REEDICIÓN. Publicado originalmente el 20/12/2010
Hace unos días, todos nos estremecimos con las imágenes rodadas por las cámaras de seguridad del Metro, en las que se veía como un Policía Nacional salvaba a un hombre caído en las vías. Es un acto de coraje y de decisión, es poner en juego tu vida para salvar la de otro. Es digno de elogio y de recompensa, y dignifica al género humano, que tan pocos motivos para la esperanza suele dar con su comportamiento.
Pero yo quiero hablar de otros héroes y heroínas que conozco. Y los conozco bien. Y son los que alientan la poca fe que me queda en que el futuro pueda ser mejor.
Empezaré por mi mujer. Sí, mi mujer es una heroína. Mi mujer se levanta cada día a las seis y cuarto de la mañana, se ducha, se viste, se mete durante tres cuartos de hora en un transporte público rebosante, camina aún otros diez minutos y llega a su trabajo con puntualidad británica. Soporta sus siete horas sin reposo, entre escritos, teléfonos y "lo quiero para ayer". Cuando termina, hace el camino inverso y, sin tiempo para comer la mayor parte de los días, recoge a los niños, los da de merendar, los lleva a sus actividades extraescolares, hace la compra, los deberes, la cena, los acuesta. Lunes, martes, miércoles... y así sucesivamente. Buena parte de los fines de semana, a consecuencia de mi trabajo, los pasa casi completos con ellos, y saca tiempo para realizar un sinfín de tareas domésticas que han quedado pendientes durante la semana. Y le queda un huequito para esperarme despierta y dedicarme una caricia.
Sigo con unos amigos míos, cuyo padre ( otro héroe antiguo, el médico desinteresado de todo un pueblo )sufrió un ataque y quedó postrado en una silla de ruedas. Se turnan para atenderle, y no se limitan a cubrir las puras necesidades prácticas. Gracias a ellos, su padre sigue disfrutando de sus amigos y sus amigos disfrutando de él. "Me tengo que ir, que mañana voy con mi padre a..." es una frase que se repite, y mientras los demás seguimos de tertulia, ellos se van a casa para poder seguir dando calidad de vida a su padre. Y encima nos permitimos contarles nuestras miserables miserias cotidianas, y dejan un espacio para escucharnos y apoyarnos.
Héroes son mis padres y los tuyos, que han trabajado cuarenta o cincuenta años día tras día, de sol a sol, para que nada nos faltase, y cuyo premio es una pensión en muchos casos exigua y un abono de transporte para poder subir gratis en el autobús.
Héroe es un padre separado que le roba minutos al reloj para poder ver a sus hijas unos instantes, contra viento y marea, luchando para no perder el cariño de lo que más quiere, soportando las mil y una trabas que su ex mujer le pone, o la mujer divorciada que tiene que hacerse cargo de todas las responsabilidades a las que su ex pareja renunció por pura comodidad. Heroína es esa mujer ya cincuentona que se ha quedado en el paro y sale cada mañana a buscar un trabajo para intentar pagar una hipoteca leonina y no privar a sus hijos de nada de lo imprescindible. Héroe es ese albañil que parte de Ciudad Real a las cuatro de la mañana para estar en el tajo en Madrid a las ocho, y que duerme sentado en una furgoneta más que en su cama.
Héroes son los policias y guardias civiles que por un salario insuficiente velan por tu seguridad. Héroes, el personal sanitario que se desgasta luchando contra la muerte y que, después de muchos años de profesión, todavía se emociona cuando gana la partida a la de la guadaña o cuando trae a un niño al mundo. Nuestros soldados en misiones internacionales, esos marineros en alta mar, el de la quitanieves, los bomberos, el funcionario que cumple orgullosamente con su trabajo administrativo, ese dependiente atento del supermercado que te ayuda con paciencia y simpatía, el taxista, el minero, cada uno de los millones de españoles que se enfrentan a la vida con infinita dignidad...
Son héroes y heroínas por amor, por amistad, por respeto, por vergüenza, por entereza, por convicción, por todo a la vez. Y no esperan más medalla que un beso, un abrazo, un "gracias" o una sonrisa.
Estar dispuesto a dar lo más valioso en un momento para salvar a otro es una heroicidad. Pero dar lo más valioso gota a gota, día a día, no es menos.
Féliz Navidad, y mi cariño para vosotros, mis héroes.