Se llaman arribes a las empinadas laderas que forman las orillas del Duero en esta zona y que, sobre todo en el pasado, estaban cubiertas de frutales, olivar y viñedo, aprovechando el microclima que forma cañón. Las características geológicas de éste se han aprovechado también para construir varias presas con sus respectivas centrales eléctricas. También se llaman arribes a los formados por otros ríos de la zona como el Tormes, el Huebra o el Águeda.
Los pueblos son pequeños, pero hay numerosa oferta hotelera y de restaurantes, al menos durante los fines de semana y en temporadas de mayor turismo.
Si salimos de la maravillosa ciudad de Salamanca por la carretera SA-300 dirección Portugal, siguiendo el curso del río Tormes, pasaremos por Ledesma donde, aun estando todavía fuera de nuestro objetivo, debemos hacer una parada obligatoria para visitar este bello pueblo de bonita arquitectura, con castillo y puente medieval.
Siguiendo la carretera llegamos al grandísimo embalse de Almendra, que marca la entrada en el Parque Natural. La carretera discurre por encima de su larguísima presa, entrando en la provincia de Zamora, y poco más adelante llegamos al pueblo de Fermoselle, bonito pueblo con una hermosa plaza mayor compuesta de buenos edificios de sillería, incluyendo el ayuntamiento y su torre-reloj. La iglesia también es de buenos sillares con un altísimo campanario. Sus calles estrechas y empinadas suben hacia la parte más alta del pueblo, donde se encuentran los restos del castillo, cuyo patio de armas sirve ahora de magnífico mirador sobre los Arribes del Duero y las tierras portuguesas, aunque el río no llega a verse desde aquí.
Desde Fermoselle cogemos la carretera de Trabanca y, a mitad de camino entre los dos pueblos, cruzamos el río Tormes por un monumental puente. Aquí encontramos los arribes del Tormes, poco antes de su desembocadura en el Duero.
Entramos de nuevo en la provincia de Salamanca para llegar a Trabanca, donde tenemos un Centro de Recepción de Visitantes del Parque Natural, en el que podremos informarnos con detalle de todo lo necesario para nuestra ruta: hoteles, restaurantes, espacios naturales, rutas de senderismo, cruceros por el Duero, flora, fauna, geología del parque, etc.
Desde el pueblo de Pereña sale una carreterilla que en 3 kmts. nos lleva hasta la ermita de Nuestra Señora del Castillo, escenario de una concurrida romería en el mes de mayo. Aquí tenemos el primer contacto con el río Duero, gracias a unos miradores desde los que tenemos unas preciosas panorámicas que nos ayudarán a hacernos una idea de lo que son los arribes.
Desde aquí tenemos una buena vista frontal de las cascada, pero no podemos acceder hasta ella. Para esto, debemos regresar a la carretera y continuar hasta Masueco, donde sale un camino que nos conduce en coche o andando hasta la misma cabecera, donde hay un balcón de madera suspendido sobre el salto de agua, que nos regala una sensación única al ver semejante caudal de agua descolgándose bajo nuestros pies, sobre todo en primavera.
Continuamos hacia Aldeadávila de la Ribera y, a la entrada del pueblo a la derecha, está señalizado el desvío para bajar a la Playa del Rostro, uno de los lugares más bellos de la zona. Se trata de una playita de arena y hierba junto al río Duero, rodeada de altas paredes rocosas.
Aquí también hay un embarcadero de donde sale un catamarán que realiza cruceros por el cañón, permitiéndonos admirar durante hora y media desde abajo las impresionantes paredes graníticas de más de 300 metros de altura que lo conforman por esta zona. Durante este recorrido contemplaremos también, sobre todo en primavera, la cantidad de arroyos que desembocan en cascada en el Duero desde lo alto del cañón. En definitiva, un paseo en barco de los que no se olvidan. Eso sí, conviene reservar plaza antes de ir.
Entramos ahora en el pueblo de Aldeadávila, desde donde parten diversos caminos o carreterillas que nos conducen en pocos kilómetros a distintos miradores sobre los Arribes del Duero. Están señalizados, pero en caso de duda algun lugareño nos orientará. Vamos a destacar tres de ellos.
El primero es el Mirador del Rupurupay, donde tenemos unas preciosas vistas del Duero en una zona donde las laderas del cañón son más tendidas, pero de gran belleza igualmente.
A los otros dos se llega por la misma carretera, ya que se encuentran uno al lado del otro junto a la presa de Aldeadávila. ¡Ah! Una putualización antes de acercarse a ellos: abstenerse los que sufran de vértigo, y mucho cuidado con los niños.
Primero llegamos al Mirador de Picón de Felipe, que es un conjunto de rocas situadas en lo más alto del cañón, dotadas de barandillas para proteger a los visitantes, y que nos ofrecen unas espectaculares vistas en la zona donde los paredones graníticos tienen más altura.
Unos metros más adelante, casi encima de la presa, se encuentra el Mirador del Fraile, sobre otra roca con su barandilla. ¿Qué decir sobre estas vistas, sobre estas paredes de roca de varios centenares de metros de altura? Si espectacular fue verlo anteriormente en el barco desde lo más profundo, no menos espectacular es verlo ahora desde lo más alto. ¡Simplemente, inolvidable!
Volviendo a Aldeadávila, cogemos la carretera que nos conduce a Mieza, pueblo que bien merece un paseo. Además, desde el casco urbano sale un camino que nos lleva en poco más de un kilómetro hasta el Mirador de la Code, donde volvemos a tener magníficas vistas de esta zona del Duero y sus arribes. Junto al mirador hay una pequeña capillita de piedra con una imagen de la Virgen.
EL RURAL
Continuará...