Damas y caballeros, ha llegado la Navidad. Ya sé que es tres de diciembre, pero eso no tiene importancia.
Si seremos una sociedad enferma que celebramos con inmensa alegría nuestra propia renuncia a controlar nuestras vidas. Compramos cuando nos lo proponen, globalizando el "Black Friday" y el "Cyber-Monday" y al Pato Donald si es menester. Vivimos pendientes de la llegada del viernes, como si el único horizonte posible en nuestras vidas fuese no ir a trabajar, estigmatizando ese trabajo que nos da de comer. Un trabajo del que renegamos por sus condiciones, las mismas que hemos soportado que nos impongan los mismos que nos seducen con las rebajas de verano, las cuentas remuneradas y los créditos "que te hacen libre".
Si será triste que, a Dios rogando y con el mazo dando, hasta los más fervientes creyentes festejan sin rubor el hecho de que los símbolos religiosos se hayan transformado en puras mercancías. Si al Padre Sabino, mi profesor de latín del colegio, le voy yo con el cuento de que el inicio de la Navidad lo determina la publicidad de los centros comerciales, me suelta una galleta que me pone en órbita. Pues ahora es eso, y la Semana Santa es el tiempo de la escapada a Bali, Santiago Apóstol es un puente veraniego y la Inmaculada es el festivo que empalma con la Constitución.
Lo curioso es que luego nos desgarramos las vestiduras cuando alguien pretende eliminar un crucifijo de un espacio público. Y viceversa, que los perseguidores de crucifijos terminan por justificar que una mujer pasee por la calle disfrazada de mesa camilla por tolerancia con una identidad cultural que, por lo que se ve, es más respetable que la tradicional del terruño. Nos volvemos nacionalistas de lo mínimo, en vez de avanzar hacia la única globalización que puede salvar a las generaciones venideras, que no es otra que la universalización de los valores de los derechos humanos y de la justicia social. Somos capaces de inmolarnos en defensa de una lengua agonizante que hablan tres, pero ser bilingües en un idioma universal nos parece tan baladí que ni los Presidentes del Gobierno tienen porque hablarla. Charlamos de las Conferencias y los Protocolos en defensa del medio ambiente con suficiencia, la misma que nos falta para recoger la basura que hemos generado en una chuletada en el Guadarrama. Pedimos, desde el volante de nuestro coche atascado entre otros miles de coches, medidas para reducir la contaminación. Y así, hasta el infinito. Y más allá.
Pues nada. Que ya es Navidad. Según cuentan los viejos de la residencia, algo relacionado con el nacimiento de un niño en alguna parte del Medio Oriente o no sé qué leches...Eso sí, se nos saltarán las lágrimas viendo películas de serie B en las que un espíritu navideño anglosajón restablece la felicidad en el hogar de los Smith. Que eso sí que es navideño.
jueves, 3 de diciembre de 2015
sábado, 21 de noviembre de 2015
El nombre de los nuestros
Vivimos tiempos convulsos, no hay duda. Pero si
además de ver “8 apellidos catalanes” o similares, consumiéramos historia, nos
daríamos cuenta de que podríamos aprender mucho. “El nombre de los nuestros” no
puede, de forma estricta, clasificarse como historia, porque es una novela,
pero según su autor, bebe de fuentes directas, de alguien que vivió los sucesos
a los que nos remonta, por lo que para mí es historia con mayúsculas.
El desastre de Annual fue un acontecimiento que
marcó la también convulsa época del primer tercio de siglo XX en España, en la
que los restos del imperio colonial español se estaban terminando de
desmoronar. Esta maravillosa novela ahonda en lo que apenas se cita en los
libros de historia: en las penalidades, preocupaciones y angustias de los
auténticos protagonistas, que eran los soldados. En la certeza de una muerte
inminente por una causa que, llegando el momento supremo, casi ninguno
comprende, es sobrecogedor ponerse en la piel de aquellos que la van a
entregar.
Lorenzo Silva es conocido sobre todo por su saga de
Bevilacqua y Chamorro, que ya hemos recomendado vivamente. Pero Silva es mucho
más. Es una persona con criterio, ecuanimidad, sentido común, clarividencia, y
además con una literatura que de forma magistral atrapa al lector de forma
irremisible. Es un escritor que va manteniendo una progresión constante,
siempre a mejor, y cuyo techo yo no soy capaz de vislumbrar. Si la Real
Academia es una institución justa, tendrá un sillón para él, con toda
seguridad. Y de ahí en adelante.
“El nombre de los nuestros”, que Lorenzo Silva escribió
en 2001, estremece y conmueve, sobre todo esto último, y permite empatizar con
todos o muchos de los personajes que retrata con pluma maestra. Sin duda, Silva
es un hombre sabio, y tenemos la suerte de que nos regale obras tan buenas como
esta. Yo además tengo la suerte de que el sin par Diógenes me la regaló a mí.
El
nombre de los nuestros
Lorenzo
Silva
Booket,
nº 2080
Ediciones
Destino, 2008
285
páginas
domingo, 8 de noviembre de 2015
ATARDECER EN SAN JUAN DE GAZTELUGATXE
Costa vizcaína, entre Bakio y Bermeo. Cae la tarde. Llego a unos enormes aparcamientos, junto a los que hay varios restaurantes. Parece que por aquí viene mucha gente, aunque ahora está todo tranquilo. Algo grande estoy a punto de descubrir.
Hay un cartel que indica "Mirador 300 metros. San Juan de Gaztelugatxe 1,3 kmts". Desciendo por la senda, bien arreglada, primero empedrada y después de tierra, escoltada por barandillas de madera, que discurre por un denso bosque, y enseguida llego al mirador. Aquí me doy cuenta del motivo por el que este lugar es tan visitado.
No salgo de mi asombro por lo que tengo ante mis ojos, y lo primero que me viene a la cabeza es el final de la película "Mamma Mía", cuando se celebra la boda en una ermita que se encontraba en lo alto de una peña junto al mar en las islas griegas. Esto es algo parecido, un lugar de una belleza increíble.
Se trata de un islote rocoso, lleno de oquedades en su parte baja por las que se mete el agua, de unos 100 metros de altura, coronado por la ermita de San Juan, al que se accede por un puente de piedra con arcos de medio punto que lo comunica con tierra firme.
Desde el mirador, sigo bajando por la senda hasta llegar a una pista asfaltada, solo abierta para servicios o en días de boda, la cual me lleva hasta el nivel mar, junto al puente. Aquí estoy frente al peñón, espectacular, precioso, increíble... todo al mismo tiempo.
Nada más cruzar hay una escalera que desciende hasta el agua, pero las olas golpean con fuerza en las rocas y prefiero no bajar por precaución.
Aquí me encuentro frente a la escalera de piedra de 241 escalones que sube en zig-zag hasta la cumbre. Según asciendo voy pasando por las distintas estaciones del Vía Crucis, y las vistas se hacen cada vez mejores al ganar altura.
Cuando llego arriba, fatigado, me doy cuenta de que el esfuerzo ha merecido la pena. En el porche de la ermita, de piedra vista, hay varias placas explicativas sobre el lugar, y en el interior una imagen de San Juan Bautista y de otros santos. Al lado, una caseta con mesas para que romeros y visitantes se refugien cuando las inclemencias meteorológicas habituales de esta zona no permitan estar a la intemperie. Y sobre unas rocas, el final del Vía Crucis junto al un alto mástil.
Todos los alrededores de la ermita son un maravilloso mirador. Hacia tierra firme contemplamos pequeñas playas de piedra, escoltadas por espectaculares acantilados de frondosa vegetación. Hacia el Este vemos el islote Aquech en primer término con el cabo Machichaco al fondo. Hacia el Norte, la inmensidad del bravo mar Cantábrico. Y a poniente, toda la costa hacia Bakio, salpicada de multitud de rocas puntiagudas que emergen del agua, y más litoral hacia la bocana de la ría de Bilbao, por donde se pondrá el sol en breve.
La luz del atardecer le da a todo un toque de belleza añadida, con ese colorido rojizo que se proyecta en las rocas y en las nubes que están dispersas por el cielo. Este lugar es maravilloso pero, en este momento del día, aún más.
El sol poco a poco va descendiendo hasta perderse por detrás de la costa de poniente, pero el espectáculo luminoso mezclado con la naturaleza todavía continúa durante un rato más.
Debo irme, porque la noche cae y todavía hay que regresar hasta el parkin, pero antes vuelvo, una vez más, a hacer un giro visual de 360 grados: acantilados, Aquech, Machichaco, Bakio... y el propio islote rocoso en el que estoy. Me empapo bien de lo que veo, estoy en un lugar único. Bajo los 241 escalones, cruzo el puente y me doy la vuelta para ver el peñón otra vez. Me voy y ya tengo ganas de volver.
Islote Aquech, y al fondo Cabo Machichaco |
Bajada hacia el puente desde la Ermita |
Puesto de Sol sobre el Vía Crucis |
Puesta de Sol en la bocana de la ría de Bilbao |
Puesta de Sol desde el puente |
EL RURAL
lunes, 2 de noviembre de 2015
Segundo Premio del III Concurso de Relatos Hiperbreves ma non troppo
Todavía queda gente que ama a los burros
Raimundo Persiana era campesino. Poseía un pedazo de
terreno pedregoso del que con mil esfuerzos, suyos y de su burro “Resignado”,
conseguía sacarle para ir viviendo ambos. Raimundo Persiana había casado con
Ruperta Camino, que cansada de la dura y aburrida existencia que llevaban, se
había fugado con un cobrador del frac, después de haber él cobrado una deuda
importante. En Corraleja donde ambos vivían, lo más suave que de ella dijeron
los criticones fue: puta verbenera y callejera. Raimundo nunca habló mal de la
fugada y la echó de menos solo en parte. Ruperta cocinaba fatal, se quejaba de
todo, raramente mostraba contento y mucho menos felicidad. En realidad,
Raimundo sólo la echaba de menos cuando le atacaba la imperiosa necesidad de
hembra y tenía que aliviarse manualmente. Raimundo se llevaba de maravilla con
“Resignado”. El animal le dejaba que hablase todo lo que le venía en gana, sin
interrumpirle nunca, y daba continuos asentimientos de cabeza como si estuviera
con él de acuerdo en todo. Raimundo compró un décimo de lotería en el bar “Los
higos chumbos” que, el día 22 de diciembre salió premiado con el Gordo.
Explosión de júbilo, escándalo, carcajadas, gritos, champán entre los
agraciados. Aparecieron los medios de comunicación fotografiando, filmando y
acribillando a preguntas a los afortunados ganadores. Una joven presenta-dora y
un cámara se acercaron a Raimundo, aturdido y aturullado entre aquella ruidosa
multitud y, a la pregunta de la reportera sobre en qué iba a cambiar su vida
el importante dinero ganado contestó:
—Compraré un
tractor.
—¿Para ir
montado en él? —preguntó la periodista metiéndole el micrófono en la boca.
—No. Para
que mi burro “Resignado” tenga de ahora en adelante una vida regalada. Al
pobrecillo le vengo explotando de mala manera desde hace años. Y pondré en su
cuadra cale-facción y aire acondicionado para que nunca más pase ni frío ni
calor.
—¿Y para usted qué hará? —cogiéndole
simpatía la mujer.
—Nada, yo
me conformo con lo que ya tengo. Siento que mi mujer se me fuese, le habría
comprado una cocina nueva, una lavadora-secadora y una docena de vestidos
bonitos.
La
presentadora de televisión y el cámara acompañaron a Raimundo a su modesta
casita de campo, filmaron a “Resignado” sonriente, y este animal cayó tan bien
que se hizo tan famoso como el Platero de Juan Ramón Giménez. Ruperta Camino
regresó con su marido y, muy arrepentida, le pidió perdón por haberle
abandonado, y Raimundo se lo concedió y ella agra-decida por su bondad aprendió
a cocinar, a prepararle suculentas comidas en su fantástica cocina nueva y se
le arrimaba bien todas las noches. En adelante “Resignado” siguió cabeceando
amablemente cuando le hablaban sus dueños, sin llevarles nunca la contraria. Se
había convertido en un burro feliz y descansado. Inteligente lo había sido
siempre. ¡Ah!, y se compadecía del tractor.
martes, 20 de octubre de 2015
Primer Premio del III Concurso de Relatos Hiperbreves ma non troppo
María Santísima de los Milagros
«A
la de tres» –pensó Alan, y sin más se lanzó por la ventana en busca de la
muerte. Porque harto estaba de una vida miserable y absurda, plagada de
despropósitos, y deseaba, por una vez, tomar las riendas de su destino. ¿Y qué
mejor que un suicidio como reivindicación de uno mismo? Lo que Alan tenía de
reivindicativo, sin embargo, lo tenía también de ateo, de ahí que no se hubiera
percatado de que la única procesión cristiana del pueblo pasaba, exactamente a
esa hora, por debajo de su ventana. Así vinieron a dar sus formas blandas
contra el trono de María Santísima de los Milagros, al tiempo que se elevaba un
«oh» generalizado desde la boca de los presentes. Alan rebotó varias veces
sobre el palio y salió indemne. La Virgen, en cambio, quedó hecha una piltrafa.
Se abrió su cuerpo lo mismo que una vaina y fue decapitada al instante. La
testa coronada rodó por la túnica y se detuvo justo a los pies de Pepa, beata
redomada y enferma de un pulmón. O, mejor dicho, del pulmón, pues el otro
miembro de la pareja había sido extirpado, todo gris y putrefacto, tres años
atrás. Con mucho ahínco le había pedido a la Virgen, milagrosa como era, la
curación absoluta de sus problemas respiratorios, pero al ver su cabeza
cercenada sobre el asfalto decidió que, en efecto, la Virgen no estaba en aquel
momento para milagros. Del disgusto le dio un ataque de tos tal que, tras pasar
del azul al morado, cayó fulminada allí mismo. Al otro lado de la carretera,
Lola se llevaba las manos a la cara, porque, aun siendo menos devota, también
ella le había pedido, a su manera, un milagro a la Virgen. Prisionera de un matrimonio
sin mucho fuste, una tarde se emborrachó de carajillos y exigió al cielo, con
los ojos lacrimosos, alguna señal que demostrara su aprobación, o no, del plan
que tenía en mente; esto es, abandonar a su marido lo mismo que a un gato
muerto. La Virgen había respondido amputándose la cabeza y en aquel instante la
miraba fijamente con los ojos pintados sobre la escayola en un gesto que, según
interpretaba Lola, mostraba su categórica aprobación. Como señal, desde luego,
aquello era la repera, por lo que agarró al desconocido que tenía a la
izquierda, algo paleto pero bien parecido, y le plantó un beso en todos los
morros. Así, en apenas unos minutos, el mundo había cambiado. Alan abandonó el
lugar, escoltado por la policía, sintiéndose repentinamente religioso, puesto
que, al fin y al cabo, la Virgen le había salvado la vida. La pobre Pepa marchó
con los pies por delante en el interior de un coche fúnebre, aunque,
ciertamente, menos afectada por sus problemas respiratorios. Y Lola caminó del
brazo de un flamante (y garrulo) desconocido, dispuesta a presentárselo a su,
desde aquel mismo momento, ya exmarido.
Para
que luego digan algunos que los milagros marianos no existen...
jueves, 13 de agosto de 2015
Los ojos
Los ojos, dicen, son nuestra
ventana al mundo, a la realidad, son la herramienta con la que percibimos el
aspecto de lo que el mundo nos ofrece.
Seguramente son lo primero en
que alguien se fija cuando conoce a otra persona, o lo que más le atrae cuando
se enamora. Los ojos son una conexión única con las percepciones; nada, nada,
puede sustituirlos.
Incluso cuando se dice, según la
sabiduría popular, que la cara es el espejo del alma, en realidad son los ojos
los que expresan los atributos de un rostro, y de una persona. Bondad,
angustia, serenidad, preocupación, deseo. O rasgos más oscuros.
En estas fechas se exhiben en
muchas paradas de autobús anuncios que tiene por protagonista a una atractiva
actriz de fama internacional, como imagen de una prestigiosa marca de moda, con
un pequeño vestido negro.
Objetivamente es una mujer hermosa,
y muestra una mirada voluptuosa, acorde con la pose que adopta en dichos
anuncios.
Por favor, hagan un sencillo
ejercicio. Tapen, en la imagen de la actriz, su ojo derecho, y fíjense en su
expresión.
Y después, tapen su ojo
izquierdo, y vuelvan a fijarse en la expresión de su rostro.
¿Casualidad? ¿Imagen? ¿Demasiado
alcohol? Seguramente, esto último.
domingo, 26 de julio de 2015
SERRANÍA SUR DE CUENCA 2/2
... / ...
Cogemos el coche de nuevo para visitar el pueblo de Salvacañete, a orillas del río Cabriel. Ubicado en lo alto de un cerro, lo primero que vemos a la entrada del pueblo es la bonita hornacina con la imagen de San Cristóbal. Después, paseando por sus calles, veremos la Plaza Mayor con su iglesia, el ayuntamiento, con su curioso reloj de fachada, y buenas casas señoriales. Subiendo por sus estrechas y empinadas calles, veremos buenas casas encaladas de arquitectura popular, y al llegar a la cumbre del cerro, coronado por una gran cruz metálica, disfrutaremos de unas excelentes vistas del valle del Cabriel, y del principio del espectacular cañón que forma aguas abajo.
Precisamente cogemos ahora la carretera de El Cubillo y Alcalá de la Vega para adentrarnos en el cañón, donde en algunas pequeñas zonas de parkin podemos hacer paradas para observar tranquilamente el río Cabriel encajonado entre altísimos paredones rocosos.
Después de salir del cañón llegamos a Algarra, un pueblo pequeñito que ofrece una bella estampa por su situación encalada en la ladera de un cerro y por sus blanquecinas viviendas.
A continuación llegamos a otro de los platos fuertes de la ruta: Moya. Se trata de un antiguo pueblo monumental situado en una altimeseta, de más de un kilómetro de largo de punta a punta, amurallado en su totalidad, compuesto de castillo, viviendas, iglesias, conventos y monasterios. Casi todo el conjunto se encuentra en ruina, pero yo calificaría de imprescindible la visita a esta villa monumental ya que, a pesar de su decadencia, ofrece gran cantidad de atractivos.
Accedemos al recinto por una doble puerta en codo rehabilitada que nos conduce a la plaza del pueblo, donde se encuentran las dos únicas edificaciones que se conservan en perfecto estado: la iglesia de Santa María la Mayor y el ayuntamiento, hoy taller, que dan servicio al Arrabal, el pueblo extramuros.
Desde la plaza, hacia un lado tenemos los restos de un monasterio, que ahora está siendo rehabilitado, del cementerio y de otras edificaciones; en la zona central las ruinas de las viviendas que conformaban el pueblo, y otras pertenecientes a diversos edificios religiosos; y en el otro extremo el castillo con sus torreones cilíndricos.
En la parte más vulnerable de la meseta hay doble muralla, mientras que por el otro lado ejerce de defensa natural la propia roca de la montaña. Encontramos por todo el recinto variedad de puertas de acceso, rehabilitadas todas ellas junto con sus tramos de muralla más cercanos.
Decir que hay carteles explicativos que nos harán más instructiva la visita, y también que desde cualquier parte del perímetro de la muralla tenemos excelentes vistas de esta zona de transición entre la Serranía Sur y la Mancha conquense.
Y como colofón a nuestra ruta, nos dirigimos al cercano Rincón de Ademuz, territorio perteneciente a la Comunidad Valenciana enclavado entre las provincias de Cuenca y Teruel. Concretamente vamos al pueblo de Arroyo Cerezo, pequeña localidad agrícola y ganadera, punto de partida de una bonita y sencilla ruta de senderismo que sube al alto llamado Cruz de los Tres Reinos, cima situada a 1.560 metros de altitud, lugar donde se unen las actuales provincias de Teruel, Cuenca y Valencia, y antiguos reinos de Aragón, Castilla y Valencia.
Pero antes de subir, saliendo de Arroyo Cerezo hacia el cercano pueblo turolense de Veguillas, nos encontramos una pequeña pero hermosa cascada formada por un hundimiento de rocas, en un pequeño cañón esculpido por el Arroyo del Cerezo.
Para hacer la ruta nos situamos en el barrio alto del pueblo, de donde sale un camino de tierra que asciende en suave pendiente, primero entre campos de labranza y luego entre bellos bosques de sabina. En un momento dado, hay que salirse de este camino para seguir diversas sendas, pero no hay pérdida siguiendo la señalización blanca y amarilla, que nos conducirá hasta el alto de la Cruz de los Tres Reinos, donde hay un vértice geodésico y carteles indicadores de distintas rutas de senderismo que por allí discurren. Desde el pueblo habremos recorrido unos 4 kmts., sin mayores dificultades.
Podemos regresar a Arroyo Cerezo por el mismo camino que subimos, o bien volver por Veguillas, dando un poco más de vuelta, pero siempre por hermosos sabinares.
Y aquí en este lugar, disfrutando de las espléndidas vistas, acabamos nuestro recorrido por la Serranía Sur de Cuenca.
Saludos
Cogemos el coche de nuevo para visitar el pueblo de Salvacañete, a orillas del río Cabriel. Ubicado en lo alto de un cerro, lo primero que vemos a la entrada del pueblo es la bonita hornacina con la imagen de San Cristóbal. Después, paseando por sus calles, veremos la Plaza Mayor con su iglesia, el ayuntamiento, con su curioso reloj de fachada, y buenas casas señoriales. Subiendo por sus estrechas y empinadas calles, veremos buenas casas encaladas de arquitectura popular, y al llegar a la cumbre del cerro, coronado por una gran cruz metálica, disfrutaremos de unas excelentes vistas del valle del Cabriel, y del principio del espectacular cañón que forma aguas abajo.
Precisamente cogemos ahora la carretera de El Cubillo y Alcalá de la Vega para adentrarnos en el cañón, donde en algunas pequeñas zonas de parkin podemos hacer paradas para observar tranquilamente el río Cabriel encajonado entre altísimos paredones rocosos.
Después de salir del cañón llegamos a Algarra, un pueblo pequeñito que ofrece una bella estampa por su situación encalada en la ladera de un cerro y por sus blanquecinas viviendas.
A continuación llegamos a otro de los platos fuertes de la ruta: Moya. Se trata de un antiguo pueblo monumental situado en una altimeseta, de más de un kilómetro de largo de punta a punta, amurallado en su totalidad, compuesto de castillo, viviendas, iglesias, conventos y monasterios. Casi todo el conjunto se encuentra en ruina, pero yo calificaría de imprescindible la visita a esta villa monumental ya que, a pesar de su decadencia, ofrece gran cantidad de atractivos.
Accedemos al recinto por una doble puerta en codo rehabilitada que nos conduce a la plaza del pueblo, donde se encuentran las dos únicas edificaciones que se conservan en perfecto estado: la iglesia de Santa María la Mayor y el ayuntamiento, hoy taller, que dan servicio al Arrabal, el pueblo extramuros.
Desde la plaza, hacia un lado tenemos los restos de un monasterio, que ahora está siendo rehabilitado, del cementerio y de otras edificaciones; en la zona central las ruinas de las viviendas que conformaban el pueblo, y otras pertenecientes a diversos edificios religiosos; y en el otro extremo el castillo con sus torreones cilíndricos.
En la parte más vulnerable de la meseta hay doble muralla, mientras que por el otro lado ejerce de defensa natural la propia roca de la montaña. Encontramos por todo el recinto variedad de puertas de acceso, rehabilitadas todas ellas junto con sus tramos de muralla más cercanos.
Decir que hay carteles explicativos que nos harán más instructiva la visita, y también que desde cualquier parte del perímetro de la muralla tenemos excelentes vistas de esta zona de transición entre la Serranía Sur y la Mancha conquense.
Y como colofón a nuestra ruta, nos dirigimos al cercano Rincón de Ademuz, territorio perteneciente a la Comunidad Valenciana enclavado entre las provincias de Cuenca y Teruel. Concretamente vamos al pueblo de Arroyo Cerezo, pequeña localidad agrícola y ganadera, punto de partida de una bonita y sencilla ruta de senderismo que sube al alto llamado Cruz de los Tres Reinos, cima situada a 1.560 metros de altitud, lugar donde se unen las actuales provincias de Teruel, Cuenca y Valencia, y antiguos reinos de Aragón, Castilla y Valencia.
Pero antes de subir, saliendo de Arroyo Cerezo hacia el cercano pueblo turolense de Veguillas, nos encontramos una pequeña pero hermosa cascada formada por un hundimiento de rocas, en un pequeño cañón esculpido por el Arroyo del Cerezo.
Para hacer la ruta nos situamos en el barrio alto del pueblo, de donde sale un camino de tierra que asciende en suave pendiente, primero entre campos de labranza y luego entre bellos bosques de sabina. En un momento dado, hay que salirse de este camino para seguir diversas sendas, pero no hay pérdida siguiendo la señalización blanca y amarilla, que nos conducirá hasta el alto de la Cruz de los Tres Reinos, donde hay un vértice geodésico y carteles indicadores de distintas rutas de senderismo que por allí discurren. Desde el pueblo habremos recorrido unos 4 kmts., sin mayores dificultades.
Podemos regresar a Arroyo Cerezo por el mismo camino que subimos, o bien volver por Veguillas, dando un poco más de vuelta, pero siempre por hermosos sabinares.
Y aquí en este lugar, disfrutando de las espléndidas vistas, acabamos nuestro recorrido por la Serranía Sur de Cuenca.
Saludos
EL RURAL
domingo, 19 de julio de 2015
SERRANÍA SUR DE CUENCA 1/2
Existe una Serranía de Cuenca, la norte, que es la más conocida, donde se encuentran famosos lugares como la Ciudad Encantada o el nacimiento del río Cuervo. Pero existe otra Serranía de Cuenca, la sur, menos conocida pero no menos bella, que es en la que nos vamos a centrar en esta ocasión. Descubriremos hermosos parajes naturales, en los que podemos practicar senderismo, y bonitos pueblos que sorprenderán agradablemente al viajero.
Para comenzar esta ruta nos situamos al sureste de la ciudad de Cuenca, en el pueblo de Mohorte, donde sale una carretera señalizada que nos introduce en la Sierra de Palancares. Nos adentramos en sus inmensos pinares hasta llegar al Parque Natural de las Torcas, en cuyo parkin estacionamos el vehículo. Aquí hay carteles explicativos de los que vamos a ver e información sobre varias rutas de senderismo que se pueden hacer por la zona.
Una torca o dolina es una depresión del terreno provocada por un hundimiento en una zona de roca kárstica, muy propensa para ello, formándose "agujeros" de más o menos diámetro y profundidad. Por aquí las hay de hasta 100 metros de diámetro y 50 de profundidad.
Podemos hacer tres rutas señalizadas, sin ninguna dificultad, para recorrer la zona a pie y contemplar un buen número de torcas: un recorrido corto de 1,5 kmts., otro mediano de 3 kmts. y otro largo de 6 kmts.
En esta zona se encuentran también dos llamativos ejemplares arbóreos: el pino candelabro, con una curiosa forma de la que proviene su nombre, y el pino abuelo, de gran diámetro y antiguedad.
Cogiendo el coche de nuevo, seguimos por carretera entre los pinares hasta llegar a Cañada del Hoyo, pueblo cuya parte alta alberga el castillo de Buen Suceso, muy arreglado y con buena Torre del Homenaje. Buenas panorámicas tenemos desde aquí del valle en el que se asienta.
A pocos kilómetros se encuentra el Monumento Natural de las Lagunas de Cañada del Hoyo, un complejo lagunar con 7 tocas cubiertas de agua de distinto color en un entorno natural precioso. Hay 3 lagunas que son de propiedad pública y se visitan gratuitamente: Laguna Gitana, cuyo perímetro se puede recorrer en su totalidad por una senda; Lagunillo del Tejo y Laguna del Tejo, sobre las que hay un bonito mirador con barandilla de madera con buenas vistas panorámicas de las dos. Las tres están junto al parkin, muy cercanas entre sí, y tienen unos 100 metros de diámetro cada una.
Las otras cuatro lagunas son de propiedad privada y se encuentran en la colindante finca "Siete Leguas", y hay que pagar 2,5 euros para poder visitarlas. Están un poco más retiradas, pero se puede acceder en coche hasta la primera, aunque el paseo andando es muy bonito. Una vez en el parkin, se trata de hacer una pequeña ruta de senderismo de 2 kmts., sin ninguna dificultad, para ver las lagunas Parra, Cardenillas, Tortugas y Llana, de distintos tamaños y colores de agua, todas ubicadas, al igual que las anteriores, en entorno de monte rocoso y pinar. También en esta zona podemos encontrar alguna torca (sin agua).
Continuamos nuestra ruta para visitar uno de esos pueblos que deja huella en el visitante: Cañete. La cantidad de encantos que nos ofrece esta localidad es sorprendente, y más teniendo en cuenta que es de tamaño más bien pequeño.
Podemos empezar en su Plaza Mayor, donde hay una estatua dedicada a don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla en el siglo XV, nacido en esta villa. La plaza es porticada y está compuesta de casas blanquecinas, el ayuntamiento y la iglesia de San Julián, encontrando por los alrededores calles de bonita arquitectura popular y la iglesia de Santiago.
Todo el casco antiguo está rodeado por la muralla que desciende desde el castillo, allá en lo alto, formando las viviendas parte de la misma en algunos tramos. Tiene varias puertas, destacando la de San Bartolomé, árabe, en codo, la de las Eras y la de la Virgen, con espadaña incorporada, junto a la que se encuentra la ermita de la Virgen de la Zarza, patrona de la localidad.
Junto a la ermita pasa el Arroyo de las Fuentes, encajonado en una estrecha cerrada junto a la muralla, donde está el área recreativa "El Postigo", con frondosa vegetación de ribera, arreglados caminos para pasear junto al río, bancos y merenderos. Aquí veremos también una hermosa cascada de unos 10 metros de altura en caída libre, que forma una preciosa estampa cuando el arroyo lleva buen caudal, junto a la abundante vegetación que la rodea.
Y ahora vamos a dar un paseo por los alrededores del pueblo para recorrer los distintos espacios naturales que tenemos por aquí. Desde la cascada,siguiendo el arroyo aguas abajo por la margen izquierda, hay un camino bien arreglado, con pasarelas de madera, que llega hasta su desembocadura en el río Mayor. Siguiendo éste aguas abajo enseguida llegamos a un monumental puente de piedra con un gran arco de medio punto, donde cogemos un camino que nos lleva de nuevo al pueblo. Justo antes de entrar en él, veremos la subida hacia el monumento al Sagrado Corazón, empinado camino que discurre por un pinar hasta alcanzar la imagen, ubicada en lo alto de una roca que sirve de extraordinario mirador del pueblo, el castillo, los montes de la zona y todo el valle. Un lugar para estar un buen rato alegrándonos la vista.
Tras bajar por el mismo sitio entramos de nuevo al pueblo, pasamos por delante de la ermita de la Virgen de la Zarza, donde hay fuente y merenderos, y cogemos el camino que bordea el cerro del castillo. Enseguida llegamos a otra bonita cascada junto a un molino, y poco a poco nos iremos alejando del arroyo para ir subiendo al castillo introduciéndonos en el pinar.
Una vez arriba vemos que el castillo, larguísimo, está en ruina, pero bien merece la pena echar un vistazo a los restos, con sus instructivos carteles explicativos, y ver esa mezcla de castillo natural y artificial, camuflado entre la propia roca de la montaña. Y qué decir de la panorámica desde este alto: impresionante.
Sobre Cañete acabaremos diciendo que tiene una variada oferta hotelera, dado el turismo que se mueve por esta zona.
Saludos
Para comenzar esta ruta nos situamos al sureste de la ciudad de Cuenca, en el pueblo de Mohorte, donde sale una carretera señalizada que nos introduce en la Sierra de Palancares. Nos adentramos en sus inmensos pinares hasta llegar al Parque Natural de las Torcas, en cuyo parkin estacionamos el vehículo. Aquí hay carteles explicativos de los que vamos a ver e información sobre varias rutas de senderismo que se pueden hacer por la zona.
Una torca o dolina es una depresión del terreno provocada por un hundimiento en una zona de roca kárstica, muy propensa para ello, formándose "agujeros" de más o menos diámetro y profundidad. Por aquí las hay de hasta 100 metros de diámetro y 50 de profundidad.
En esta zona se encuentran también dos llamativos ejemplares arbóreos: el pino candelabro, con una curiosa forma de la que proviene su nombre, y el pino abuelo, de gran diámetro y antiguedad.
Cogiendo el coche de nuevo, seguimos por carretera entre los pinares hasta llegar a Cañada del Hoyo, pueblo cuya parte alta alberga el castillo de Buen Suceso, muy arreglado y con buena Torre del Homenaje. Buenas panorámicas tenemos desde aquí del valle en el que se asienta.
A pocos kilómetros se encuentra el Monumento Natural de las Lagunas de Cañada del Hoyo, un complejo lagunar con 7 tocas cubiertas de agua de distinto color en un entorno natural precioso. Hay 3 lagunas que son de propiedad pública y se visitan gratuitamente: Laguna Gitana, cuyo perímetro se puede recorrer en su totalidad por una senda; Lagunillo del Tejo y Laguna del Tejo, sobre las que hay un bonito mirador con barandilla de madera con buenas vistas panorámicas de las dos. Las tres están junto al parkin, muy cercanas entre sí, y tienen unos 100 metros de diámetro cada una.
Las otras cuatro lagunas son de propiedad privada y se encuentran en la colindante finca "Siete Leguas", y hay que pagar 2,5 euros para poder visitarlas. Están un poco más retiradas, pero se puede acceder en coche hasta la primera, aunque el paseo andando es muy bonito. Una vez en el parkin, se trata de hacer una pequeña ruta de senderismo de 2 kmts., sin ninguna dificultad, para ver las lagunas Parra, Cardenillas, Tortugas y Llana, de distintos tamaños y colores de agua, todas ubicadas, al igual que las anteriores, en entorno de monte rocoso y pinar. También en esta zona podemos encontrar alguna torca (sin agua).
Continuamos nuestra ruta para visitar uno de esos pueblos que deja huella en el visitante: Cañete. La cantidad de encantos que nos ofrece esta localidad es sorprendente, y más teniendo en cuenta que es de tamaño más bien pequeño.
Podemos empezar en su Plaza Mayor, donde hay una estatua dedicada a don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla en el siglo XV, nacido en esta villa. La plaza es porticada y está compuesta de casas blanquecinas, el ayuntamiento y la iglesia de San Julián, encontrando por los alrededores calles de bonita arquitectura popular y la iglesia de Santiago.
Todo el casco antiguo está rodeado por la muralla que desciende desde el castillo, allá en lo alto, formando las viviendas parte de la misma en algunos tramos. Tiene varias puertas, destacando la de San Bartolomé, árabe, en codo, la de las Eras y la de la Virgen, con espadaña incorporada, junto a la que se encuentra la ermita de la Virgen de la Zarza, patrona de la localidad.
Junto a la ermita pasa el Arroyo de las Fuentes, encajonado en una estrecha cerrada junto a la muralla, donde está el área recreativa "El Postigo", con frondosa vegetación de ribera, arreglados caminos para pasear junto al río, bancos y merenderos. Aquí veremos también una hermosa cascada de unos 10 metros de altura en caída libre, que forma una preciosa estampa cuando el arroyo lleva buen caudal, junto a la abundante vegetación que la rodea.
Tras bajar por el mismo sitio entramos de nuevo al pueblo, pasamos por delante de la ermita de la Virgen de la Zarza, donde hay fuente y merenderos, y cogemos el camino que bordea el cerro del castillo. Enseguida llegamos a otra bonita cascada junto a un molino, y poco a poco nos iremos alejando del arroyo para ir subiendo al castillo introduciéndonos en el pinar.
Una vez arriba vemos que el castillo, larguísimo, está en ruina, pero bien merece la pena echar un vistazo a los restos, con sus instructivos carteles explicativos, y ver esa mezcla de castillo natural y artificial, camuflado entre la propia roca de la montaña. Y qué decir de la panorámica desde este alto: impresionante.
Sobre Cañete acabaremos diciendo que tiene una variada oferta hotelera, dado el turismo que se mueve por esta zona.
Saludos
EL RURAL
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viernes, 10 de julio de 2015
Calorcito
Calor. Trabajo. Pereza. Y en mitad de
la canícula, vientos de confusión. El tiempo sigue inexorable,
cumpliendo su tarea. Nos aterran las fuerzas de la Naturaleza, con su
violencia ingobernable. Pero es más efectiva la erosión casi
imperceptible pero constante a que nos somete el tiempo.
Atrapado en plena calma en una especie
de Mar de los Sargazos, compuesto por el cansancio y lo anodino.
Levantando la vista al cielo en busca de la tormenta que me alimente.
Incapaz de escribir, de soñar, con la máquina de la imaginación
parada por sobrecalentamiento. Deambulando por la ciudad en busca de
consuelo, resbalando la mirada por cierres metálicos de persiana que
rezan “Cerrado por vacaciones”. Será que tengo los instintos en
la playa, bajo la sombrilla del chiringuito.
Partidas de ajedrez en las que somos
peones, y maldecimos a las piezas de la fila final que nos colocan al
albur del destino para su protección. Sin caer en la cuenta de que
ellas también son piezas, y serán sacrificadas para resguardar a un
rey que, incauto, cree ser el amo del juego. Cuando el juego solo lo
domina el tiempo, y no hay rey que resista cuando su tiempo termina.
Y no hay posteridades, o, si las hay, son pura vanidad, porque en
nada benefician al homenajeado a título póstumo. Solo queda, cuando
las figuras vuelven a su caja de madera, este calor sofocante que es
el dueño de todo cuando le toca. Y que regresará una y otra vez, a
diferencia de lo que ocurrirá con nosotros.
Microcosmos nocturnos llenos de
personajes de Capote o de Hammett, gentes que parecen haber mamado a
Boris Vian y solo pueden pensar en escupir sobre las tumbas, y una
pléyade de figurantes extranjeros cumpliendo con sus papeles de
guiris, desde el cultureta oriental al británico etílico y
escandaloso. Un sol omnipotente, el sol español de Luis Aguilé,
pero encabronado, pavoneándose de su poderío por la plazas y los
parques.
Ya ni siquiera odio el verano.
Entregado a la fatalidad, como esos prisioneros de campo de
concentración que asumen su destino, me quedo quieto tratando de
pasarle desapercibido a Febo, como esos lagartos del desierto que han
aprendido que no es bueno consumir ni un ápice de energía cuando Ra
reina.
Por lo bajinis, entre dientes, me
repito que llegará la noche, la lluvia y el invierno. Ahora toca
sobrevivir rumiando venganzas.
lunes, 6 de julio de 2015
Perdido
Sentado
en la terraza de aquel bar perdido en un barrio perdido de una ciudad
perdida, con el calor cayéndole a plomo desde lo alto, contemplando
el bodegón que componían un cenicero repleto de colillas, un
platillo intacto de aceitunas y una copa de cerveza a medio vaciar,
repasó mentalmente el estado de la situación.
Dio
vueltas y más vueltas a sus pensamientos, a sus sentimientos, a sus
emociones, a sus decepciones, a los abrazos y a las puñaladas, a los
olvidos, a los recuerdos, a las sonrisas y lágrimas, a los hakuna
matatatas y a los discursos motivadores. Agitó en su coctelera las
despedidas, los amaneceres, las cristaleras y las ventanillas, se
pidió disculpas por las molestias, se hizo promesas incumplidas de
antemano y se decidió a tomar decisiones, parar empezar a dudar de
inmediato y ofenderse con la duda.
Apuró
la copa, pidió otra con ese gesto universal de levantar la mano, y
volvió a sumirse en su insumisión. Se perdió el respeto, se perdió
en el espacio, despacio, y se encontró sentado en la terraza de un
bar perdido, en un barrio perdido de una ciudad perdida. La camarera
le dejó la copa y una mirada desconcertada, un juicio de valor, se
le supone, esa incertidumbre de no saber si el borracho de la mesa
tres es un depresivo, un psicópata o un mercachifle de mirada
turbia.
Empezó
de nuevo el recorrido, haciendo una regresión para acabar
enfrascándose en una disgresión solitaria, una ecuación de segundo
grado, de tercer piso y casi de cuarto milenio. Ordenó su existencia
por partes, partiendo, partes meteorológicos, partes informativos,
modestia aparte. La temperatura no daba tregua y hasta las aceitunas
abandonadas a su suerte en el platillo clamaban al cielo. Y como el
cielo no les oyó, de sus pasos en la mesa respondió el cielo, no
yo.
Hizo
un cómputo de sus haberes y le salió una compota de sus deberes,
“¡Acaba los deberes y luego ves la tele!”, parecía repetirle el
cenicero. Se encendió otro cigarrillo y se le encendió un testigo
de avería en el alma, de esos que aconsejan acudir al taller lo
antes posible, a base de destellar incansables en el panel de rica
miel, al que cien mil moscas acudieron, y sus penas y las moscas por
golosas murieron, presas de patas en él. “¡Patas arriba,
Vicente!”, le vino a la memoria, y esos veinte euros en la mesilla
para que meriendes con tus amigos, y se le escapó una sonrisa entre
esos dientes que ya no ajustaban bien, que las holguras no se
producen solo en las entrañas, y no hay juntas que cierren las
pérdidas, por más perdido que estés en un bar perdido, en un
barrio perdido de una ciudad perdida.
Cuando
el revoltijo de las ideas y la amalgama de las sensaciones y el
descontrol de los sentimientos amenazaba con hacerle estallar la
cabeza, con grave riesgo para el resto de la clientela de aquel bar,
y no insistiré más en lo perdido, le empezaron a llegar los aromas
de esas gentes a las que quería y de sus pequeñas y grandes
victorias. Pírricas a veces, mancas como la de Samotracia en
ocasiones, evasiones que son victorias y hasta estaciones Victoria
repletas de trenes que les llevaban al lugar donde veraneaban sus
sueños.
Se
bebió lo que le quedaba en la copa, y recitó la plegaria de Anibal
Smith, “¡Me encanta que los planes salgan bien!”, echó de menos
un Cohíba robusto que encender, dejó veinte euros sobre la mesa de
aquel bar perdido, en un barrio perdido de una ciudad perdida, y se
perdió en la noche.
domingo, 5 de julio de 2015
TERUEL: RÍO MATARRAÑA Y RÍO MARTÍN (3/3)
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Nos dirigimos ahora hasta Escatrón para visitar el Monasterio de Rueda, construcción cisterciense a orillas del Ebro. Hermosa fachada e iglesia, alta torre mudéjar y claustro gótico son algunos de los tesoros que podemos encontrar en él, siendo parte del mismo una hospedería.
Junto al río podemos ver un bonito molino harinero y una noria de 16 metros de diámetro, aún en funcionamiento, que antiguamente abastecía al monasterio sacando el agua y trasladándola por un acueducto de arcos góticos, y que sigue utilizándose hoy en día para riego de las huertas y cultivos de la zona.
Justo al lado, por un puentecillo de madera, tenemos acceso a una isla en la que podemos hacer un recorrido circular de unos pocos centenares de metros, entre su abundante vegetación, con buenas vistas del monasterio, del complejo norial, la desembocadura del río Martín en el Ebro, y el largo azud de éste que deriva parte de su caudal hacia el canal que abastece el molino y la noria.
Y es precisamente el valle del río Martín aguas arriba el que vamos a seguir a partir de ahora, entrando de nuevo en la provincia de Teruel. Pasaremos por Castelnou, Jatiel, Samper de Calanda, Híjar y Urrea de Gaén, pueblos que tienen un elemento común muy destacado como son las magníficas torres mudéjares de sus respectivas iglesias.
A continuación llegamos a Albalate del Arzobispo, bonito pueblo, sobre todo la parte que da al río Martín, desde cuya margen derecha tenemos una hermosa vista del casco viejo, la torre mudéjar de su iglesia, el castillo-palacio en lo más alto, y el puente con arcos de medio punto sobre sus aguas. Una estampa de postal.
Seguimos hacia Ariño, pero antes de llegar a esta localidad, pasamos por la ermita de Nuestra Señora de Arcos, ubicada en un espolón rocoso que solo tiene acceso por una lado.
A partir de aquí, entramos en la Sierra de Arcos y en el cañón que forma el río Martín, una zona de naturaleza desbordante, con senderos señalizados para hacer senderismo, pasarelas de madera que lo cruzan, áreas recreativas, etc. También hay en esta zona un balneario.
Una vez en el pueblo de Ariño, tenemos el Centro de Interpretación del Arte Rupestre, referente a las pinturas encontradas en distintos abrigos y cuevas de esta zona, en la que también se encuentran huellas de dinosaurio.
Avanzamos en nuestra ruta, pasamos por Oliete, donde nos alejamos del río Martín, y llegamos a Muniesa para contemplar con detenimiento la extraordinaria torre mudéjar de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de una belleza impresionante.
Pasamos por La Hoz de la Vieja, pueblo situado en un estrecho paso entre rocas vigilado por una torre circular desde lo alto, y entramos de nuevo en el valle del río Martín para llegar a Martín del Río, donde encontramos un circuito de aventura con tirolinas, pasarelas colgantes y todo tipo de montajes anclados en los pinos para hacernos pasar un rato divertido.
Y aquí terminaríamos esta ruta circular, ya que estamos cerca de Andorra, lugar donde la iniciamos. Pero como a mí me gusta siempre poner la guinda al pastel, vamos a visitar un lugar que queda a caballo entre esta zona, Teruel ciudad y la Sierra de Albarracín, lugares de los que ya hablamos en otras ocasiones. Se trata del castillo de Peracense, pueblo construido en la piedra rojiza abundante por la zona. Pero, si el pueblo es rojizo, no lo es menos el magnífico castillo roquero, llamativo por su ubicación, por sus grandes dimensiones, por su buen estado de conservación y por su bello entorno natural, plagado de rodeno, la piedra a la que nos referimos, con sus formas y color característicos.
Antes de entrar tenemos la posibilidad de hacer tres pequeños paseos por los alrededores: uno de 500 metros consistente en subir a unos miradores con buenas panorámicas del castillo y toda la zona; otro de un kilómetro que recorre todo el perímetro del mismo; y otro un poco más largo, de unos 3 kmts., siempre alrededor del castillo, que nos permitirá observar distintas perspectivas de aquél y del entorno.
Una vez dentro, en el patio de armas tenemos una interesante exposición de armas medievales de asalto a recintos amurallados, con sus respectivos carteles explicativos, y podemos subir al adarve de las murallas en algunos tramos.
Accediendo a un segundo recinto tenemos un museo etnográfico ubicado en antiguas dependencias, y más armas de asalto al aire libre, además de un primer aljibe y restos de una necrópolis medieval.
El último recinto está levantado sobre grandes rocas de rodeno que hacen de defensa natural, y se accede a él por una escalera de madera situada donde debió haber un puente levadizo. Aquí encontramos distintas dependencias señoriales y dos curiosos aljibes excavados en la roca. Una vez en lo alto de la Torre del Homenaje vemos otro pequeño aljibe, y aquí, en el lugar más alto del castillo, terminamos definitivamente nuestra ruta, deleitándonos con las extraordinarias vistas y el rojizo pueblo de Peracense a nuestros pies. ¡Qué manera más bonita de acabar!
Saludos, y recuerden que Teruel existe.
Nos dirigimos ahora hasta Escatrón para visitar el Monasterio de Rueda, construcción cisterciense a orillas del Ebro. Hermosa fachada e iglesia, alta torre mudéjar y claustro gótico son algunos de los tesoros que podemos encontrar en él, siendo parte del mismo una hospedería.
Junto al río podemos ver un bonito molino harinero y una noria de 16 metros de diámetro, aún en funcionamiento, que antiguamente abastecía al monasterio sacando el agua y trasladándola por un acueducto de arcos góticos, y que sigue utilizándose hoy en día para riego de las huertas y cultivos de la zona.
Justo al lado, por un puentecillo de madera, tenemos acceso a una isla en la que podemos hacer un recorrido circular de unos pocos centenares de metros, entre su abundante vegetación, con buenas vistas del monasterio, del complejo norial, la desembocadura del río Martín en el Ebro, y el largo azud de éste que deriva parte de su caudal hacia el canal que abastece el molino y la noria.
Y es precisamente el valle del río Martín aguas arriba el que vamos a seguir a partir de ahora, entrando de nuevo en la provincia de Teruel. Pasaremos por Castelnou, Jatiel, Samper de Calanda, Híjar y Urrea de Gaén, pueblos que tienen un elemento común muy destacado como son las magníficas torres mudéjares de sus respectivas iglesias.
A continuación llegamos a Albalate del Arzobispo, bonito pueblo, sobre todo la parte que da al río Martín, desde cuya margen derecha tenemos una hermosa vista del casco viejo, la torre mudéjar de su iglesia, el castillo-palacio en lo más alto, y el puente con arcos de medio punto sobre sus aguas. Una estampa de postal.
Seguimos hacia Ariño, pero antes de llegar a esta localidad, pasamos por la ermita de Nuestra Señora de Arcos, ubicada en un espolón rocoso que solo tiene acceso por una lado.
A partir de aquí, entramos en la Sierra de Arcos y en el cañón que forma el río Martín, una zona de naturaleza desbordante, con senderos señalizados para hacer senderismo, pasarelas de madera que lo cruzan, áreas recreativas, etc. También hay en esta zona un balneario.
Una vez en el pueblo de Ariño, tenemos el Centro de Interpretación del Arte Rupestre, referente a las pinturas encontradas en distintos abrigos y cuevas de esta zona, en la que también se encuentran huellas de dinosaurio.
Avanzamos en nuestra ruta, pasamos por Oliete, donde nos alejamos del río Martín, y llegamos a Muniesa para contemplar con detenimiento la extraordinaria torre mudéjar de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de una belleza impresionante.
Pasamos por La Hoz de la Vieja, pueblo situado en un estrecho paso entre rocas vigilado por una torre circular desde lo alto, y entramos de nuevo en el valle del río Martín para llegar a Martín del Río, donde encontramos un circuito de aventura con tirolinas, pasarelas colgantes y todo tipo de montajes anclados en los pinos para hacernos pasar un rato divertido.
Y aquí terminaríamos esta ruta circular, ya que estamos cerca de Andorra, lugar donde la iniciamos. Pero como a mí me gusta siempre poner la guinda al pastel, vamos a visitar un lugar que queda a caballo entre esta zona, Teruel ciudad y la Sierra de Albarracín, lugares de los que ya hablamos en otras ocasiones. Se trata del castillo de Peracense, pueblo construido en la piedra rojiza abundante por la zona. Pero, si el pueblo es rojizo, no lo es menos el magnífico castillo roquero, llamativo por su ubicación, por sus grandes dimensiones, por su buen estado de conservación y por su bello entorno natural, plagado de rodeno, la piedra a la que nos referimos, con sus formas y color característicos.
Antes de entrar tenemos la posibilidad de hacer tres pequeños paseos por los alrededores: uno de 500 metros consistente en subir a unos miradores con buenas panorámicas del castillo y toda la zona; otro de un kilómetro que recorre todo el perímetro del mismo; y otro un poco más largo, de unos 3 kmts., siempre alrededor del castillo, que nos permitirá observar distintas perspectivas de aquél y del entorno.
Una vez dentro, en el patio de armas tenemos una interesante exposición de armas medievales de asalto a recintos amurallados, con sus respectivos carteles explicativos, y podemos subir al adarve de las murallas en algunos tramos.
Accediendo a un segundo recinto tenemos un museo etnográfico ubicado en antiguas dependencias, y más armas de asalto al aire libre, además de un primer aljibe y restos de una necrópolis medieval.
El último recinto está levantado sobre grandes rocas de rodeno que hacen de defensa natural, y se accede a él por una escalera de madera situada donde debió haber un puente levadizo. Aquí encontramos distintas dependencias señoriales y dos curiosos aljibes excavados en la roca. Una vez en lo alto de la Torre del Homenaje vemos otro pequeño aljibe, y aquí, en el lugar más alto del castillo, terminamos definitivamente nuestra ruta, deleitándonos con las extraordinarias vistas y el rojizo pueblo de Peracense a nuestros pies. ¡Qué manera más bonita de acabar!
Saludos, y recuerden que Teruel existe.
EL RURAL
domingo, 28 de junio de 2015
TERUEL: RÍO MATARRAÑA Y RÍO MARTÍN (2/3)
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Alejándonos un poco de éste, nuestra siguiente parada es La Fresneda, otro bello pueblo de buenas casas de piedra encalado en la ladera de un cerro. En su parte alta se encuentra la monumental iglesia con doble portada gemela, y por encima de ella los restos del castillo, cuya Torre del Homenaje ha sido restaurada como mirador. En la plaza del pueblo destaca su señorial ayuntamiento, rodeado de otros buenos edificios de sillería. La calle Mayor se puede recorrer entera por el soportal que la atraviesa, compuesto de arcos de distintas formas y tamaños.
Volviendo de nuevo a la vera del Matarraña, llegamos a Mazaleón. Nos encontramos aquí con este bonito pueblo ubicado en el curso medio del río, en un valle más abierto, plagado de frutal y olivar. Subimos al cerro de San Cristóbal, situado a las afueras, para ver la gran ermita, cuya cúpula se adorna de teja-cerámica policromada, y los restos del poblado íbero, con sus carteles explicativos que nos ayudarán a comprender mejor lo que fue aquello. Además, de este alto tenemos buenas panorámicas.
Abandonamos ahora la provincia de Teruel, y nos adentramos en la de Zaragoza, para llegar a Maella, otro pueblo de la ribera del Matarraña. En la parte alta se encuentra la iglesia de San Esteban, que tiene una grandísima espadaña, y están las ruinas de un castillo-palacio cuyas bodegas se conservan en buen estado y se pueden visitar.
Desde estas alturas vemos sobresalir por encima del casco urbano una altísima torre. Es fácil pensar que se trata de una iglesia, pero nos sorprendemos al acercarnos para descubrir que se trata de la torre-reloj del ayuntamiento. Es preciosa, de distintos estilos arquitectónicos, con distinta planta (cuadrada, octogonal o circular) dependiendo del cuerpo, y de una altura enorme.
Podemos terminar en Maella visitando la ermita de Santa Bárbara, desde donde tenemos hermosas vistas.
Siguiendo el curso del Matarraña llegamos a Fabara, donde encontramos un mausoleo romano del siglo II, que es de los mejor conservados de toda España. También destaca el ayuntamiento con sus grandes arcos de medio punto, y la iglesia fortificada de San Juan Bautista.
Continuamos nuestra ruta hasta Nonaspe, donde vemos su antiguo castillo reconvertido en ayuntamiento. En lo que era el patio de armas del castillo hay ahora una placita que hace de mirador sobre el Matarraña y su valle. Llama la atención cómo el río aquí, ya cerca de su desembocadura, todavía mantiene el color turquesa en sus aguas, igual que en su curso alto en los Puertos de Beceite.
Nos situamos ahora en Fayón, donde el Matarraña vierte sus aguas al Ebro. Desde la ermita de la Virgen del Pilar, a las afueras del pueblo, hay extraordinarias vistas que comprenden muchos kilómetros del curso del Ebro, y la desembocadura del Matarraña, junto a la cual llama la atención la torre de la iglesia del antiguo pueblo de Fayón, que sobresale del nivel de las aguas del embalse de Ribaroja, bajo el que está sumergido.
Nos alejamos definitivamente del Matarraña para visitar otro lugar donde el agua también es protagonista: Mequinenza. Situado en la desembocadura del río Segre en el Ebro, se trata de un pueblo cuya economía va muy unida a la práctica de deportes náuticos y a la pesca. El cercano embalse de Mequinenza es uno de los mejores lugares de Europa par la pesca del sirulo, lo que atrae a un gran número de aficionados españoles y extranjeros. La cultura del los deportes de vela y piraguismo queda patente en los puertos deportivos, clubs y graderíos para ver las competiciones que hay en la orilla del Segre, junto al casco urbano.
Hay un precioso paseo que no debemos dejar de hacer. Se trata de recorrer el largo puente de 500 metros que cruza el Segre justo antes de su desembocadura en el Ebro. También podemos pasear por el arreglado camino que discurre junto a la orilla.
En este mar de aguas, hay algo que llama la atención allá en lo alto de la montaña que está en el ángulo que forma el Ebro con el Segre: el castillo. Para poder verlo más de cerca debemos subir por la estrecha carretera que conduce hasta él, si bien hay que decir que es privado y no se puede visitar, y un vallado impide acercarse demasiado. Pero merece la pena subir para verlo aunque solo sea desde fuera, ya que es muy bueno. Además desde allí arriba podemos disfrutar de unas excelentes vistas panorámicas de Mequinenza, la desembocadura del Segre en el Ebro y de toda la comarca.
El embalse de Mequinenza es enorme, y abarca desde aquí hasta Caspe, encontrando, en la carretera que une ambas localidades, infinidad de accesos a puestos de pesca y embarcaderos. Uno de éstos es el que encontramos a las afueras de Caspe, con su muelle, un lugar de mucha tranquilidad que mira a poniente, ideal para ver buenos atardeceres reflejados en el agua.
Entrando en el pueblo encontramos bonitos rincones como la Plaza de España, donde se encuentra el ayuntamiento, la Plaza del Compromiso, con la iglesia de Santa María la Mayor, o la Torre de Salamanca, pequeña pero hermosa construcción defensiva.
Alejándonos un poco de éste, nuestra siguiente parada es La Fresneda, otro bello pueblo de buenas casas de piedra encalado en la ladera de un cerro. En su parte alta se encuentra la monumental iglesia con doble portada gemela, y por encima de ella los restos del castillo, cuya Torre del Homenaje ha sido restaurada como mirador. En la plaza del pueblo destaca su señorial ayuntamiento, rodeado de otros buenos edificios de sillería. La calle Mayor se puede recorrer entera por el soportal que la atraviesa, compuesto de arcos de distintas formas y tamaños.
Volviendo de nuevo a la vera del Matarraña, llegamos a Mazaleón. Nos encontramos aquí con este bonito pueblo ubicado en el curso medio del río, en un valle más abierto, plagado de frutal y olivar. Subimos al cerro de San Cristóbal, situado a las afueras, para ver la gran ermita, cuya cúpula se adorna de teja-cerámica policromada, y los restos del poblado íbero, con sus carteles explicativos que nos ayudarán a comprender mejor lo que fue aquello. Además, de este alto tenemos buenas panorámicas.
Abandonamos ahora la provincia de Teruel, y nos adentramos en la de Zaragoza, para llegar a Maella, otro pueblo de la ribera del Matarraña. En la parte alta se encuentra la iglesia de San Esteban, que tiene una grandísima espadaña, y están las ruinas de un castillo-palacio cuyas bodegas se conservan en buen estado y se pueden visitar.
Desde estas alturas vemos sobresalir por encima del casco urbano una altísima torre. Es fácil pensar que se trata de una iglesia, pero nos sorprendemos al acercarnos para descubrir que se trata de la torre-reloj del ayuntamiento. Es preciosa, de distintos estilos arquitectónicos, con distinta planta (cuadrada, octogonal o circular) dependiendo del cuerpo, y de una altura enorme.
Podemos terminar en Maella visitando la ermita de Santa Bárbara, desde donde tenemos hermosas vistas.
Siguiendo el curso del Matarraña llegamos a Fabara, donde encontramos un mausoleo romano del siglo II, que es de los mejor conservados de toda España. También destaca el ayuntamiento con sus grandes arcos de medio punto, y la iglesia fortificada de San Juan Bautista.
Continuamos nuestra ruta hasta Nonaspe, donde vemos su antiguo castillo reconvertido en ayuntamiento. En lo que era el patio de armas del castillo hay ahora una placita que hace de mirador sobre el Matarraña y su valle. Llama la atención cómo el río aquí, ya cerca de su desembocadura, todavía mantiene el color turquesa en sus aguas, igual que en su curso alto en los Puertos de Beceite.
Nos situamos ahora en Fayón, donde el Matarraña vierte sus aguas al Ebro. Desde la ermita de la Virgen del Pilar, a las afueras del pueblo, hay extraordinarias vistas que comprenden muchos kilómetros del curso del Ebro, y la desembocadura del Matarraña, junto a la cual llama la atención la torre de la iglesia del antiguo pueblo de Fayón, que sobresale del nivel de las aguas del embalse de Ribaroja, bajo el que está sumergido.
Nos alejamos definitivamente del Matarraña para visitar otro lugar donde el agua también es protagonista: Mequinenza. Situado en la desembocadura del río Segre en el Ebro, se trata de un pueblo cuya economía va muy unida a la práctica de deportes náuticos y a la pesca. El cercano embalse de Mequinenza es uno de los mejores lugares de Europa par la pesca del sirulo, lo que atrae a un gran número de aficionados españoles y extranjeros. La cultura del los deportes de vela y piraguismo queda patente en los puertos deportivos, clubs y graderíos para ver las competiciones que hay en la orilla del Segre, junto al casco urbano.
Hay un precioso paseo que no debemos dejar de hacer. Se trata de recorrer el largo puente de 500 metros que cruza el Segre justo antes de su desembocadura en el Ebro. También podemos pasear por el arreglado camino que discurre junto a la orilla.
En este mar de aguas, hay algo que llama la atención allá en lo alto de la montaña que está en el ángulo que forma el Ebro con el Segre: el castillo. Para poder verlo más de cerca debemos subir por la estrecha carretera que conduce hasta él, si bien hay que decir que es privado y no se puede visitar, y un vallado impide acercarse demasiado. Pero merece la pena subir para verlo aunque solo sea desde fuera, ya que es muy bueno. Además desde allí arriba podemos disfrutar de unas excelentes vistas panorámicas de Mequinenza, la desembocadura del Segre en el Ebro y de toda la comarca.
El embalse de Mequinenza es enorme, y abarca desde aquí hasta Caspe, encontrando, en la carretera que une ambas localidades, infinidad de accesos a puestos de pesca y embarcaderos. Uno de éstos es el que encontramos a las afueras de Caspe, con su muelle, un lugar de mucha tranquilidad que mira a poniente, ideal para ver buenos atardeceres reflejados en el agua.
Entrando en el pueblo encontramos bonitos rincones como la Plaza de España, donde se encuentra el ayuntamiento, la Plaza del Compromiso, con la iglesia de Santa María la Mayor, o la Torre de Salamanca, pequeña pero hermosa construcción defensiva.
EL RURAL
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domingo, 21 de junio de 2015
TERUEL: RÍO MATARRAÑA Y RÍO MARTÍN (1/3)
Volvemos a la hermosa provincia de Teruel, en esta ocasión para recorrer el río Matarraña desde su curso alto hasta la desembocadura en el Ebro, ya en Zaragoza, aprovechando de paso para ver otros pueblos y parajes naturales cercanos que también merece la pena visitar, y regresando de nuevo a tierras turolenses para seguir el curso del río Martín.
Antes de meternos en zona de montaña, vamos a visitar los dos núcleos urbanos más importantes de la provincia de Teruel, tras la capital. El primero es Andorra, cuyo nombre se debe a su fundación por parte de pastores provenientes del actual principado. Tras contemplar la espléndida portada-retablo de su iglesia, lo que procede es subir, bien por carretera o bien por su arreglada rampa peatonal que hace de Vía Crucis, hasta el parque y ermita de San Macario, patrón de la localidad. En este cerro encontramos un bonito pinar con merenderos y parque infantil, arregladas praderas, la preciosa ermita y unas magníficas vistas de todo el pueblo y la comarca.
Tras pasar por Calanda, famoso pueblo por su tamborrada de Semana Santa, llegamos a la otra gran localidad de la provincia: Alcañiz. Imprescindible visitar la Plaza de España, para ver la grandiosa iglesia de Santa María la Mayor, de dimensiones catedralicias, y el precioso conjunto formado por el ayuntamiento y la lonja gótica.
Después subiremos al antiguo castillo, hoy Parador Nacional, grandísimo, y restaurado con formas palaciegas, pudiéndose visitar la Torre del Homenaje. Todo su perímetro es un gran mirador con unas vistas impresionantes de toda la zona y del río Guadalope, que pasa a los pies de este cerro.
A las afueras se encuentra el circuito de Motorland, que en estos últimos años ya ha albergado varias pruebas del mundial de motociclismo.
Ahora salimos de Alcañiz hacia el sur para acercarnos a lo más bonito de esta ruta, tanto por naturaleza como por la belleza de sus pueblos. Nos introducimos en la zona de montaña conocida como los Puertos de Beceite, que hace de frontera entre Teruel, Castellón y Tarragona, y es donde nace el río Matarraña, objeto principal de nuestro recorrido por esta comarca.
La primera parada en esta zona es el pueblo de Peñarroya de Tastavins, encaramado en un alto cerro. Es un disfrute pasear por sus estrechas y empinadas calles, viendo sus buenas casas de piedra, con sus balconadas de madera y sus abundantes entradas con arcos de medio punto. Tiene una bonita plaza presidida por la monumental iglesia, con su altísima torre de planta cuadrada en su mitad baja y octogonal en la alta. Destaca también su hermoso lavadero con grandes arcos apuntados y blasón en el exterior, y bonitos pilones con agua azul en el interior.
En la parte alta del pueblo se encuentra el Parque Aragonés de la Vivienda Rural, interesante conjunto de viviendas construidas a tamaño real pertenecientes a distintas épocas de la historia, desde la Edad del Bronce hasta el siglo XX. Además, desde este lugar elevado tenemos magníficas vistas de las montañas que rodean el pueblo.
Decir también que en Peñarroya se encuentra una de las sedes que Dinópolis tiene distribuidas por toda la provincia de Teruel, consistentes en parques temáticos sobre los dinosaurios, que tuvieron gran presencia en su época por estas tierras.
A las afueras de Peñarroya, junto al río Tastavins, está la ermita de Nuestra Señora de la Fuente, bonito templo bajo el cual hay un manantial del que brota gran cantidad de agua distribuida en 14 caños. Este agua va a parar al arroyo que circunda la ermita, el cual, a su vez, desemboca unos metros más abajo en el Tastavins, atravesado aquí por un espectacular puente lleno de aliviaderos.
Pasado Fuentespalda, nos desviamos hacia el embalse de Pena, ubicado en un gran entorno natural, con zona habilitada para el baño.
Ya en Valderrobres nos encontramos con uno de esos pueblos que dejan huella en el visitante. Es el primer contacto que tenemos con el río Matarraña, que divide la localidad entre el casco antiguo y el más moderno. Para adentrarnos en el conjunto histórico atravesamos el bonito puente medieval que cruza el río. Desde lo alto del mismo observamos las aguas color turquesa del Matarraña, y las casas con sus bonitas balconadas colgando sobre sus aguas.
Pasando el arco de entrada a la plaza nos impresionamos al ver el bellísimo ayuntamiento, con detalles de todo tipo: arcos de medio punto conformando soportales en la planta baja; ventanas coronadas por frontones y frescos sobre su sillería en la intermedia; y conjuntos de arcadas y voladizo de madera con artesonado en la parte alta. En definitiva, una preciosidad. Y sin olvidarnos del resto de la plaza, gran conjunto de edificios de buenos sillares.
A partir de aquí nos introducimos en un hermoso laberinto de callejuelas de pedernal, muchas de ellas en escalera, con bellas casas de piedra. Subiendo a la parte más alta llegamos al conjunto monumental que forman la iglesia y el castillo-palacio, comunicados por un pequeño pasadizo.
La fachada de la iglesia sobresale por su portada gótica con abundantes arquivoltas y su gran rosetón, siendo la torre de planta octogonal. El castillo-palacio es de gran altura con abundantes ventanas góticas ajimezadas, y arcadas en su parte alta coronadas en almenado. Por supuesto que las vistas desde aquí arriba son extraordinarias, tanto del pueblo como de toda la zona montañosa que le rodea.
Cuesta abandonar pueblos como Valderrobres pero, para que se nos pase la nostalgia, pensaremos que todavía nos quedan grandes cosas por descubrir. Y la primera no tarda en venir cuando llegamos a Beceite, otro magnífico pueblo de piedra, por cuyas calles y plazuelas conviene pasear tranquilamente para disfrutar de su arquitectura. El río Matarraña es atravesado aquí por un puente medieval con un gran arco de medio punto, bajo el que veremos una pequeña pero bonita cascada.
Este pueblo se encuentra ya ubicado en el curso alto del Matarraña, una zona de naturaleza desbordante que atrae a mucho turista de senderismo, por lo que la oferta hotelera es abundante. Precisamente nos disponemos a realizar la ruta del Parrizal de Beceite, a cuyo inicio llegaremos en coche por una pista asfaltada que llega hasta los merenderos y parkin del Pia de la Mina, donde aquélla finaliza.
A partir de aquí nos echamos a andar por el camino que discurre por la margen derecha del Matarraña. La ruta consiste en seguir el río aguas arriba, sin pérdida alguna, sin apenas desnivel, e ir recorriendo la estrecha garganta por la que discurre, atravesando pequeños túneles excavados en la roca, pozas, pequeñas cascadas, estrechas cerradas, etc., ayudándonos de pasarelas de madera adosadas a las rocas. Y así llegaremos a un punto donde la garganta solo tiene unos pocos metros de ancha, y paredones verticales de más de 100 metros de altura, lugar donde ya no es posible continuar. ¡¡¡Impresionante!!! Desde el parkin hasta aquí habremos recorrido unos 4 kmts; nos queda la vuelta, pero es una ruta de senderismo tan bella como sencilla. En cualquier caso, cada cual se podrá dar la vuelta en el momento que estime oportuno.
Pasamos de largo ahora por Valderrobres para luego coger la carretera de La Portellada. A unos 3 kmts. del cruce veremos un camino de tierra que sale a la izquierda con un cartel de madera que indica "El Salto". Podemos bajar por aquí tanto en coche, ya que la pista se encuentra en buen estado si no está embarrada, o bien andando, ya que el entorno es agradable y solo es 1,5 kmts. de recorrido en ligero descenso, tras el cual llegamos a una magnífica cascada de unos 20 metros de altura y gran caudal que forma el río Tastavins, afluente del Matarraña.
Antes de meternos en zona de montaña, vamos a visitar los dos núcleos urbanos más importantes de la provincia de Teruel, tras la capital. El primero es Andorra, cuyo nombre se debe a su fundación por parte de pastores provenientes del actual principado. Tras contemplar la espléndida portada-retablo de su iglesia, lo que procede es subir, bien por carretera o bien por su arreglada rampa peatonal que hace de Vía Crucis, hasta el parque y ermita de San Macario, patrón de la localidad. En este cerro encontramos un bonito pinar con merenderos y parque infantil, arregladas praderas, la preciosa ermita y unas magníficas vistas de todo el pueblo y la comarca.
Tras pasar por Calanda, famoso pueblo por su tamborrada de Semana Santa, llegamos a la otra gran localidad de la provincia: Alcañiz. Imprescindible visitar la Plaza de España, para ver la grandiosa iglesia de Santa María la Mayor, de dimensiones catedralicias, y el precioso conjunto formado por el ayuntamiento y la lonja gótica.
Después subiremos al antiguo castillo, hoy Parador Nacional, grandísimo, y restaurado con formas palaciegas, pudiéndose visitar la Torre del Homenaje. Todo su perímetro es un gran mirador con unas vistas impresionantes de toda la zona y del río Guadalope, que pasa a los pies de este cerro.
A las afueras se encuentra el circuito de Motorland, que en estos últimos años ya ha albergado varias pruebas del mundial de motociclismo.
Ahora salimos de Alcañiz hacia el sur para acercarnos a lo más bonito de esta ruta, tanto por naturaleza como por la belleza de sus pueblos. Nos introducimos en la zona de montaña conocida como los Puertos de Beceite, que hace de frontera entre Teruel, Castellón y Tarragona, y es donde nace el río Matarraña, objeto principal de nuestro recorrido por esta comarca.
La primera parada en esta zona es el pueblo de Peñarroya de Tastavins, encaramado en un alto cerro. Es un disfrute pasear por sus estrechas y empinadas calles, viendo sus buenas casas de piedra, con sus balconadas de madera y sus abundantes entradas con arcos de medio punto. Tiene una bonita plaza presidida por la monumental iglesia, con su altísima torre de planta cuadrada en su mitad baja y octogonal en la alta. Destaca también su hermoso lavadero con grandes arcos apuntados y blasón en el exterior, y bonitos pilones con agua azul en el interior.
Decir también que en Peñarroya se encuentra una de las sedes que Dinópolis tiene distribuidas por toda la provincia de Teruel, consistentes en parques temáticos sobre los dinosaurios, que tuvieron gran presencia en su época por estas tierras.
A las afueras de Peñarroya, junto al río Tastavins, está la ermita de Nuestra Señora de la Fuente, bonito templo bajo el cual hay un manantial del que brota gran cantidad de agua distribuida en 14 caños. Este agua va a parar al arroyo que circunda la ermita, el cual, a su vez, desemboca unos metros más abajo en el Tastavins, atravesado aquí por un espectacular puente lleno de aliviaderos.
Pasado Fuentespalda, nos desviamos hacia el embalse de Pena, ubicado en un gran entorno natural, con zona habilitada para el baño.
Ya en Valderrobres nos encontramos con uno de esos pueblos que dejan huella en el visitante. Es el primer contacto que tenemos con el río Matarraña, que divide la localidad entre el casco antiguo y el más moderno. Para adentrarnos en el conjunto histórico atravesamos el bonito puente medieval que cruza el río. Desde lo alto del mismo observamos las aguas color turquesa del Matarraña, y las casas con sus bonitas balconadas colgando sobre sus aguas.
Pasando el arco de entrada a la plaza nos impresionamos al ver el bellísimo ayuntamiento, con detalles de todo tipo: arcos de medio punto conformando soportales en la planta baja; ventanas coronadas por frontones y frescos sobre su sillería en la intermedia; y conjuntos de arcadas y voladizo de madera con artesonado en la parte alta. En definitiva, una preciosidad. Y sin olvidarnos del resto de la plaza, gran conjunto de edificios de buenos sillares.
A partir de aquí nos introducimos en un hermoso laberinto de callejuelas de pedernal, muchas de ellas en escalera, con bellas casas de piedra. Subiendo a la parte más alta llegamos al conjunto monumental que forman la iglesia y el castillo-palacio, comunicados por un pequeño pasadizo.
Beceite |
Cuesta abandonar pueblos como Valderrobres pero, para que se nos pase la nostalgia, pensaremos que todavía nos quedan grandes cosas por descubrir. Y la primera no tarda en venir cuando llegamos a Beceite, otro magnífico pueblo de piedra, por cuyas calles y plazuelas conviene pasear tranquilamente para disfrutar de su arquitectura. El río Matarraña es atravesado aquí por un puente medieval con un gran arco de medio punto, bajo el que veremos una pequeña pero bonita cascada.
Este pueblo se encuentra ya ubicado en el curso alto del Matarraña, una zona de naturaleza desbordante que atrae a mucho turista de senderismo, por lo que la oferta hotelera es abundante. Precisamente nos disponemos a realizar la ruta del Parrizal de Beceite, a cuyo inicio llegaremos en coche por una pista asfaltada que llega hasta los merenderos y parkin del Pia de la Mina, donde aquélla finaliza.
A partir de aquí nos echamos a andar por el camino que discurre por la margen derecha del Matarraña. La ruta consiste en seguir el río aguas arriba, sin pérdida alguna, sin apenas desnivel, e ir recorriendo la estrecha garganta por la que discurre, atravesando pequeños túneles excavados en la roca, pozas, pequeñas cascadas, estrechas cerradas, etc., ayudándonos de pasarelas de madera adosadas a las rocas. Y así llegaremos a un punto donde la garganta solo tiene unos pocos metros de ancha, y paredones verticales de más de 100 metros de altura, lugar donde ya no es posible continuar. ¡¡¡Impresionante!!! Desde el parkin hasta aquí habremos recorrido unos 4 kmts; nos queda la vuelta, pero es una ruta de senderismo tan bella como sencilla. En cualquier caso, cada cual se podrá dar la vuelta en el momento que estime oportuno.
Pasamos de largo ahora por Valderrobres para luego coger la carretera de La Portellada. A unos 3 kmts. del cruce veremos un camino de tierra que sale a la izquierda con un cartel de madera que indica "El Salto". Podemos bajar por aquí tanto en coche, ya que la pista se encuentra en buen estado si no está embarrada, o bien andando, ya que el entorno es agradable y solo es 1,5 kmts. de recorrido en ligero descenso, tras el cual llegamos a una magnífica cascada de unos 20 metros de altura y gran caudal que forma el río Tastavins, afluente del Matarraña.
EL RURAL
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