Demasiado tiempo y demasiados sueños invertidos, despreciando la prima de riesgo de la vida. Demasiado esfuerzo, demasiado corazón…Sin dosificar, como siempre, sin aliento ni respiro. Hijos de un Dios menor, sobrinos de la ira de Dámaso, hermanos de tinta, el griego y su amigo, de nacionalidad borracho, están exhaustos. Más de tres años de avatares, de apostar al rojo y que salga negro, de jugársela en las distancias cortas, de alucinaciones alucinantes, novecientas noches de delirio y un amanecer frente al río, la pasión y el calvario, el polvo de la llanura de Platea y las salpicaduras de espuma y sangre de Salamina. “Escribir es vivir” se titula un libro de conferencias de José Luis Sampedro, lo más parecido a un héroe clásico que este tiempo de silencio puede ofrecer. Pero escribir también es morir. No el escribir del mercenario, que obtiene su soldada de sus letras. No, escribir sólo para disfrutar y escribir para sostener las almas en caída... libre, y para celebrar que te he conocido y que estamos vivos, mientras me muero escribiendo lo que escribo.
Cautivos y desarmados, pobres de espíritu y de solemnidad, desarbolados del bauprés y la cangreja, sin más horizonte que las puertas el Hades, dejados de la mano de Dios y de la del Diablo, ángeles caídos y renacidos como Fénix, Prometeos con los hígados comidos por un buitre, a falta de águilas. Mármoles de galos moribundos, siempre soldados desconocidos. Pero, como licántropos, transformados a la luz de la luna…Y una noche más escribiendo. Escribiéndote a ti, mendigando una sonrisa, retándote a un recuerdo, queriendo que pienses sin que piensen por ti, pensándote para poder pensar y poder vivir mientras estemos vivos.
Demasiado tiempo y demasiados sueños…Demasiadas confidencias y algún que otro misterio, la callada por respuesta y la respuesta por cayado en que apoyar el peso del cansancio. La oscuridad del vacío y la plenitud de la nada. Partículas de dioses desconocidos, ídolos de barro y estatuas de sal por nuestra curiosidad insaciable. Demasiado fatigados para seguir, demasiados tercos para desistir.
Al mirar nuestros bolsillos encontramos tu guiño y un montón de palabras espléndidas, y una mirada radiante, y regresamos al orden de nuestro caos para decirte que ojalá te hubiésemos conocido antes para poder escribirte ayer y el deseo de no conocerte para poder escribirte mañana. Tal vez hoy podamos escribirte. Tal vez por última vez. Tal vez por vez primera. Tal vez…Maybe, just one more try…
Cautivos y desarmados, pobres de espíritu y de solemnidad, desarbolados del bauprés y la cangreja, sin más horizonte que las puertas el Hades, dejados de la mano de Dios y de la del Diablo, ángeles caídos y renacidos como Fénix, Prometeos con los hígados comidos por un buitre, a falta de águilas. Mármoles de galos moribundos, siempre soldados desconocidos. Pero, como licántropos, transformados a la luz de la luna…Y una noche más escribiendo. Escribiéndote a ti, mendigando una sonrisa, retándote a un recuerdo, queriendo que pienses sin que piensen por ti, pensándote para poder pensar y poder vivir mientras estemos vivos.
Demasiado tiempo y demasiados sueños…Demasiadas confidencias y algún que otro misterio, la callada por respuesta y la respuesta por cayado en que apoyar el peso del cansancio. La oscuridad del vacío y la plenitud de la nada. Partículas de dioses desconocidos, ídolos de barro y estatuas de sal por nuestra curiosidad insaciable. Demasiado fatigados para seguir, demasiados tercos para desistir.
Al mirar nuestros bolsillos encontramos tu guiño y un montón de palabras espléndidas, y una mirada radiante, y regresamos al orden de nuestro caos para decirte que ojalá te hubiésemos conocido antes para poder escribirte ayer y el deseo de no conocerte para poder escribirte mañana. Tal vez hoy podamos escribirte. Tal vez por última vez. Tal vez por vez primera. Tal vez…Maybe, just one more try…