sábado, 9 de junio de 2012

Al rescate

Dicen hoy que las autoridades europeas nos van a rescatar; lo que no sé es quién nos rescatará de ellos.
Si sé que para ti hoy no existe economía que valga, ni primas de riesgo ni capitalizaciones, porque te falta alguien importante.
Aprieta los dientes, compañero, esfuérzate en fijar bien todos los recuerdos, y sube al ataque, como siempre hizo él. A la vanguardia, donde más se arriesga pero también donde más se vive; ahí delante nos veremos, y como tú dices, nos cubriremos con los escudos.
Pocos más que tú necesitan hoy que le rescaten, y no lo dudes, te rescataremos. Ánimo.

Suicidio perfecto

Jaritos, hasta convaleciente, es policía. Me encanta porque con Kostas tienes un buen puñado de referencias fijas que te acompañan a través del relato: su mujer, su hija, su yerno, que resulta ser su mejor aliado, Guikas, Kula, esa chica que de tonta no tiene un pelo, los políticos, los empresarios, ese café frío y ese cruasán envuelto en celofán, el Mirafiori, Zisis el viejo comunista, los atascos, los diccionarios, la televisión, Sotirópulos el periodista y hasta un gato en un parque.

Con todo esto y un suicidio para empezar, Don Petros construye otra joya en la que te lleva de viaje por el pasado remoto y por el pasado reciente de Grecia, lo que sirve para explicar en buena parte el presente de Grecia. Lo que está muy bien. Pero mejor aún, te da un paseo por el alma de un Jaritos que es, esencialmente, un gran tipo. Por más que se pase la vida gruñendo. Los alemanes deberían leerlo obligatoriamente para saber como se estructuran las sociedades mediterráneas, en torno a la familia en el caso de los comunes mortales, como Kostas, y en torno a la corrupción en el caso de los políticos y empresarios.

Extraordinaria…como toda la serie.


Suicidio perfecto
Petros Markaris 2004
Ediciones B
400 páginas

jueves, 7 de junio de 2012

Jueves, 7 de junio de 2012


“A veces las cosas más pequeñas son las que más espacio ocupan en tu corazón”



Winnie the Pooh (también llamado Winnie Pooh en las traducciones de Disney, y Winny de Puh en los libros de A. A. Milne traducidos al español) es un personaje ficticio protagonista de varios libros familiares de Alan Alexander Milne y posteriormente de los estudios de Walt Disney. Vive en el Bosque de los Cien Acres en una casa construida dentro de un árbol que tiene un letrero de letras doradas sobre su puerta, en el que dice " Mr. Sanders" con sus amigos: Piglet, Tigger, Conejo, Ígor, Christopher Robin, Rito, Cangu, Búho, Topo, Lumpy el Efelante, y Darby (de la serie Mis amigos Tigger y Pooh). Winnie es un regordete osito amarillo de peluche que come miel siempre.

Origen del personaje de Winnie the Pooh

El 24 de agosto de 1914, cuando un tren que transportaba tropas con destino a Inglaterra desde Winnipeg (Manitoba, Canadá) se detuvo en el pequeño pueblo de White River (Ontario). El teniente veterinario H. Colebourn (1887-1947) encontró allí a un trampero con una cría de oso negro. El cazador había matado a su madre y Colebourn le compró el cachorro por 20 dólares. La llamó Winnie por su ciudad adoptiva, Winnipeg, ya que él era británico de nacimiento. El cachorro se convirtió en mascota de la brigada 34ª Fort Garry Horse, a la que pertenecía el militar.

A su paso por Inglaterra, Colebourn prefirió dejar a Winnie, que resultó ser una hembra, en el Zoo de Londres para que la cuidaran mientras él continuaba camino del frente. Aunque otros cinco osos más fueron dejados por tropas canadienses, Winnie se convirtió pronto en la favorita del público.

Al acabar la guerra en 1918, Colebourn se pasó por el Zoo a recoger su oso pero, tras ver cómo la gente la apreciaba por su docilidad, decidió dejarla allí. Volvería en varias ocasiones a visitarla hasta que la osa murió finalmente el 12 de mayo de 1934. El capitán Colebourn continuó en Canadá su carrera como veterinario hasta su muerte en 1947.

Por iniciativa del hijo del militar, en 1992 se descubrió en el Assiniboine Park Zoo de Winnipeg una estatua representando a Coleburn de pie cogiendo de las patas al cachorro. En 1995 un grupo de oficiales de la 34ª Fort Garry Horse llevó al Zoo de Londres una copia donada por el gobierno de Manitoba.

Un niño, llamado Christopher Robin Milne, acompañó a unos vecinos, cuando tenía cinco años, en su visita al Zoo y allí conoció a Winnie, de la que se hizo amigo hasta el punto de que los cuidadores le dejaban pasar dentro del recinto para jugar con ella. Se da la circunstancia de que a la osa no le gustaba la miel como al personaje sino la leche condensada. Aquella primera visita inspiró a su padre, el escritor Alan A. Milne, un poema.

miércoles, 6 de junio de 2012

Historias del JJ

Era una mujer madura, elegante, con un cuerpo de marca hecho para vestir ropa de marca. Hablaba por su smartphone, enviaba correos, escribía en un dietario, parecía negociar algo, y, fuese lo que fuese, debía ser algo importante.

Dio, que esa noche estaba sólo, le había mirado las piernas al sentarse, unas piernas perfectas y perfectamente perfiladas por aquellas medias negras. El barbudo frunció los labios y Cristiano asintió. Era una mujer de las que quitan la respiración.

Y, de repente, detuvo toda aquella actividad y levantó la cabeza. Sonaba “Stay” de Jackson Browne… Se levantó del taburete y se acercó a Diógenes.

-          Perdona… ¿Bailas?

Diógenes puso primero cara de sorpresa y luego, como si hubiese encontrado sentido a la pregunta, le respondió.

-          “Stay” sí.

La enlazó por la cintura y en un instante estaban bailando como Fred y Ginger, cheek to cheek, mejilla contra mejilla. Los acordes lentos, la voz en falsete, que pedía “una canción más”…

Cristiano estaba asombrado. Parecía que hubiesen ensayado. Y al final, dejándose llevar, ella apoyó la cabeza en el hombro del barbudo como si se amasen desde siempre.

Al señor Browne le sucedieron los U2 cantándole a un sangriento domingo, y ellos se separaron. Cada uno volvió a su asiento y Dio pidió otra media pinta.

La mujer guardó sus cosas en el bolso, pagó la cuenta y miró a Diógenes.

-          Hacía veinticinco años que no bailaba esta canción…y toda una vida que no la bailaba así.
-          Si me aseguras que dentro de otros veinticinco estarás dispuesta a repetirlo, intentaré estar aquí para tí.

La mujer le sonrió y caminó hacia la puerta.

-          Cristiano, una mujer que se merece un “quédate un poco más”. Pon otra media.

Condenadas a recordar

Yo he sido varón desde que nací. Quiero decir, nunca he percibido el universo desde el punto de vista femenino. Reconozco que tampoco es que haya hecho grandes esfuerzos por intentar entender como es el mundo para ellas, supongo que por esa inexorable ley masculina del mínimo esfuerzo. Pero no me cambiaría por ellas nunca por una cuestión que para mí resulta esencial: mi estupenda mala memoria.

Los hombres, en general, adolecemos de una extraordinaria mala memoria. Es cierto que no para todo: yo puedo repetir segundo a segundo la jugada que culminó con el gol de Torres en la Eurocopa o la alineación del Atleti que jugó la final de la Copa de Europa de 1974. Una mujer diría que no son hechos relevantes. Vale. También recuerdo con una enorme nitidez el día en que nacieron mis hijos. Pero, es cierto, poco más…Por ejemplo, ya no recuerdo que le regalé por el Día de la Madre hace apenas dos semanas…

La memoria de las mujeres, comúnmente, es infinitamente superior. Son capaces de recordar personas, lugares, hechos, fechas…Podría decirse que tienen un registro casi completo de sus vidas, con una abrumadora cantidad de datos. Desde lo más nimio a lo más trascendente, todo queda impreso en su disco duro para siempre.

Eso, que a priori puede parecer bueno, me da la impresión de que es la mayor putada que le pueden hacer a un ser humano, con el aderezo de que, a diferencia de los hombres, ellas no suelen padecer déficits de  atención. De manera que yo creo que los hombres somos más felices, por más mendrugos.

Entre todas las cosas que se nos pasan, en las que no caemos y las que no recordamos, podría decirse que los hombres somos como peces, y a los tres segundos dejamos de archivar cosas. Eso significa que, a menos que el asunto resulte grave, todo lo demás va a la papelera de reciclaje. Pequeñas ofensas o desprecios, frases hirientes, gestos desagradables, casualidades molestas (eso de llevar dos veces el mismo vestido y que otra mujer lo haga notar), todo se va por el sumidero. Y se va hasta tal punto que, cuando ella te los recuerda, sólo eres capaz de tener una vaga impresión de que algo como lo que te están contando pudo haber pasado una vez. Y tampoco te importa.

La conclusión que saco es que, cuanto más ignorante, más feliz llega uno a ser. La ignorancia del pasado es la que permite la ignorancia del presente y, por ende, un grado razonable de felicidad. Aunque, pensándolo bien, tampoco es exactamente mala memoria. A las pruebas me remito: Reina, Heredia, Eusebio, Capón, Adelardo, Luis, Irureta, Ufarte, Gárate y Salcedo.

martes, 5 de junio de 2012

Martes, 5 de junio de 2012




"Nunca se debe gatear cuando se tiene el impulso de volar"



Hellen Keller, escritora y educadora sorda y ciega estadounidense 1880-1968

(Tuscumbia, 1880 - Easton, 1968) Escritora norteamericana. Invidente y sordomuda, se especializó en educación especial para discapacitados. A causa de una grave enfermedad que le acometió a los diecinueve meses de edad, Keller perdió la vista y el oído, lo que le impidió desarrollar el habla durante sus primeros años de vida. Cuando cumplió los seis años, sus padres contrataron a una institutriz irlandesa, Ann Sullivan, quien le enseñó el lenguaje de los sordomudos y que marcaría un giro radical en su vida.

Posteriormente, y junto con su institutriz, prosiguió sus estudios especiales en la institución Horace Man School para sordos, de Boston, y en la Wright-Humason Oral School, en Nueva York. Allí no sólo aprendió a hablar, leer y escribir, sino que se capacitó para cursar estudios superiores. Siempre acompañada por A. Sullivan, desde 1900 hasta 1904, completó su formación en el Radcliffe College, donde se graduó con la mención "cum laude". Tras su graduación, Keller realizó diversos viajes a Europa y África.

Su obra publicada es, básicamente, autobiográfica, ya que Keller encontró en la escritura el modo de objetivar y hacer comunicable su difícil experiencia. Sus libros pronto se convirtieron en un ejemplo de tenacidad y resistencia frente a las dolencias eventuales de la vida, especialmente las físicas. Entre sus publicaciones destacan La historia de mi vida (1902); Optimismo, de 1903; El mundo en el que vivo (1908) -libro que le valió su fama internacional y en el que narra el contraste entre la riqueza de la vida íntima que su alma albergaba y la menguada vida sensorial de la que Keller fue víctima-; Canción del muro de piedra, de 1910; Fuera de la oscuridad, de 1913; Mi religión, de 1927; El medio de una corriente, de 1929; Paz en el atardecer, de 1932; El diario de Hellen Keller, de 1938, y Déjanos tener fe, de 1940.

En 1934 Keller tuvo ocasión de devolver los favores prestados y la persistente dedicación a su institutriz A. Sullivan cuando ésta perdió la vista imprevisiblemente. Keller publicó también algunos artículos en la prensa y en revistas especializadas.

lunes, 4 de junio de 2012

La fiesta


I Concurso de Relatos Hiperbreves


LA FIESTA     (AUTOR: JAVIER SOLAMENTE)

El ritmo diario de la oficina aburría a las ovejas, papeles, facturas, alguna llamada de teléfono. Odiaba aquello, pero le permitía sobrevivir. Se distraía con la laca de uñas repasando la manicura francesa una y otra vez. Algo la tenía muy excitada, era la gran noche. Deslizó su alianza en el monedero, miró el reloj y esperó a Carlos el contable. Su colonia barata le precedía, se dirigió al ascensor y ella se levantó tras él. Al cerrarse la puerta del ascensor se besaron apasionadamente, se tocaron con pasión, obscenos, calientes. Él se entretenía acariciando su liguero y sus caderas, Rita sabía cuánto le gustaba la lencería y amasaba su hombría con destreza. Clin, piso cero. Se colocaron las ropas y salieron como si no se conocieran, cada uno en su coche. Se escribían mensajes calientes con el móvil en los semáforos. Ella guardó el coche en el garaje y le abrió el portal desde dentro. "Piso 9, dale tu" en lo que duró el viaje se frotaron sin cesar, él no cabía de emoción en sus pantalones. Rita abrió la puerta de su casa, alguien encendió la luz mientras ellos se magreaban. Todos gritaron a coro: "¡sorpresa!"



domingo, 3 de junio de 2012

Curiosidades rurales 3/4

     La orografía del terreno siempre ha influido de manera evidente en las costumbres de las zonas rurales. Un ejemplo muy claro se da en la isla de la Gomera, donde lo farragoso del terreno hizo que se inventara un medio de desplazamiento para bajar los muchos e imponentes cerros y montañas que copan la misma. Se trata de un simple palo de madera de unos 3 metros de largo que sirve para apoyarse en él como si fuera una pértiga y bajar por las laderas dando saltos. También se creó el silbido gomero, lenguaje para comunicarse entre los pastores dispersos por la montaña sin necesidad de acercarse unos a otros, evitando así difíciles desplazamientos.

     Algo también muy curioso es que dos de las zonas de España donde más llueve no están en el norte, como podría pensarse por lógica, sino en el sur: en la sierra de Grazalema en Cádiz y en la de Aracena en Huelva.

     Y hablando de lluvias, conozco algun pueblo donde me contaron que cuando se aproximaba una tormenta que pudiera ser perjudicial para la cosecha, había un encargado de subirse a algun cerro de alrededor a tirar cohetes con la intención de  desviar su trayectoria, lo que, al parecer, daba resultados muy desiguales.

      Es muy habitual también ver señalada, en el dintel de la puerta de muchas casas, la fecha de construcción de las mismas, algunas con mucha solera, de los siglos XVII y XVIII, o frases pidiendo la bendición de la casa a Dios o a la Virgen.

      Una de las señas de identidad de muchas zonas rurales son sus juegos populares: tanguilla, bolos... En Cantabria hay una liga de bolos por pueblos con sus diferentes divisiones, cuyas partidas se juegan en bonitas boleras de piedra al aire libre, como en Santillana del Mar o en Carmona, por citar solo dos ejemplos. En este último precisamente, me sucedió algo curioso: ví a varias personas en torno a una radio de la que salía una voz enérgica propia de una retransmisión deportiva; me acerqué pensando si se trataría de algun partido de fútbol, y descubrí, para mi sorpresa, que era una retransmisión de una competición de bolos.

     Y siguiendo con bolos, me llamó mucho la atención ver que la bola que se lanza para derribarlos en la provincia de Soria es agüevada, y en el norte de León es una media esfera.

     Otro elemento muy característico de los pueblos son los lavaderos, lugares que con la aparición de las lavadoras automáticas han perdido uso, pero que todavía funcionan algo, sobre todo para "manchas difíciles", además de ser centros habituales de intercambio de "chascarrillos"  mujeriegos. Algunos muy bonitos son los de Morella y Montanejos en Castellón, Albarracín en Teruel y Brihuega y Palazuelos en Guadalajara.

     Una costumbre que todavía se conserva en algunos pueblos es la del "cerdo de San Martín". En La Alberca (Salamanca), por ejemplo, aún se ve el cochino paseando tranquilamente por sus calles, mientras los vecinos le van dando de comer allá por donde pasa. Lo malo para el animal es que llegará el día de San Martín... Pero sería injusto no hacer un homenaje al cochino, que ha salvado del hambre a varias generaciones de españoles en el pasado, y que sigue alegrando la mesa en el presente.

     No quiero olvidarme tampoco de otro animal que, en el ámbito rural, le ha dado un servicio impagable al hombre: el burro. Todavía se ven algunos.

     Y ya que estábamos en La Alberca, quiero hacer mención de otra curiosa costumbre que se mantiene en esta localidad: todos los días, al anochecer, una mujer recorre las calles haciendo sonar una esquila mientras pide oraciones por las ánimas.
    
    Algo curioso y gracioso al mismo tiempo, es que muchos lugareños cierran la linde de las huertas mediante la colocación de un viejo somier de manera vertical, a modo de puerta. O poner figuras de enanitos en la entrada de la casa. O botellas llenas de agua para que los gatos no se metan en la vivienda.

     Una costumbre muy rural es la de "tomar la fresca". En las noches de verano los vecinos sacan sillas de casa a la calle para sentarse al aire libre y aliviar el calor, mientras se sumergen en animadas conversaciones. Aunque en otras ocasiones, cuando el tiempo es más frío, lo que procede es "tomar el sol". Tanto para lo uno como para lo otro, además de los típicos bancos callejeros, es frecuente que se habiliten poyetes y maderos o tablas apoyados en piedras para poder sentarse.

     Hay muchas localidades que no tienen tiendas. Cuando sus habitantes oyen el sonido prolongado de una claxon, ya saben que se trata de la furgoneta o el camión del carnicero, el pescadero o el frutero, que acaba de llegar en su ruta por los pueblos de la zona.


AOC
Continuará...


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