La orografía del terreno siempre ha influido de manera evidente
en las costumbres de las zonas rurales. Un ejemplo muy claro se da en la
isla de la Gomera, donde lo farragoso del terreno hizo que se inventara
un medio de desplazamiento para bajar los muchos e imponentes cerros y
montañas que copan la misma. Se trata de un simple palo de madera de
unos 3 metros de largo que sirve para apoyarse en él como si fuera una
pértiga y bajar por las laderas dando saltos. También se creó el silbido
gomero, lenguaje para comunicarse entre los pastores dispersos por la
montaña sin necesidad de acercarse unos a otros, evitando así difíciles
desplazamientos.
Algo también muy curioso es que
dos de las zonas de España donde más llueve no están en el norte, como
podría pensarse por lógica, sino en el sur: en la sierra de Grazalema en
Cádiz y en la de Aracena en Huelva.
Y hablando de
lluvias, conozco algun pueblo donde me contaron que cuando se
aproximaba una tormenta que pudiera ser perjudicial para la cosecha,
había un encargado de subirse a algun cerro de alrededor a tirar cohetes
con la intención de desviar su trayectoria, lo que, al parecer, daba
resultados muy desiguales.
Es muy habitual también ver señalada, en el dintel de la puerta de
muchas casas, la fecha de construcción de las mismas, algunas con mucha
solera, de los siglos XVII y XVIII, o frases pidiendo la bendición de la
casa a Dios o a la Virgen.
Una de las señas de
identidad de muchas zonas rurales son sus juegos populares: tanguilla,
bolos... En Cantabria hay una liga de bolos por pueblos con sus
diferentes divisiones, cuyas partidas se juegan en bonitas boleras de
piedra al aire libre, como en Santillana del Mar o en Carmona, por citar
solo dos ejemplos. En este último precisamente, me sucedió algo
curioso: ví a varias personas en torno a una radio de la que salía una
voz enérgica propia de una retransmisión deportiva; me acerqué pensando
si se trataría de algun partido de fútbol, y descubrí, para mi sorpresa,
que era una retransmisión de una competición de bolos.
Y siguiendo con bolos, me llamó mucho la atención ver que la bola que
se lanza para derribarlos en la provincia de Soria es agüevada, y en el
norte de León es una media esfera.
Otro elemento
muy característico de los pueblos son los lavaderos, lugares que con la
aparición de las lavadoras automáticas han perdido uso, pero que todavía
funcionan algo, sobre todo para "manchas difíciles", además de ser
centros habituales de intercambio de "chascarrillos" mujeriegos.
Algunos muy bonitos son los de Morella y Montanejos en Castellón,
Albarracín en Teruel y Brihuega y Palazuelos en Guadalajara.
Una costumbre que todavía se conserva en algunos pueblos es la del
"cerdo de San Martín". En La Alberca (Salamanca), por ejemplo, aún se ve
el cochino paseando tranquilamente por sus calles, mientras los vecinos
le van dando de comer allá por donde pasa. Lo malo para el animal es
que llegará el día de San Martín... Pero sería injusto no hacer un
homenaje al cochino, que ha salvado del hambre a varias generaciones de
españoles en el pasado, y que sigue alegrando la mesa en el presente.
No quiero olvidarme tampoco de otro animal que, en el ámbito rural, le
ha dado un servicio impagable al hombre: el burro. Todavía se ven
algunos.
Y ya que estábamos en La Alberca, quiero hacer mención de otra curiosa
costumbre que se mantiene en esta localidad: todos los días, al
anochecer, una mujer recorre las calles haciendo sonar una esquila
mientras pide oraciones por las ánimas.
Algo
curioso y gracioso al mismo tiempo, es que muchos lugareños cierran la
linde de las huertas mediante la colocación de un viejo somier de manera
vertical, a modo de puerta. O poner figuras de enanitos en la entrada
de la casa. O botellas llenas de agua para que los gatos no se metan en
la vivienda.
Una costumbre muy rural es la de
"tomar la fresca". En las noches de verano los vecinos sacan sillas de
casa a la calle para sentarse al aire libre y aliviar el calor, mientras
se sumergen en animadas conversaciones. Aunque en otras ocasiones,
cuando el tiempo es más frío, lo que procede es "tomar el sol". Tanto
para lo uno como para lo otro, además de los típicos bancos callejeros,
es frecuente que se habiliten poyetes y maderos o tablas apoyados en
piedras para poder sentarse.
Hay muchas
localidades que no tienen tiendas. Cuando sus habitantes oyen el sonido
prolongado de una claxon, ya saben que se trata de la furgoneta o el
camión del carnicero, el pescadero o el frutero, que acaba de llegar en
su ruta por los pueblos de la zona.
AOC
Continuará...
===> PARTE PRIMERA
===> PARTE SEGUNDA