sábado, 13 de julio de 2013

El espontáneo

En realidad su conducta no tenía nada de espontánea. Él era un producto predecible del mercado, amaba la trinidad del consumo: fútbol, sexo y violencia.
La noche antes del partido se presentó en un burdel con el total de sus bienes en efectivo. El local colgó el cartel de completo y él se entregó a una orgía sin miramientos. La cocaína y una buena dosis de viagra comprada por internet le permitieron realizar todas las fantasías de sus héroes de cine pornográfico.
Cuando a la mañana siguiente llegó al estadio el partido ya había comenzado. Eran dos equipos mediocres de una liga regional, no había controles de seguridad pese a que más de una vez los encuentros habían acabado a tortazos. Tampoco había cámaras. Eso era lo que evitaba que las ligas menores llamaran la atención a los espontáneos, pensó mientras ocupaba su asiento en la grada y marcaba el teléfono de una televisión local.
Después de colgar el teléfono abrió su mochila, sacó un paquete de tabaco y fumó un cigarro mientras veía la evolución del balón. La grada animaba por costumbrismo, pero su descontento por el espectáculo era evidente.
A la salida de un córner bajó los escalones lenta, pausadamente, como un actor sabedor de representar un papel importante. Llegó a la altura del césped y sin dificultad salvó la altura de la pequeña valla. Desde el banquillo alguien alzó la voz. Loco, oyó decir. Él se internó igual de sereno hasta el centro del campo. Los jugadores fueron deteniéndose a medida que repararon en su presencia y el árbitro fue hacia él con el gesto que precede a la expulsión de un defensa violento. Algunos jugadores se arremolinaron en torno suyo increpándole con insultos. De la banda había salido el delegado de campo y el presidente de la peña. Él no les escuchaba, sólo veía mover sus labios. Abrió la mochila, sacó un arma y apuntó hacia los jugadores.
-          Parece mentira lo que uno puede comprar por internet –dicen que dijo.


Kubala

viernes, 12 de julio de 2013

La sala abovedada

La sala abovedada donde trabajo es lúgubre y silenciosa, sólo accesible a través de una interminable escalera descendente. Su único mobiliario son unas estanterías metálicas, con cajas de seguridad, dispuestas en ambos laterales, dibujando un estrecho pasillo…
Todo comenzó años atrás con aquel anuncio en un diario de la mañana: “Se precisa persona disciplinada, sin compromisos laborales ni familiares, para custodia documental 0330 LBT”. Lo de “0330 LBT” me llamó la atención… ¿Un nuevo dispositivo multimedia? ¿Quizás un código de vuelos low-cost?... Impregnada de curiosidad, envié mi curriculum. A los pocos días recibí una llamada telefónica. Una pausada voz varonil preguntó:
-      ¿Señorita Elvira Cuadrejón?
-      Sí, soy yo. ¿Qué desea? –respondí intrigada.
-      Ha sido elegida para el trabajo anunciado en El Rumor. Mañana, a las nueve en punto, un automóvil pasará a recogerla en el portal de su domicilio. Le rogamos discreción…
El lujoso coche negro con las lunas tintadas acudió puntual. Tras un dilatado recorrido el críptico conductor detuvo el vehículo frente a un vetusto edificio solitario. Sin mediar palabra alguna descendió del coche, abrió la puerta trasera y me invitó a bajar. A continuación me entregó un sobre cerrado mientras me señalaba una puerta secundaria, situada a la derecha de la entrada principal del edificio. El vehículo se alejó y desapareció de mi vista. En ese momento observé el texto que figuraba escrito en el frontal del sobre: “0330 LBT”…
Algo confundida y nerviosa encendí un cigarrillo y me acerqué hasta la puerta que me había señalado el chófer… Su aspecto era de abandono, con la madera enmohecida, pero la cerradura lucía resplandeciente. Abrí el sobre y extraje la llave alargada que había en su interior. Al ir a guardar el sobre en mi bolso ví que también contenía una cuartilla plegada en la que figuraba una lista de nombres propios masculinos, todos ellos diferentes, ordenados alfabéticamente… Abrí la cerradura sin dificultad y descendí por la escalera lentamente hasta esta sala abovedada, que desde ese día, ya muy lejano, se convirtió en mi lugar de trabajo…
Confieso que mi actividad laboral es extraña, sin contacto directo con los responsables  de mi contrato, pero muy bien remunerada… Los esporádicos visitantes que se adentran en la sala, tras identificarse debidamente con alguno de los nombres de la lista, se afanan en hacer múltiples anotaciones manuscritas… ¡Ah! Es que no os he comentado que “0330 LBT” hace referencia a las “33 LIBRETAS” depositadas y custodiadas por mí en esta recóndita sala…
No sé… Tengo el presentimiento que muy pronto alguien influyente me reclamará la llave, perderé mi empleo y esta sala abovedada permanecerá cerrada para siempre…


Robin Hood

jueves, 11 de julio de 2013

Apelación desesperada y última

Ya sé que no es excusa, señoría, pues el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento...
   Pero insisto en apelar a su benevolencia.
   Mi cliente está muy confuso.
   En aquel lugar, las leyes son costumbres; el delito, despiste; los jueces, ancianos; la justicia, aire, y no existen acusados. Del mismo modo que las radios son violines y el pan es hierbabuena; de igual manera que los barrios son ferias y los labios, cigarros. Mi cliente no entendía nada, y sigue sin entender. Lo que aquí se conoce como propiedad, en aquel lugar no existe.
   Cuando cogió la manzana de aquel árbol, señoría, sencillamente hizo aquello que llevaba haciendo desde niño por inercia, como un barco que avanza alimentándose de olas; ni pensó que pudiera estar delinquiendo.
   Simplemente estaba despistado.


Hombre libre

miércoles, 10 de julio de 2013

El padre de Juan el topo

El padre de Juan el topo luchó por las minorías en un barco de papel. Solía salir cada viernes a la hora en que el alba se come a mordisco los lunares cancerígenos de la luna y las estrellas se intoxican con polvo intergaláctico de alfa centauro. No era un talpidae sistemático y mucho menos descuidado en las faenas del amor. Guardaba concienzudamente en su billetera un botiquín con dieciséis condones fluorescentes y un rosario de plata por si el diablo apareciese con una máscara sin ojos. -Siempre le tuvo pánico a los niños que jugaban microfútbol sin sus lentes de contacto y a las calabazas tartamudas que danzaban en la noche con las brujas-.
Así era el padre de Juan, ciego por herencia de sus padres y hambriento por falta de un buen restaurante italiano. Es que vivir en las profundidades de la tierra no es tarea fácil, luchar con los desmaninos por la cuota mensual del curso de natación y correr tras las huellas de las musaraña por un simple bocado de comida se hace al trascurrir del tiempo una rutina desgastante y aburrida.
En las mañanas el padre de Juan aprovechaba la sombra de los árboles para coquetear con las ardillas y jugar al papá y a la mamá con alguna zorra pelirroja, a ellas les encantaba la particularidad del pene de padre de Juan, siempre mirando hacia atrás y sin la incómoda bolsa del escroto que tanto fastidio les producía cuando practicaban el salto del ángel.
Ya en las horas de la tarde, cuando la humareda y el veneno habían menguado y las lombrices con su esbelto cuerpo practicaban capoeira con los sapos de la casa, el padre de Juan aprovechaba el tiempo para tomar un poco los rayos del sol, le fascinaba la idea de caminar bronceado por los jardines alemanes y dormir desnudo sobre el sombrero de un espantapájaros modesto.
Así era el padre de Juan antes de morir, lo que haya hecho después o haya olvidado en su etapa terrenal no hace parte de este relato.
Padre de Juan 3 de noviembre de 2009 – 3 de noviembre de 2012.
Te recordamos.


Daniel Fernando Rodríguez Acevedo

martes, 9 de julio de 2013

Amor antipersona



          Le arrancó una costilla y volvió a soplar. Corrió a ocultarse detrás de los cerros. Ahora sí, el corazón estaba a punto de estallar.


Rubén Rojas Yedra

lunes, 8 de julio de 2013

Mimetismo marino

Cae sin fuerzas, cae y allí queda, de espalda, de cara al cielo. La arena comienza a cubrir su cuerpo, ya no se diferencia su contorno, de  lejos  semeja un pequeño bulto en el paisaje.
Desde el fondo de sus sentidos registra algunas sensaciones:  
“Siento que las manos desarrollan raíces que van extendiéndose, buscando agua”.
“Mis piernas fuertemente ancladas resisten el viento”.
“Mi mente reseca ya no formula amenos pensamientos, mis cabellos se han desintegrado en minúsculas partículas cristalinas”.
“Los  ojos, mis azules ojos, se transformaran en coloridas piedras que coleccionará algún  niño y Mis las orejas se transmutaran en sonantes caracolas que repetirán sinfonías marinas”.
Recuerda risas, trompos de polleras blancas, guirnaldas de flores. Cantos acompasados, velas flotantes, todo un torbellino de alegría compartida. Luego evoca haberse encontrado luchando con las olas, sintiéndose  envuelto, ascendido, hundido, revuelto, arrastrado.
Sueña que lo llaman, Joao, Joao,  que sus labios son humedecidos, que desentierran su cuerpo, que lo sacuden, que lo cargan.  Risas y más risas:
— ¡Como te pego la Cachaza!
—Te estamos buscando desde año nuevo.
—El perro te rastreo.
Quien camine temprano esa mañana en la playa, vera una procesión de alegres jóvenes que llevan a un camarada en andas.


Alicia Dorato

domingo, 7 de julio de 2013

MULEY HACÉN. (penúltimo sultán nazarí)



Es por su altura difícil,
fragosa por su aspereza,
por su sitio inexpugnable.
e invencible por sus fuerzas.

          Ciertas licencias nos tomamos en el uso de estos versos de Calderón de la Barca para determinar la majestuosidad de la cumbre más alta de la Península.
          Graves convulsiones políticas acaecían en la Granada del 1464, fecha en la que accedió al trono nazarí MULEY HACÉN, el que fuera padre del último sultán de la dinastía, Boabdil el chico. Desde el principio tuvo que lidiar con intrigas palaciegas capitaneadas por su propia mujer, Aixa, encaminadas a derrocarle en favor de su hijo. Esto le influyó intensamente y terminó refugiándose en los brazos de su favorita Zoraya, una princesa cristiana cautiva.
          Dice la leyenda que cansado y desilusionado pidió que a su muerte se le enterrara en el lugar más alto del reino. Quería estar cerca de Alá, al tiempo que tener a sus pies las tierras que en vida no dominó como señor de ellas, Así, en 1482 fue sepultado en la cumbre del pico más elevado de Xolair (Sierra Nevada) y que desde entonces recibe el nombre de MULHACEN (Muley Hacén).

SEGUIR AMANDO DESPUES DE LA MUERTE 

 El Andalusí
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