martes, 21 de diciembre de 2021

 

De todas las secuelas de la pandemia, la peor sin duda son las ausencias. Después, la cronificación de síntomas, eso que llaman “covid persistente”. Luego el miedo, que no se va.  Y después está la pérdida del gusto. No por los sabores, que eso, en la mayoría de los casos, dura unos días. La pérdida del gusto por la vida.

Suprimido el ruido de fondo de lo social, resultó terrible enfrentarse a la realidad individual tan solo con tu caja de herramientas mental, soñar con atravesar el espejo como Alicia y que el espejo se obstine en devolverte testarudamente la imagen de la soledad vacía. Hibernar a la espera de que regrese la primavera y encontrar que la primavera se ha ido para siempre, porque, quien sabe, quizá nunca existió más que en la imaginación. Descubrir que mientras eras uno de los esclavos del coro de Nabucco, nada te impedía pensar que cantabas como un ángel. Pero, convertido forzosamente en el barítono, la verdad es que no tienes voz, no tienes oído y no tienes posibilidades de cambiar esa situación. Percatarte de que no sabes nada y no te quedan ni tiempo ni ganas de aprender.

La proyección era que, restablecida una cierta normalidad, la vida volvería a ser lo que era y encontrarías refugio en el bullicio. Pero la algarabía se ha convertido en tinnitus, ya no se traduce por alegría. Se transforma en un zumbido constante, molesto, ensordecedor. Las palabras se han vuelto sonidos sin armonía, fonemas inconexos que se ensamblan como por azar. Y las caras parecen haber olvidado el lenguaje de los gestos, de tanto esconderse tras las mascarillas, y, quizá por eso, las miradas se han desgastado y ya no tienen fuerza.

El invierno está llegando, decían unos personajes de novela. Debe ser verdad. Lo que no explicaron es que el invierno estaba llegando desde la primavera anterior. Y que solo es primavera en la inocencia, y que la inocencia se perdió con el primer beso. Todo lo demás hay que inventárselo, si se es capaz.

Le explico todo esto a Audrey, mi perra, y sus ojos me dicen que me deje de gilipolleces, que la primavera llega cuando le arrasco detrás de las orejas y cuando compartimos las galletas. Es de suponer que la Naturaleza es perversamente sabia y por eso los perros no se toman la molestia de padecer el coronavirus, que bastante tienen con padecernos y compadecernos a nosotros.

viernes, 17 de diciembre de 2021


Como tengo a los polluelos ya revoloteando, me da por pensar en eso que los psicólogos del desarrollo denominan, entre otras zarandajas, el “síndrome del nido vacío”. Parece ser lo que les pasa a los progenitores cuando los hijos se van de casa y que desorienta y confunde y deprime. Aunque también, de mi cosecha, añadiría que desde que los cachorros se hacen adultos y siguen en casa desorientan, confunden y deprimen por lo menos lo mismo. A priori, creo que es otra demostración de que, como dice mi admirado Fernando de Castro, el cerebro es un atraso y solo sirve para enredar. Esto, en realidad, es el síndrome de Estocolmo, pero con secuestradores emocionales, que es más jodido. Los hijos nos tiramos décadas dando por culo, marcando agendas, llenando el tiempo de nuestros ascendientes de obligaciones y cuitas y protestando de paso por su incomprensión. Y no nos vamos nunca, en realidad. Porque ser padre es el oficio más difícil del mundo y, como decía el mío, “es estar preocupado por vosotros hasta que me muera”.

Otro asunto que también se ha instalado en el ideario psicológico o pseudopsicológico colectivo el “fobismo”. Una cosa es la hidrofobia, que va asociada a la infección vírica de la rabia y es un síntoma puramente biológico, o la claustrofobia, la fobia social o la agorafobia, que son patologías mentales perversas por un mal funcionamiento de la almendra, y otra cosa es la homofobia, la gordofobia, la hobofobia y demás fobias de naturaleza sociocultural. Pero en el “totum revolutum” de esta civilización de la información desinformada, parece que todo tiene la misma entidad. Esta progresión del fobismo a mi me parece un poco torticera, que a algunos les renta más que las acciones de Endesa, porque de toda la vida ha habido gordos y homosexuales y vagabundos y viejos y hasta bajitos como yo. Y cualquier característica individual ha servido de chascarrillo. Verbigracia, a mi algunos de mis amigos me llaman “el enano barbudo” y mis actuales compañeros “el viejo gruñón…y tan a gusto. Y el fanegas de mi cole respondía a las iniciales P.V., para evitar demandas, jugaba muy bien al fútbol, sudaba como un pollo y se ponía colorado como un tomate con cualquier esfuerzo. Y le queríamos porque era muy buena gente. Pienso que cuando el común de los mortales utiliza en tono despectivo una característica personal no se debe a esa particularidad, sino al desprecio, asco o ira que provoca el carácter o las actitudes de esa persona, y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Mi padre lo llamaría tener manía y a correr. A lo otro lo llamaría ser mala persona, lo que ahora diríamos patológico y que no es sino odiar específicamente por un rasgo a todos los que lo comparten. Eso ya es una forma de psicopatía, y hay que hacérselo mirar. Desgraciadamente, eso cuesta dinero, me permito añadir…

A lo que estaba… Seguro que también habrá paternofobia y filifobia, y fobias innominadas que irán surgiendo en el ámbito familiar. Igual nos hemos vuelto todos gilifílicos y amamos las gilipolleces, que también pudiera ser. El caso es que hay progenitores que odian a sus vástagos y sucesores que detestan a sus antecesores. Como toda la vida de Dios, en ocasiones con razón y en ocasiones sin ella. No hay problema. A no tardar mucho surgirá algún sesudo estudioso de la Universidad de Rascanalgas del Condado, que proliferan mucho más las universidades que los níscalos, que elaborará una compleja teoría sobre el tema. Y medios de comunicación y asociaciones de defensa de lo que sea que lo “visibilizarán”, verbo que, por deformación profesional supongo, siempre me evoca luces de emergencia y chalecos amarillos en una carretera secundaria sin iluminar. Aunque igual esto de las redes, los periodismos ideologizados y los tertulianos fanático-vociferantes no es sino un puerto de montaña con un asfaltado estrecho y en un paraje oscuro y apartado.

Por último, y por no cansar, están los psicólogos de la madurez, que enfatizan las bondades de la sabiduría viejuna y lo satisfactorio que es ser conscientes del legado que dejas. Cosas que se desarrollarán, imagino, en el espacio de tiempo que transcurre entre dejar el nido vacío, que te vacíen el nido y la cuenta corriente ya de paso, y la crianza de malvas. Con todos mis respetos, cambio la poca sabiduría que haya podido alcanzar a estas alturas por pasear sin la puta faja ortopédica, por dormir ocho horas de tirón roncando como un jabalí berraco en celo primaveral y por digerir el cocido sin más sobresaltos que los gaseosos, y eso sin entrar en más detalles por no dar lástima…

Por más que se empeñen en hacer experimentos y metaanálisis, esa psicología popular del refranero siempre acaba por parecerme más acertada. O tal vez, con el paso del tiempo, va ganando valor como las antigüedades. Aunque también me da que algunos investigadores de la psicología deberían ir al psicólogo, porque son gente que trata de explicar cualquier angustia en términos científicos por el procedimiento de encajarlos a capón en sus opiniones, y, sobre todo, dejando su impronta, como cuando los perros se mean en el árbol o cuando el personaje de Morgan Freeman en “Cadena perpetua” graba a punta de navaja que estuvo en el mismo cuartucho que Brooks. Pero será el precio que hay que pagar por el avance en el conocimiento, y, si lo que se descubre sirve para algo, bienvenidas sean las inyecciones de autoestima.

Esto no es más que otro delirio, que quede claro, por el que me disculpo. Los psicólogos de trinchera merecen todo el respeto del mundo. En una sociedad deshumanizada y alejada de lo esencial, hacen el papel de padre, de madre, de hermano, de médico de cabecera, de amigo de bar y de cura de parroquia rural. El hecho de que tengamos enfermedades de rico, que los que tienen que buscar de comer cada día no tienen tiempo para depresiones, no hace que dejen de ser enfermedades. Hacen falta, y hacen falta muchos más a tenor de las cifras, porque traducen la bioquímica a román paladino y, como modernos chamanes, devuelven la esperanza a los desesperanzados.  Lamentablemente, que hubiese los necesarios también cuesta dinero…

 

En fin, remato afirmando que yo tengo la suerte de no necesitarlos, porque cuando no sé para donde tirar, busco en el disco duro las entradas que empiezan por “Hijo…” y siempre encuentro una respuesta. Mi padre no era un elfo ni un psicólogo, era un señor bajito con bigote. Y de pocas palabras. Pero sabía lo que es la vida. Y lo corta que se hace. Allá donde ande, le pido perdón por el nido vacío, por el nido lleno, por creerme más listo que él y por si alguna vez no le di un beso o no le dije que le quería.

 

Se os quiere, por cierto. El besuqueo lo dejaremos para después de la pandemia.

 

 

 Feliz Navidad y esas cosas...


 

sábado, 16 de octubre de 2021

Posición de tiro, de Ramón Rodríguez

 


“Posición de tiro” es la primera novela del director y guionista cinematográfico Ramón Rodríguez, de origen asturiano y afincado en Bustarviejo (Madrid).

Ya había escrito Rodríguez numerosos guiones y el libro sobre cine “Sjöstrom no es un mueble de IKEA” (bajo el pseudónimo de Javier Boltaña, T&B editores, 2015), y el salto a la novela lo ha dado con un thriller que aborda un tema inquietante: los asesinos profesionales. Sabemos que existen, pero no nos imaginamos cómo son. Ramón Rodríguez nos permite introducirnos en la piel, vida y pensamientos de un asesino a sueldo en un atractivo formato de diario para revelarnos algo aterrador: que pueden ser personas aparentemente normales que a través de diferentes tapaderas camuflan su actividad. El libro no da respiro a la acción, y va preparando de manera creciente una situación asfixiante que engancha al lector, con un realismo que nos deja sin aliento y nos hará pensar si marcharnos de vacaciones en verano.

Como es esperable conociendo la trayectoria de su autor la novela contiene muchas referencias cinéfilas (La ventana indiscreta, Casablanca, Fargo, y más) y literarias (con un guiño al cuento Emma Zunz de Borges). “Posición de tiro” es todo un descubrimiento en el género negro nacional, original y altamente recomendable.

Posición de tiro

Ramón Rodríguez

Autoedición, 2020, 268 páginas

Disponible en Amazon (9,99 € versión impresa y 2,99 € versión electrónica):

https://www.amazon.es/Posici%C3%B3n-tiro-Ram%C3%B3n-Rodr%C3%ADguez/dp/B086PRLXLK/ref=tmm_pap_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=


martes, 5 de octubre de 2021

Fonda de la confianza


 

No es la confianza algo de lo que andemos muy sobrados en estos tiempos de distancia social, fake news y política-basura, en los que las redes sociales y las relaciones virtuales suplantan a las verdaderas relaciones.

Por eso es importante celebrar lo real, y pocas cosas más reales que sentarse en torno a una mesa con gente querida en un lugar estimulante. Como la Fonda de la confianza, que abre sus puertas para traer, a decir de sus gestores, "una cocina de oficio, sabrosa y reconocible pero actualizada bajo una visión contemporánea del comer clásico de Madrid". Y es que detrás de la Fonda de la confianza hay un equipo de primer nivel, con trayectoria, prestigio, ilusión y vocación, que garantiza que la experiencia de comer se va a tornar en un placer. Con la falta que nos hace.

También da confianza leer la carta, equilibrada, personal y original, que combina escabeches, arroces, guisos y otros platos fuertes, con la opción en muchos de sus platos de optar por la media ración. Al lado de una buena pitanza, que no falte una buena botella del que Don Pío Baroja decía que era el mejor camarada para el camino. Una carta de vinos adecuada a cada gusto y elección. Y para prolongar el disfrute (que diría el anuncio de geles de placer) nos proponen una carta de cócteles variados con vinos generosos de Jerez.

En definitiva, celebremos la llegada de la Fonda de la confianza, celebrar, confiar y disfrutar. Valores seguros.

Fonda de la confianza

Calle del Gral. Gallegos, 1, 28036 Madrid

91 561 33 65

info@fondalaconfianza.com

https://www.fondalaconfianza.com/

miércoles, 9 de junio de 2021

Primer Premio del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”

 


LA CITA

 Él

La cita ha sido un desastre.

Es más guapa en persona que en las fotos y me ha parecido simpática.

Y el caso es que al principio todo ha ido bien: nos hemos saludado cordialmente con un par de besos y nuestras miradas se han encontrado. Pero luego, en el bar…

Creo que no le he gustado nada, nada en absoluto. Rehuía mi mirada, no hablaba, no sonreía y ni siquiera abría la boca.

¿Pero qué es lo que no le ha gustado? ¿Mi ropa?, ¿mi altura?, ¿mi aliento? No lo sé, pero ha sido algo. Está claro que soy un desastre y jamás tendré una relación en condiciones.

 

Ella

Ya es mala suerte, con lo que me gustaba… En la primera cerveza me he tragado el diente.


viernes, 4 de junio de 2021

Segundo Premio del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”


 

                                                                ELISA

Quieto en una esquina, tras el telón y a oscuras, escucho cómo el murmullo de la multitud se hace cada vez más intenso. Ya es la hora.

Mientras vuelvo a repasar en mi mente la primera estrofa, me pregunto si todavía llevará flequillo. Si aún le darán miedo las avispas. Si seguirá viviendo en Madrid. Si esta noche habrá venido al concierto.

Suenan las primeras notas de la canción, se encienden las luces y explota el rugido de más de 60.000 personas que saltan con los brazos en alto y hacen temblar el estadio.

Más de ocho años después, mi pasado desnuda un caramelo cuyo sabor nadie imagina tan amargo.

Cruzo el escenario con paso firme, mi voz se abraza a una melodía que comienza a recordar el día que la conocí y por dentro no dejo de repetirme que debería salir a buscarla y pedirle perdón.

martes, 1 de junio de 2021

Tercer Premio del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”



EL PELIGROSO USO DEL SOMBRERO

 

Estornudó con fuerza y en el pañuelo quedó su nariz.

Debió correr hacia el espejo del baño para poder acomodarla en su exacto lugar, no fue sencillo pero logró adherirla con presteza.

Ese fue el primero de los indicios de que algo no andaba del todo bien.

Al mes siguiente, con el episodio superado por la contingencia diaria, al descalzarse, su pie izquierdo quedó atrapado dentro del zapato acordonado marrón. La reinserción a la pierna fue menos trabajosa que la incrustación de la nariz. Por las dudas aquella noche durmió con los zapatos puestos.

Comenzó a meditar cada acción que desarrollaba para impedir desacoples y temiendo por la pérdida de algún fragmento de su anatomía. Pero era imposible controlar todo, empezó a tomar conciencia de la cantidad de movimientos diarios que se realizan automáticamente sin previa reflexión. Para evitar males mayores consideró fundamental dejar de usar sombrero.

Cada día el problema tendía a agravarse.

Doble esfuerzo le costó encontrar los anteojos que se llevaron pegados los dos ojos, y no fue fácil recuperar los dedos que salidos del guante repiqueteaban en el piso del autobús.

El peine se quería quedar con todo su pelo y los dientes se fijaban a las cerdas del

cepillo.

Al intentar saludar al médico notó que su brazo derecho había quedado colgado, junto con su saco, en el perchero de la sala de espera.

Un extraño virus, opinó el doctor y le recetó goma de mascar y bebidas cola.

El episodio más desagradable lo llevó a la cárcel al ser acusado de exhibición obscena al salir de un baño público. Luego de este bochornoso incidente se volvió radicalmente obsesivo en el control de cada una de sus acciones. Sin embargo, a pesar de sus precauciones, nunca pudo saber en qué imperceptible movimiento perdió la cordura.

 

lunes, 31 de mayo de 2021

Fallo del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”

Todos los santos tienen octava, más vale tarde que nunca, no por mucho madrugar amanece más temprano, no hay mal que cien años dure, estación perezosa nunca fue viciosa, quien buen ajo planta, buen ajo arranca. Gracias por la paciencia.

Después de esta temporada extraña y trabajosa, el Ilustre Jurado del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo” ha fallado. Tomad esta afirmación como queráis.

Lo que es seguro es que ha decidido los premios del concurso, que han recaído en los siguientes relatos y autores:

1er  Premio del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo” para el relato titulado La cita, escrito por Mari Luz Sánchez Pareja.

2o Premio del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo” para el relato titulado Elisa, escrito por Jorge Cappa Fernández.

3er Premio del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo” para el relato titulado El peligroso uso del sombrero, escrito por Gustavo Eduardo Green.

Enhorabuena a los agraciados. Sus relatos serán publicados en estos días para que todo el mundo pueda disfrutar de ellos.

Agradecemos infinitamente a todos los participantes su generosidad por compartir sus trabajos en este humilde concurso, y animamos a los que no han ganado a que sigan escribiendo, que es una de las cosas que dan sentido a la vida.

Muy a nuestro pesar esta edición no haremos acto de entrega de premios. Aunque la situación pandémica a día de hoy es esperanzadora a pesar de tanto incapaz, creemos que no merece la pena exponer a nadie a ningún riesgo. Ojalá que la próxima edición podamos volver a hacer lo que más nos gusta, además de leer y escribir, que es compartir unas cervezas con nuestros amigos mientras entregamos los premios y leemos los relatos. Entretanto, leed, escribid, bebed, amad, vivid.

 

domingo, 25 de abril de 2021

Aplazamiento en el fallo del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo”

Queridos amigos,

por diversas circunstancias el Jurado del VII Concurso de relatos hiperbreves ma non troppo “La siguiente la pago yo” no va a poder emitir un fallo en la fecha prevista en la bases.

El Jurado sigue trabajando con denuedo, pero os comunicamos que la resolución no será el 30 de abril, y la nueva fecha prevista es el 31 de mayo.

Esperamos que no haya más retrasos, y aprovechamos para dar las gracias a todos los participantes, por su generosidad y su paciencia.



lunes, 19 de abril de 2021

Palo y Astilla, de Antonio Ortuño Casas y Adrián Ortuño Güendell

Nuestro amigo Antonio Ortuño es un habitual de los relatos cortos, y en este blog ya nos hicimos eco de anteriores obras suyas.

Ahora publica un nuevo libro en un registro distinto acompañado de su hijo Adrían. Todo un desafío.

Con el día del libro a la vista, esta es una magnífica opción para celebrarlo.

Este y los anteriores los tenéis disponibles en los siguientes enlaces:

https://www.universodeletras.com/PALO-y-ASTILLA-------.htm 

https://aortunoc.wixsite.com/antusas/libros



PALO y ASTILLA

Antonio Ortuño Casas y Adrián Ortuño Güendell, 2021

Universo de letras, 272 páginas.

 

sábado, 10 de abril de 2021

Radio Valle Onda Navalacruz, o donde estén las cosas artesanas que se quiten las cadenas de montaje...

 



La vida, que es muy facinerosa, te va organizando emboscadas a cada paso que das. De algunas sales indemne, de otras sales con más arañazos que Messala en Ben-Hur y las hay que te dejan jodido pero de verdad. Pero de todas sales más viejo, de casi todas más gordo y, por excepción, en algunas menguas de estatura y creces como persona. Lo que suele pasar gracias a individuos como el de la foto. El galán con gafas. El otro soy yo.

Ese sujeto, de nombre David, me salió al asalto con otros dos compinches, una tal Begoña y un tal Nacho, hace unos pocos de años. Y me desvalijaron de risas y de afectos, y me dieron, y me siguen dando, lecciones de casi todo lo bueno.

Luego vino la vida, la muy trapacera, y nos barajó como naipes, y salimos de viaje con destinos diferentes, pero sin perder el roce, que es lo que hace el cariño.

Pero como la golfa de la vida es más caprichosa que una influencer en una clínica de cirugía estética, nos hemos vuelto a encontrar a la vuelta de otra esquina, vueltos y esquinaos pero reconocibles.

El caballero toca la corneta y la vuvuzela, juega aceptablemente al mus, bebe cerveza con criterio, es adorador de perros y de niños y se expresa en un castellano ortodoxo que se va perdiendo entre las tinieblas de los que hablan en  inclusivo y escriben en guasap. Lo mismo se baila la de "soy una taza" que relata las aventuras de un bandido abulense. Y nunca reniega de sus raíces ni de sus familias, sean de sangre o de amistad. Si tendrá categoría que conserva un mote en estos tiempos en que a los niños los bautizan Kevincosner de Jesús, no digo más. Como prueba de todo lo anterior baste decir que tiene una C-15, el muy tunante. Está todo dicho.

Es de posaderas nerviosas, un culo inquieto, vamos, y anda siempre maquinando como dar sabor a este tránsito que es la existencia, con esa sonrisa de pícaro como excusa absolutoria.

Y la última que se le ha ocurrido es hacerse locutor, y guionista, redactor, productor ejecutivo y reportero intrépido,  de una emisora de radio que si la pilla don José Luis Sáenz de Heredia hace la segunda parte de "Historias de la radio" y se lleva un Óscar.

En esa frecuencia se escucha palpitar la tierra. La suya. Esa tierra castellana que sobrevive a las redes sociales, a la desfachatez de las mentiras en los tiempos del "vale todo", a la pedantería de los académicos de título, a la ñoñería de los urbanitas soberbios, a la desfachatez que vive de vender la intimidad. Castilla La Vieja en estado puro,  Castilla por fortaleza y Vieja por experiencia.

Ese es el terreno donde siembra historias don David, y brota cultura. No de esa de tertuliano marisabidillo ni de profesores Siesta que imparten lecciones leyendo libros que no comprenden. De la de verdad. De la que fabrican los pueblos y las gentes cada día, la que surge de las tradiciones antiguas y de lo inmediato que pasa y se vivencia. Esa cultura que hace identidad y que está en las experiencias cotidianas, en las casualidades portentosas, en los acentos de los lenguajes y en las costumbres que arraigan a los seres humanos. Arturo y un botellín enseñan más que todos los politólogos del mundo juntos.

Para contar todo esto, y dado que tiene menos vergüenza que un gato en una matanza, se pone el disfraz de Matías Prats padre, que tan importante es lo que cuentas como la forma en que lo cuentas, y suena a la vez a fresco del día y a viaje en el tiempo.

Sin más preámbulos, que soy muy pesado, aquí os dejo el primer enlace de su emisora, Radio Valle, Onda Navalacruz, que, no podía ser menos, habla de pan y de vino, como Marcelino, que con esas cosas se anda el camino. De tierra, de uvas y de trigo y de olores de madrugada de día feriado. Para escucharlo sin prisa y paladearlo sin pausa. Y los siguientes serán igual de deliciosos y algunos con sorpresa.

En fin, como diría el Bicicleta, que Dios os bendiga.

¡Te recomiendo que escuches este audio de iVoox! primer podcast radio valle onda Navalacruz https://go.ivoox.com/rf/6174934

7

viernes, 2 de abril de 2021

Estaca de Bares

 


Son ya demasiadas noches sin noche.

Entrar a un bar casi vacío, de esos que tienen músicas prodigiosamente desconocidas y luces cansadas de alumbrar, y clientes grisáceos como yo. De esos bares en los que el espectáculo es el paso mortecino del tiempo, bares de Madrid, bares que ya eran viejos el día de su inauguración, bares de película de Garci.

Bares donde el latido del corazón lo marca un cubo de hielo chocando contra el cristal fino de un vaso de tubo, bares que decoran el mostrador de aluminio con un pequeño cuenco de loza blanca en el que naufragan media docena de panchitos revenidos, bares con tristeza propia, que se multiplica con tu tristeza, menos por menos es más.

Bares con chicas que parecen Gloria Swanson en “El crepúsculo de los dioses”, bares donde la única frase inteligente que se escucha la pronuncia la voz metálica de la máquina expendedora, “su tabaco, gracias”, bares que no saben que el cielo es azul algunos días y negro casi siempre.

Bares como la vieja carpa del circo “Price”, con un camarero reseco y avejentado por jefe de pista y sin Pinito del Oro ni domadores de fieras de cabello ensortijado. Bares con aseos que se iluminan con una mortecina bombilla que parece susurrar la palabra sobredosis. Bares de barrio, una palabra cuya etimología viene del árabe y significaba “exterior” y “salvaje”.

Bares cementerio, bares donde descansar en paz. Bares refugio, con neones que parecen faros en mitad de la tormenta. Bares, qué lugares, que decía el poeta que cantaba.

Son ya demasiadas noches sin noche. Hasta para el camión de la basura. En cualquier caso, y es un decir…buenas noches.

viernes, 12 de marzo de 2021

Sigamos celebrando

 

Para mí, el domingo de Resurrección no es domingo. O sí, pero no tiene por qué. Es en lo que coincida el 12 de marzo, que es cuando hace unos cuantos años resucitó Luismi, de una forma inopinada y elegante, como es él. Ya se había anticipado a la moda de los virus, pero decidió que ese virus de pacotilla no se lo iba a llevar tan pronto, aunque podía haberlo decidido unos días antes, qué menudo susto nos dio, el muy tunante.

La historia ya la he contado muchas veces y no la voy a repetir, pero sí que a mí me dio una lección de vida que intento no olvidar, y hoy más que nunca sigue vigente: hay que aprovechar cada momento, porque mañana no está garantizado.

Ahora que debemos mantener un perfil bajo por obligación y no podemos tomarnos las cervezas que nos gustaría, es cuando más recuerdo los grandes momentos que hemos pasado, y cuando creo que volverán más pronto que tarde.

En esta época donde lo políticamente correcto es la tendencia dominante, donde se silencia el pensamiento crítico, y el pensamiento único se propaga como una mancha de aceite en el mar, donde la estulticia se recompensa y el criterio se entierra, donde el buenismo se ensalza y el ingenio se penaliza, tipos como él son más necesarios que nunca. Al menos para mí. Tuvo una buena escuela con su padre, que le dejó seguramente muchas cosas, y entre otras, la integridad. En la antigüedad se valoraban mucho las esculturas de una pieza, como él.

Nos quedan muchos toros por lidiar, muchos combates que dar, muchos tiros que disparar y muchas cervezas que trasegar, compañero.

Felicidades.

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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.