La penetración había sido perfecta. Con una precisión milimétrica,
con un nivel de exactitud que muy pocos podían permitirse. Le experiencia y la serenidad son valores
innegables.
- - Sudor
María, la enfermera de quirófano recién incorporada, le
limpió la frente.
La pantalla testimoniaba que la cánula laparoscópica había
llegado al borde del coágulo sin daños a ninguna de las secciones colindantes al
área de Brocca, con un grado de efectividad que muy pocos neurocirujanos
podrían permitirse.
- - María, gire un poco el monitor a su izquierda,
necesito un plano completo.
Ella se movió nerviosa y cambió la orientación del monitor.
Al hacerlo, con la torsión necesaria para presionar el soporte del aparato, sus
pechos se adhirieron a la bata verde.
Él no pudo evitar desviar su atención. En su cerebro, los
sistemas del neocórtex dejaron de funcionar y el sistema límbico, esa amígdala
que, al final, es quien toma las decisiones, se hizo con los mandos. Se quedó
con los ojos fijos en el pecho de la joven.
Ella percibió su inmovilidad como un síntoma de que algo iba
mal, y tomó la peor de las decisiones. Materialmente se lanzó a limpiar de
nuevo su frente, y al hacerlo sus cuerpos se rozaron. El cerebro primitivo tomó
el control. La presión arterial, las pulsaciones, la actividad electrodermal,
todo se disparó en el brillante cirujano…
Ahora reposa en la cama contigua a la del paciente. La isquemia
le produjo una lesión indeterminada, que le tiene sumido en la inmovilidad. Salvo
que se le acerque María. Entonces sonríe bobaliconamente, babea y ciertas
partes de su anatomía se dilatan. No solo las pupilas. El paciente con la operación
incompleta sigue sin poder hablar. Pero el cirujano está francamente peor.