilipollas. Y una máquina de generar ingresos para la Seguridad Social hasta la última gota de nuestra sangre, como al jurar bandera.
Buenos días y no os dejeis nada placentero por hacer hoy.
Pero no se por qué me veo haciendo yoga en un centro financiado por una caja de ahorros al que la calefacción no alcanza, inspeccionando obras públicas, dando de comer a las putas palomas y viajando sin descanso en la red de transporte con mi "abonopurili". Y de agente de bolsa, con una de plástico, a comprar cuarto de paraguayas y dos cartones de leche.
Mi padre se jubiló con setenta. Y llevaba trabajando desde los once. Y ahí está el hombre, sometido a la ferrea disciplina que le impone mi madre y mirando como el tiempo se va entre sudoku y sudoku. Parece que al dejar su trabajo le pasó lo que a Luis Aguilé al irse de Cuba, que dejó su vida, dejó su amor y dejó enterrado su corazón.
Así que no soy un entusiasta de la jubilación anticipada, porque en mi trabajo también tengo amigos y, a pesar de todo, también paso ratos estupendos.
Pero lo que me encabrona es que la decisión de cuando dejo de ser útil y ya he aportado lo necesario para me devuelvan al menos una parte, la tomen estos personajillos. Gobernantes que no gobiernan, oposición que no se opone, banqueros que cada vez se parecen más a sus caricaturas ( gordos y opulentos, fumando un habano pese a las prohibiciones y despeciando a los trabajadores ) y sindicalistas que parecen una casta de sacerdotes al servicio de un Faraón llamado poder. Y Angela Merkel, con esas hechuras de tabernera bávara, y con la Volkswagen por consejera.
El Pacto de Toledo... El pacto de Toledo que merece ser contado es de Bahamontes con su bicicleta. O el de Moscardó con el Alcázar. Y los dos fueron ampliamente utilizados por el poder establecido para justificar lo injustificable.
Y otra vez estamos en lo mismo. Luego avanzar, no avanzamos, y lo peor de todo es que ya nos hemos resignado a que nuestro universo sea así. La conclusión es evidente, como ya proponía el comercial: " amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio", por que soy gilipollas. Y una máquina de generar ingresos para la Seguridad Social hasta la última gota de nuestra sangre, como al jurar bandera.
Buenos días y no os dejeis nada placentero por hacer hoy.
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