jueves, 14 de agosto de 2014

Cadáver exquisito

Andaban cuatro gatitos lamiendo cerveza del suelo y uno se cayó de la borrachera en la taberna y se abrió la crisma, mientras la calabaza lo observaba, el heavy envió su amenaza a Gigatron para que tocaran en León una canción que hablara de osos en celo, y caballeros endrogados. Y me cago en tu puta madre, Dog fuma y Punset bebe guaraná, y después acribilla a todos con una AK-47, y los trozos de cerebro salpicaron toda la pared, y vino un zombie y lo limpió todo, pero un gipster lo fotografió y lo capturó con la poke-ball y entonces llegó a Mordor.


Retroexcavadoras

miércoles, 13 de agosto de 2014

La cerveza del recuerdo

En el lecho donde consumía sus últimos momentos, el moribundo hizo una extraña petición a su nieta predilecta, quien pernoctaba junto a él recostada en una butaca.  
-¿Puedes traerme una botella de cerveza, Alba?
La muchacha miró perpleja al anciano.
-¡Abuelo! ¿Cómo vas a tomar una cerveza en tu estado? No puedes tragar.
-No pienso tragarlo. Me basta con olerlo –dijo el viejo, con un hilo de voz.
-¿Para qué quieres oler una cerveza a estas horas? Es la una de la noche.
-Para disipar la niebla de mi memoria –susurró el hombre, quien, haciendo acopio de las últimas energías que le quedaban, añadió-: Coincidí con la que sería tu abuela en la boda de un amigo. Tuve la suerte de sentarme junto a ella. Un golpe de fortuna que nunca he dejado de agradecer a la vida. La veía a menudo por el barrio, pero nunca había atraído su atención. Según me enteré luego, ella, abstemia, aquel bendito día decidió hacer una excepción. Una cerveza y, a los postres, un sorbito de cava. Mi memoria, aquí y ahora, no da para más. Sólo sé que aquel día fue el día. Tengo entendido que, acuciada por el olfato, la memoria acude al galope. No pierdo nada con intentarlo. Me gustaría morirme acunado por aquel recuerdo.
-Probemos, abuelo.
La muchacha regresó, al cabo de un par de minutos, con una botella de cerveza entre las manos, la cual, de inmediato, acercó a las fosas nasales de su abuelo. Después, introdujo la punta del índice en el líquido y pasó y repasó la yema del dedo por los labios resecos del moribundo. El aroma penetró como una cuña en la bruma espesa que envolvía las neuronas del anciano hasta abrir una senda que desembocaba en el santuario de su memoria, allí donde había sido erigido el monumento en honor del recuerdo de los recuerdos. El corazón del viejo, súbitamente revitalizado, galopó por la senda. Una muchacha de pelo castaño y chispeantes ojos verdes, accede, entre sonrisas, a tomar un sorbo de cerveza, y otro y otro. Tres sorbos que obran el milagro. En cuanto deja el vaso en la mesa, gira la cabeza hacia el joven que se sienta a su lado y, tras un leve parpadeo, le estampa un beso en los labios. Un beso fugaz que, sin embargo, pervivirá en la memoria del hombre hasta el final de los tiempos, a sólo una cerveza del recuerdo. Fue el primer beso. El mejor de todos, porque de él nacieron los demás, infinitos.
El abuelo, con el rostro iluminado por el halo de luz que provenía de sus adentros, emitió un estertor. Alba, en un impulso, se arrojó en sus brazos y, mientras besaba el beso que refulgía en los ojos del moribundo, el último suspiro de éste se coló en sus adentros convertido en el recuerdo de los recuerdos.


Provi Miras Flores

martes, 12 de agosto de 2014

Namor

Dicen que cuando estás a punto de morir, toda tu vida pasa ante tus ojos. A mí me interesaría más saber quién fue el que volvió de los infiernos a contarnos su anécdota, aunque sí es cierto que a mí me ha pasado. Y no, no estoy muerto, sólo triste.
Desde pequeño siempre me he imaginado a mí mismo a lomos de un caballo, cabalgando al ritmo de la banda sonora de El rey Arturo por las praderas de Escocia, un paisaje que siempre he deseado observar en persona y que será otra cosa que jamás realizaré. El hombre insignificante ante la inmensidad, ante un mar de nubes. No es que la soledad me agradara, de hecho hasta puedo odiarme a mí mismo si paso mucho tiempo sin nadie cerca, tan sólo estaba acostumbrado. Mi timidez tampoco ayudaba demasiado. Por otro lado, cuando me recuerdan mi infancia, se remiten siempre a un niño con el pelo desaliñado, jubiloso y siempre sonriendo. Por aquella época, ni tan siquiera yo era consciente de mí mismo. Me evadía, y aún sigo haciéndolo, para vivir en mi mundo, donde me sentía plenamente feliz. Hoy ese mundo está copado de todas esas historias de tierras imposibles, antihéroes más valientes de lo que yo nunca fui, sabios a los que nunca pude escuchar, diablos escondidos bajo montañas, espectros ladrones de vidas, sendas oscuras o barcos voladores. Historias que han encontrado su lugar en ese mundo que yo creé y que nunca me sentiré completamente seguro de reflejar en un papel. Mi caballo ya cabalga sólo. Crecí y ya no me quedó tiempo para soñar. Las responsabilidades nublaron mi mente, el mundo que con tanto cariño construí se ha ido desvaneciendo, cubiertas por nubes negras a las que siempre había querido visitar.
Un papel en blanco, un futuro, gritos y más llantos, imágenes de una cinta de video de sonrisas desdibujadas, pelos de punta clavándose en la piel, una camiseta souvenir de Londres, una habitación vacía, dos lágrimas al revés, un susurro, mentiras y ni siquiera un hasta luego.
Se marchó. Mi padre se había ido. Pude ver cómo se iba con la camiseta que yo le había comprado de mi viaje a Inglaterra. Aún yo no lo sabía, pero aquel instante, que me sonó a uno de mis cuentos. Pero no, él nunca volvió. Mi guía, el director que grababa mis juegos, mi jefe, mi amigo… arrastrado por el viento de nuevos relatos. Frustración, pena, tristeza, odio, traición… toda mi corta vida ante mis ojos. Y entre toda esa amalgama de sentimientos, ilusión, autosuperación y amor. Y si bien es cierto que aún no sabría decirte lo verdaderamente importante que es, esa chica de rizos imposibles, ojos avellana, pasión infinita y, aún mayor comprensión me salvó la vida.


Román González Camas

Burro listo

Fuera del colegio, las primeras enseñanzas que recibimos los niños de nuestra quinta las impartía Rubén sobre el improvisado campo de fútbol de la acera. Él no pertenecía a la pandilla, porque era mayor, pero aportaba el balón y su técnica balompédica, ya que pisaba con firmeza el cuero de la pelota y regateaba sin que los demás pudiéramos arrebatársela. Sus pies amagaban movimientos que engañaban a los nuestros. “Hay que utilizar la táctica, la estrategia… la psicología”, decía señalándose la sien con el dedo índice. Algunos de nosotros no entendíamos tal enigma.
El concepto empezó a aclararse con el ejemplo práctico que recibimos por televisión los quintos del 62, vecinos de la aldea del valle. Un busto parlante explicó cómo el boxeador llamado Cassius Clay había derrotado al contrincante George Foreman, ambos de raza negra, contra todos los pronósticos, gracias a la psicología. Clay no se había defendido, sino que se había dejado pegar durante muchos asaltos hasta que, sin fuerzas para pegar más, Foreman bajó la guardia. Entonces Clay lo noqueó de un solo golpe. Y Clay ganó el combate: era la victoria de la psicología. Aquella fue la verdadera primera lección que recibió nuestra generación de balón, cromos, peonzas y televisión en blanco y negro en la taberna. El locutor del único canal que llegaba hasta el pueblo lo había dicho y, a continuación, Serván, vecino observador, aunque poco hablador, lo había repetido en alta voz, con tono triunfal, como atribuyéndoselo: “Clay ha ganado por pepsicología”. Todavía había algunos que seguían sin comprenderlo.
Sin embargo, no demasiado tiempo después, todos los hombretones hechos y torcidos de nuestra generación de mujer, hijo y pantalla de 625 líneas en la salita decorada con tapiz de ciervos junto a un lago logramos entenderlo, por fin. La noticia la trajo en primicia desde la peña de la Teta el setero Perico, quien bajó corriendo al pueblo a gritarla: “¡¡¡El burro ha matado a su amo, el burro ha matado a su amo…!!!”.
Primero pensamos que el bonachón de Perico había perdido por completo el juicio, de tanto triscar por los montes recogiendo hongos. Hasta que Morrotrucha, el cabo del cuartelillo de la Guardia Civil, confirmó que, tras toda una vida arreándole duramente al pollino, Damián se había hecho viejo y el animal había aprovechado la falta de reflejos de su sañudo amo para cocearle y quitarle a mordiscos la vida. Cuando informaron del suceso por televisión, el observador vecino Serván lo soltó a los demás en la taberna con rotundidad triunfal: “Ese burro tenía mucha pepsicología”.


Chechumin

lunes, 11 de agosto de 2014

Las Barbies son muy bárbaras

Barbie: no es abreviatura ni diminutivo de Barbarie.

La Barbie: muñeca que representa lo contrario a la Barbarie. Tiene más de 126 profesiones y 50 años de acumulada experiencia, lo que la hace muy culta.  Ninguna refiere la violencia; excepto la ejercida por las madres compradoras en una venta extraordinaria de alguna tienda y alguna que otra  vez la de sus usuarias (o de sus hermanitos) a la hora de jugar.  Me compraron sólo una,  La Princesa Melocotón, confieso que ya no lo parece, pero, ella no está enterada, le escondí los espejos.  Luego, mi mami trajo 3 más: sin ropas, una sin cabeza y ni idea de su ocupación; así que, son más princesas, hermanas de mi princesa.  Y hasta ahora no se han declarado la guerra ni por el reino de juguetes del armario ni por el único Ken que tenemos.


Ninoska Contreras

Morcealugi


On parri rubeisi sa ucarcí ansañundi sos lurgis y ufeludis cilmellis.
“Trunqoeli”, la sosorrá, “yi foé cimi to huca yu ulgón teampi. Al sacrati da lu falecedud sa ancoantru an me entareir”…
Li qoa pidéu hubar sedi onu binetu umestud, ucubí cin al sacrati da lu falecedud an al entareir dal parri rubeisi.


dandare

domingo, 10 de agosto de 2014

Senderismo: Acebal de Prádena y Sabinar de Arcones

    
Sabinas
Propongo hoy una ruta de senderismo por la cara norte de la Sierra de Guadarrama, concretamente entre los pueblos segovianos de Arcones y Prádena, recorriendo dos magníficos bosques: uno de sabinas y otro de acebos. Es una ruta circular algo larga, de unos 15 kmts., pero que no presenta ninguna dificultad más allá de la propia distancia, y que incluso se puede hacer con calor, dado que gran parte de la misma discurre por la sombra que nos da el bosque.

     Para comenzar nos situamos en Arcones, y nos echamos a andar por el camino paralelo a la carretera nacional (N-110) en sentido Prádena. Unos 150 metros después de salir del pueblo hay un cruce de caminos de tierra donde cogemos el que sale a la izquierda, cruzando la carretera, y que ya no abandonaremos hasta Prádena.
    
Prádena. Iglesia.
Al principio el camino discurre entre campos cerealistas, quedando a la derecha un bosque de sabinas (que no es el que venimos a ver) y a la izquierda las arboledas del Arroyo de la Calzada. Iremos pasando distintos cruces, pero nunca dejaremos el camino principal, que poco a poco irá girando a derechas, entrando de refilón en el sabinar citado para, poco después, divisar el pueblo de Prádena, al que nos iremos acercando entre prados y granjas ganaderas.

     Aprovechamos para callejear un poco por la localidad, que bien merece un tranquilo paseo. A las afueras se encuentra la Cueva de los Enebralejos, que es bellísima y se puede visitar.

     Pero centrémonos ahora en lo que nos ocupa, que es la ruta de senderismo, de la que llevamos andada algo menos de la mitad, y de la que todavía nos queda lo mejor...
    
Acebal al fondo
Salimos de Prádena por la antigua carretera de Segovia, llegamos a la carretera nacional, y cruzándola estamos en el área recreativa "El Bardal". Aquí cogemos el camino que sale por el lado izquierdo de la valla que lo delimita. Iremos ascendiendo en suave pendiente y, poco después de un panel explicativo, llegamos a una bifurcación. El camino de la izquierda está cortado por una valla que se divisa a varios centenares de metros, pero cogemos el de la derecha, que se dirige hacia una mancha boscosa de color verde oscuro, que contrasta con el verde más claro del resto del bosque, y que nos señala el acebal. 
 
Hojas de acebo
Este camino también se topa con otra valla a pocos metros, pero que tiene un paso peatonal a un lado. Poco después cruzamos un arroyo y enseguida estamos en el acebal, el cual atravesaremos siempre sin salirnos del camino. Disfrutaremos de una gran colección de acebos, algunos de ellos de gran tamaño, con grandes robles intercalados.

     Recorrer este bosque es una delicia por su belleza, por su tranquilidad y por sus olores. También por el color verde intenso que tienen los acebos y los robles en esta época del año. También en otoño debe estar muy bonito con el colorido de las hojas de los robles y con los acebos exhibiendo su característico fruto de color rojo.
    
Saliendo del acebal el camino se junta con otro más ancho que viene de montaña arriba, y empezamos una larga bajada hasta que atravesamos un muro, donde cogemos el camino de la izquierda, que nos introduce en el sabinar de Arcones.

Ejemplares de sabina
     Sabinas muy antiguas y de gran tamaño salpicando los verdes prados nos acompañarán hasta llegar a una bifurcación junto a un puente bajo el que pasa un arroyo. Hacia la derecha iríamos en dirección a Prádena, pero nosotros cogemos hacia la izquierda, y en tan solo unos 100 metros sale otro camino a la derecha con un cartel que nos indica que va en sentido Arcones, donde llegaremos ya sin abandonarlo.

     Pero antes pasaremos por un alto desde donde tenemos magníficas vistas, cruzaremos una cancela, y ya en continuo descenso seguiremos recorriendo el sabinar y sus praderías hasta alcanzar el casco urbano de Arcones, donde iniciamos anteriormente la ruta.
     Espero que les guste y..... ¡vivan nuestros bosques!
    
      SALUDOS
 
                                                                                               EL RURAL
Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.