El título ya da pistas. Para mí no es una novela negra: es una novela de amor con muerto. La muerta es la que da título y es el centro de varias historias de amor entrecruzadas.
Pero me ha gustado, y mira que yo no soy mucho de novelas románticas. Los amores van desde serenos a esquizoides y la trama y los personajes son creíbles. Porque las relaciones son tórridas por muy al norte que vivan los protagonistas. Y el policía y la escritora te caen bien y hasta les coges cariño.
Una novela que se lee fácil y que te deja a gusto.
Película: Amigos… Dirección: Borja Manso y Marcos Cabotá. País: España. Año: 2011. Duración: 92 min. Género: Comedia. Interpretación: Ernesto Alterio (Diego), Diego Martín (Santi), Alberto Lozano (Víctor), Goya Toledo (Carolina), Manuela Velasco (Miranda). Guion: Borja Manso y Borja Cobeaga. Producción: Álvaro Augustín y Eduardo Pérez. Música: Sergio de la Puente. Fotografía: Mario Montero. Montaje: Juan Carlos Arroyo. Dirección artística: Javier Fernández. Vestuario: Teresa Mora. Distribuidora: Tripictures. Estreno en España: 8 de julio de 2011. No recomendada para menores de 7 años.
Sinopsis:
Nacho, Santi, Diego y Víctor, 35 años, son amigos desde la más tierna infancia. Cuando eran más jóvenes ponían a prueba su competitividad y su ingenio en peculiares apuestas. Diez años después fallece Nacho, que ha preparado una apuesta póstuma: ganará su herencia, valorada en 17 millones de euros, el amigo que logre más audiencia en televisión antes de que termine el año. Pese a las dudas iniciales, los tres aceptan el reto para recuperar la magia de la juventud y con el aliciente del dinero. Cada uno adoptará una estrategia distinta para conseguir salir en televisión; la competitividad que siempre ha existido entre ellos se reavivará y hará que todos se esfuercen al máximo en sus intentos.
Opinión:
Comedia española, que puede pasar inadvertida, pero que si te pilla en un momento en que lo que necesitas es reírte por todo, y olvidar las penas, lo conseguirás. Humor sarcástico donde se critica la telebasura, todos los programas de televisión que últimamente nos abordan y son líderes de audiencia, menciona la hipocresía de la sociedad, la importancia que se le da al dinero, y sobre todo hace hincapié en las relaciones de amistad.
Los tres inmaduros protagonistas, con personalidades distintas y tan diferentes entre sí, se las ven y se las desean para conseguir unos minutos de gloria, donde prácticamente casi todo puede estar permitido y esto es lo que la hace cómica, las payasadas están sumamente garantizadas. Los actores protagonistas están bien, en especial Alterio que se sale en algunos gags, Goya Toledo algo floja en el papel de esposa arpía manipuladora, pero Manuela Velasco está divertida en el papel de periodista tonta e ingenua, con una banda sonora bastante buena, sin escenas de sexo, y con un humor para toda la familia.
Si os queréis reír un rato no dudéis en ir a verla, entretenida, amena, y mucho mejor si vais a verla con amigos.
Vaciar las cuentas del marido no es delito. Ésta ha sido la sentencia de la Audiencia de Alicante en un juicio contra una mujer y su abogada acusadas de haber sacado hasta 240.000 euros de los fondos de éste aprovechando un viaje de reconciliación que hicieron a Italia, según el fallo judicial hecho público ayer. La sentencia incide en que la mujer era titular de las cuentas de las que sacó el dinero, ya que el matrimonio estaba en régimen de gananciales, y por tanto cualquier reclamación de tipo económico deberá solventarse por la vía civil durante el proceso de divorcio.
La pareja había contraído matrimonio en el año 2004 y tenían establecido el régimen de separación de bienes. Cuatro años después, el marido cambió al régimen de gananciales como regalo de aniversario. En 2008, la mujer regresó a Venezuela, donde estuvo durante tres meses y al regresar la familia organizó un viaje a Italia en septiembre de 2008. En la estancia en ese país, la mujer realizó cuatro trasferencias bancarias de las cuentas del marido en intervalos de minutos para sacar todo el dinero. Al tercer día de viaje, la mujer desapareció con el hijo de ambos dejando al hombre abandonado en Italia, sin dinero, ni documentación, ni billete de vuelta. Al volver a Alicante, se encontró con que en la cuenta sólo quedaba un saldo de 0,69 euros.
La sentencia basa la absolución en que no ha quedado acreditado que el matrimonio estuviera ya roto cuando se produjeron los hechos. "La acusada fue a Venezuela ese verano con su hijo como había hecho otros años y además estaba enfermo su padre por lo que no es ilustrativo de la ruptura", dice la sentencia. Los magistrados de la Sección Primera tampoco han considerado acreditada la versión que dio la mujer durante el juicio, que pretendía resguardar el patrimonio familiar por el despilfarro del marido por su supuesta adicción a la cocaína y al juego, razones por las que al final le acabó dejando. La Audiencia deja que las reclamaciones se queden en la vía civil y descarta adoptar medida alguna para pedir la devolución del dinero.
Un viaje de reconciliación. Claro, es una estupenda reconciliación (para ella).
¿No podría alegar él una enajenación transitoria cuando le hizo como regalo de aniversario los bienes gananciales? Es un regalo poco romántico, donde esté un plan clásico, como unas flores, cena en sitio bonito, champán y revolcón, que se quite lo demás.
Por lo menos le dejó 0,69 euros. ¿La cifra será casualidad o una última burla?
Debería haber un programa de humor en prime-time para la justicia, que como dijo aquél, “es un cachondeo”.
Me asomé al balcón. Desde el séptimo piso se veían aún algunos coches circulando y pocas ventanas encendidas en los edificios de alrededor. Tal vez velaba algún desgraciado como yo, que en mitad de la noche rumiaba su angustia en silencio, sin saber qué hacer. Me venían ganas de saltar al vacío y terminar con todo. Un avión cruzó el cielo hacia el oeste; cuánta gente viajaría en él, ignorante del sufrimiento, de esa tensión insoportable que me oprimía. Pensar en la felicidad ajena me enfureció, y lo que es peor, me hizo sentir pena de mí mismo. ¿Era pena o compasión? No, ahora lo sé, era rabia. Una rabia que percutía en mi cabeza por no haber sido capaz de dominar aquella situación. Volví a mirar hacia abajo. Entonces me llegó desde el dormitorio la voz de Clara.
- Anda, bobo, vuelve a la cama y no te preocupes, esto le puede pasar a cualquiera. Luego lo intentamos otra vez.
Ante una campaña electoral dirigida a los jóvenes con poco éxito, una estudiante de Ciencias políticas con aspiraciones al Parlamento ha agitado al censo con un provocador destape aunque, finalmente, los electores que votaron el domingo no le dieron su respaldo y se quedó sin escaño.
Katarzyna Lenart es una estudiante de 23 años que aspiraba a formar parte del Parlamento de Polonia a partir de este domingo, fecha en la que el electorado estaba llamado a pasar por las urnas. Un exceso de celo en la búsqueda del voto y en la confianza en convertirse en un fenómeno viral en las redes sociales –algo que ya ha conseguido-, la llevaron a urdir un vídeo con el que captar el voto, aunque, finalmente, se quedó sin escaño.
Lenart, sin tapujos, seduce en él a la cámara sentada sobre una silla acariciando su cabello. Con mirada fija hacia el espectador, se va quitando la ropa de forma sensual. Primero la corbata, luego la chaqueta, hasta que se despoja de la blusa y en el momento que lanza el sujetador al aire aparece sobre su cuerpo un mensaje: «censurado». «¿Quieres más? Vote por el SLD», concluye el spot.
La oposición no ha dejado pasar la oportunidad de alzar la voz y criticar la iniciativa. «Cada candidato tiene derecho a hacer sus propios materiales de la campaña, pero hay límites», dijo Tomasz Kalita, portavoz de la Alianza Democrática de Izquierda (SLD). «Vídeos electorales como este no deberían existir», apuntó en el diario «Gazeta Wyborcza».
El político afirma que se trata de un método particularmente equivocado para un candidato de un partido de izquierda. «No me gusta. No creo que este tipo de anuncios tengan cabida en la política de izquierdas. Debemos promulgar una prohibición de la publicidad sexista», concluyó Kalita.
«Mi campaña estaba dirigida a los jóvenes, que sólo están interesados en cosas controvertidas, por desgracia», dijo la improvisada «stripper». «Yo no creo que haya sido vulgar u obsceno. Difícilmente se puede ver nada», concluyó Lenart.
Las máquinas expendedoras son esos artilugios que se inventaron para “facilitar” la vida a los sufridos consumidores, con objeto de que pudiéramos disponer de multitud de productos sin necesidad de una persona que nos los dispense. La teoría es magnífica, el problema es cómo dar soluciones técnicas satisfactorias a la cuestión. He dicho satisfactorias adrede, porque máquinas las hay a puñados, ahora, que funcionen es otro cantar. Y por eso reconozco que me caen mal.
Para empezar, por el nombre; ahora las llaman máquinas de “vending”, que es una palabrota inventada ad hoc para denominarlas; bien está que usemos el gerundio inglés para decir chorradas, como el “tumbing”, pero esto me parece absurdo. Es como si al portero automático lo denominásemos el “llaming”, o a los exprimidores, máquinas de “zuming”. Y no sigo por ahí.
Y para continuar, los contenidos. Me voy a centrar en las máquinas de alimentos, de picoteos. No sé si las empresas buscan aquellos productos que los fabricantes desechan por bajas ventas, porque a veces uno va con toda ilusión y luego no hay nada que le guste. Lo peor es cuando van cambiando los productos; si te acostumbras a sacar el bollo de mermelada de garbanzo con crema pastelera, cuando un día vas a por tu bollo y resulta que en su lugar está un pastelito de manteca de camello que no te gusta nada, produce una enorme frustración. Aunque no tanta como cuando la máquina se atasca (o sea, una de cada tres veces). Creo que deben hacerlo a propósito. El hierrecito espiral que gira permitiendo salir al producto falla más que Rompetechos tirando al plato; ves el hierro girando, y el producto saliendo, y cuando el hierro deja de girar, el producto sigue ahí, atascado. ¿Cuántas veces les han pillado agitando la máquina con frenesí, pegándole golpes contra la pared, para ver si cae el maldito bollo o lo que sea, mientras profieren blasfemias contra el avieso inventor de la odiosa máquina?
En ocasiones lo que está estropeado es la luz interior, y uno no puede ni ver lo que quiere extraer; entonces se convierte en una especie de sorpresa, tú echas la pasta, le das al número donde intuyes que están los caramelos “chugus”, y entonces cae una bolsa de presuntos frutos secos donde lo que más hay son pasas (deben estar baratas, porque las ponen de relleno cantidad). Otras veces, al darle al código sale el letrerito “El producto seleccionado no está disponible”; ¿pero cómo que no, si lo estoy viendo? Será que la máquina es una mierda y está estropeada. Total, que eliges otro. “El producto seleccionado no está disponible”; tampoco. Escoges el tercero. “El producto seleccionado no está disponible”. Vamos, que adelantaríamos más si pusiera algo así como “El único producto disponible son los bizcochos integrales sin sal que no le gustan a nadie”.
Con esos artefactos puede pasar de todo. Un día, iba a tomarme un paquete de galletas de chocolate, las necesitaba para calmar mi necesidad de cacao; eché mi única moneda y la máquina me la devolvió. Insistí, pero ella también. La eché cinco veces y lo mismo. A veces pienso que tienen sensores de voz, porque cuando grité “¡trágatela, hija de la gran p…!”, la moneda se quedó dentro. Entonces marqué el código. El 21. Me abalancé sobre la máquina gritando “¡no, eso noooo!”, cuando vi que en lugar de mis anheladas galletas caía el producto vecino, un paquete de Lwix, una barra de barquillo y caramelo que detesto. Faltaba el numerito de las galletas, y el del Lwix era el más próximo. Lo peor de todo es que al día siguiente se me había olvidado el incidente, y cuando marqué el código volvió a caer otro Lwix, ante mi desesperación. Y me junté con dos Lwix en mi cajón que no recuerdo a quién regalé.
Como ya he dicho, un aspecto relevante es el mantenimiento de las máquinas. Las averías son muy frecuentes, y es habitual ver un papel pegado con papel celo en el que pone “No funciona”; y debajo, algunas dedicatorias a la madre que parió a la máquina o a los cuernos del padre del técnico. Y cuando eres tú al primero que le falla el artefacto, tienes la obligación moral de poner el cartelito. Y después, llamar al teléfono que figura como número de contacto en caso de problemas. “Sí, hola, que la máquina se me ha tragado 60 céntimos, pero les exijo que me devuelvan 100 euros por el cabreo que me he pillado”. Yo creo que van una vez al mes. Eso se nota en que al cabo de los días se van acabando algunos productos; primero, las patatas fritas y las mejores galletas; luego los sándwiches, los zumos y los batidos. Después sólo quedan los Lwix, los productos integrales y las barritas dietéticas, y al final ni eso. Un día que en mi centro de trabajo tenía hambre, o me comía un paquete de pañuelos de papel con aloe vera, o nada. No me los comí, aunque si tenían aloe vera a lo mejor no estaban tan malos. Por favor, que inventen algo mejor.
Ben Seisler es un hombre hecho a sí mismo. Trabaja como abogado gracias a que se costeó sus estudios. Y lo hizo con el dinero que ganó donando su esperma, a 150 dólares la sesión (111 euros), una y otra vez. Ahora ha confesado a su prometida, en medio de un reality show, que es padre de una familia numerosa… de 70 miembros. ¿Un truco de la televisión o un anuncio desesperado?
El donante hizo su confesión en un reality show de la televisión norteamericana, “Style Exposed: Sperm Donor’’, que se emitió el pasado 27 de septiembre, y del que se ha hecho eco el diario The Boston Globe. Seisler donó esperma durante tres años mientras estudiaba en una escuela jurídica de George Mason, en Virginia (Estados Unidos). Al menos 15 de estos descendientes han hecho ya los trámites para ponerse en contacto con él, y a algunos de ellos les ha conocido personalmente.
Seisler aseguró que su idea inicial era permanecer en el anonimato, pero que después se lo pensó mejor y se inscribió en un registro online denominado Donor Sibling Registry, que conecta a hermanos fruto de una donación de esperma con sus progenitores. Un error del que todavía se está arrepintiendo.
Ya sea una puesta en escena perfectamente planificada (todo es posible en televisión) o una situación real y privada llevada hasta el absurdo, lo cierto es que la confesión del joven dejó sin palabras a la prometida, a quien se le vino el mundo encima, como confesó después, tras darse cuenta de que en el mismo “lote” que el prometedor abogado venía una considerable “prole”.
“¿Eres consciente de las consecuencias que tiene tu acción? ¿Sabes lo que supondría tener que recordar 70 cumpleaños cada año?”, acertó a preguntar la joven.
Para explotar aún más la situación, Seisler se vio cara a cara con dos de sus hijos naturales, una chica de siete años y un chico de cuatro, que son hermanos y que tienen un extraño parecido con él. No obstante, pese a ser el padre de tantos menores, los expertos legales no tienen claro cuáles son las responsabilidades que se pueden exigir al donante.
Tampoco las tiene todas consigo el propio abogado. “Por una parte son mis hijos biológicos, pero por otra no son míos. Yo no los he criado ni lo voy a hacer, y no tengo ningún control sobre ellos”, afirmó ante las cámaras.
Aun así, Seisler se puede dar por satisfecho. “Tenía razones para esperar entre 120 y 140 hijos”, reconoció.
Aquel sábado amaneció con un solazo prometedor, pero no tardaron más que un rato en aparecer los nubarrones, en forma de la voz de mi santa.
- Cielo, tenemos que ir a IKEA.
Mi mandíbula se debió desplomar hasta el suelo, como las de los dibujos animados, y no se me cayó la taza porque estaba enganchada al dedo.
- ¿Y eso? - respondí, tratando de aparentar calma por encima del pánico que me entró.
- Porque tenemos que devolver la lámpara de la habitación de tía Lili.
- ¿Y qué le pasa a la lámpara, está estropeada?
- No, pero a tía Lili no le gusta, porque dice que el casquillo es muy pequeño y se va a calentar mucho, y le da miedo. Y además la pantalla no hace juego con los colores que a ella le gustan.
Me cisqué en silencio en los conocimientos que tía Lili pudiera tener sobre casquillos, mientras pensaba que el único color que le pegaba era el negro negrísimo.
- Bueno, y además quiero mirar unas cosillas del nuevo catálogo - añadió.
Aquello ya no eran nubarrones, era una amenaza de temporal.
- ¿Y no podemos ir otro día?, porque hoy estará lleno de gente.
- No, porque hoy tenemos tiempo, y cualquier otro día tenemos que dejar de hacer otras cosas - dijo, llena de razón.
Nos ha jodido, pensé, y hoy tengo yo que dejar de leer el periódico y ver las carreras en la tele. El día parecía escogido adrede, un sábado de invierno entre dos “puentes”, justo cuando toda la humanidad aprovecha para devolver las cosas que no les gustan a las tías Lilis.
- Pero si tan mal te parece, no vamos - repuso, cambiando el tono de voz hacia un peligroso registro de amenaza.
Entendí a la perfección la advertencia y me callé. A la hora y media ya estábamos en el coche camino de ese paraíso del mueble de automontaje, donde con una llave Alen puedes construir una central nuclear. El tráfico se iba haciendo más denso a medida que nos aproximábamos al lugar.
- Puede que hoy haya un poco de atasco - dijo ella.
“Un poco de atasco” era una fila de coches a doble carril más larga que la Gran Muralla; parecía como si toda la población estuviese huyendo a la vez.
Cuando una hora después conseguimos entrar en el recinto del centro infernal (digo, comercial) se presentó otro de esos momentos bonitos, teníamos que aparcar; nosotros y los otros setecientos mil coches que nos acompañaban. Dimos dieciocho vueltas por el aparcamiento, pero todos llegaban antes que nosotros a la plaza que se quedaba libre.
- Mira, mejor nos bajamos nosotros y tú vienes ahora, ¿vale? - dijo, viendo que los niños iban a empezar a tirarse de los pelos, como mínimo. - Pero no tardes - añadió.
Por un momento pensé en largarme, pero dos vueltas después pude encajar mi cacharro en un espacio mínimo, no sin disputarlo casi a ladridos con otro sufridor que también lo quería; me solidaricé con él pero aparqué yo. Era un sitio estupendo, a tropecientos metros de la entrada, así que di un agradable paseo por el parking, entre las maldiciones del resto de conductores. Cuando llegué al vestíbulo, todavía encontré a mi familia en la entrada, saqueando la tienda sueca.
- Qué cosas tan buenas tienen aquí, vamos a llevarnos unas cuantas.
¿Buenas? Yo sólo veía chocolate sueco, patatas fritas suecas, pan tostado sueco, que tenían un aspecto parecidísimo al chocolate, las patatas fritas y el pan tostado que habitualmente compramos en cualquier tienda, pero con nombres raros.
- Hala, vete pagando, que vamos a tomar un desayuno sueco, que es muy rico y está en oferta.
La cola de pagar hacía zigzag con doble tirabuzón, y tenía no menos de cuarenta personas; maldije a S.M. el Rey de Suecia, a Ingmar Bergman y a ABBA, y aguardé mi turno. Después de abonar la cuenta, mi prole ya casi había hecho la digestión.
- Hala, paga el desayuno, y entramos. Ya te tomarás tú algo después.
La nube negra que tenía sobre mi cabeza se iba agigantando por momentos. Una vez saldé mi deuda, llegó la hora de verdad: íbamos a la tienda. Ingenuo de mí, pensaba entrar por la línea de cajas, para ir a buscar directamente las lámparas.
- ¿Pero dónde vas? Por ahí no, vamos por la entrada, desde el principio, para hacer todo el circuito.
Casi me pareció leer arriba el “abandonad toda esperanza…” al franquear la puerta de aquel lugar del que sabes cuándo entras, pero no sabes cuándo saldrás.
Iniciamos la segunda jornada, es domingo y tenemos que plantearnos la estrategia para hoy. Hay que tener en cuenta que los lunes suelen cerrar la mayor parte de los museos y edificios que se pueden visitar, así que hay que aprovechar el día.
El primer destino es Lerma, población situada en un alto que domina el rio Arlanza. Llegamos sobre las 10,30 horas y lo primero que hicimos fue buscar la Oficina de Turismo, que por cierto se encuentra en pleno centro histórico, en el antiguo Convento de Santa Teresa. Un buen sitio para aparcar es la plaza que hay frente al parador. Nada más llegar comenzaba una visita guiada por lo que nos unimos a la misma.
Comenzar diciendo que el conjunto histórico-artístico de Lerma se debe a Don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas (1553-1625), IV Conde de Lerma y V Marqués de Denia. Valido del rey Felipe III, fue su hombre de confianza, de lo que se aprovechó con creces, colocando en la corte a sus familiares y amigos, siendo quien tomó las decisiones reales entre los años 1599 y 1618.
Convirtió Lerma en Corte de recreo donde acudían personajes relevantes y artistas, celebrando actos y fiestas en honor de los Reyes de España. En este periodo se construyeron el Palacio Ducal, la Plaza Mayor de Armas y las edificaciones que la rodean, seis conventos y la Colegiata de San Pedro. Como curiosidad, el Palacio Ducal estaba unido con las iglesias y conventos por un pasadizo de tal forma que el Rey Felipe III, el Duque y sus más allegados podían desplazarse a los distintos oficios sin pisar la calle.
Dejamos Lerma y volvemos a la carretera CL-110, 24 kilómetros después llegamos a Covarrubias, donde podemos pasear por sus calles para contemplar su arquitectura tradicional, sus casas con entramados de madera. Como monumentos destacados tenemos el torreón de Fernán González, la Colegiata de San Cosme y San Damian y la Puerta Real. Entre la Colegiata y el torreón encontraremos un monumento a la princesa Kristina de Noruega, que en el año 1257 vino para casarse en Valladolid con el infante don Felipe de Castilla y a su muerte fue enterrada en la Colegiata (resulta que Felipe de Castilla, hermano del rey Alfonso X el Sabio, fue arzobispo de Sevilla, abad de la Colegiata de Valladolid y de la Colegiata de San Cosme y San Damian de Covarrubias, y luego va y se casa).
Llega la hora de comer y nos desplazamos hasta Santo Domingo de Silos, donde hay varios restaurantes. Tras la comida y antes de realizar la visita al monasterio aprovechamos para recorrer el desfiladero de la Yecla (está muy cerca de donde hemos comido, apenas dos o tres minutos en coche, se puede aparcar en cualquiera de los dos extremos, la carretera tiene una pequeña explanada de tierra). Es un paseo de unos 500 metros entre dos paredes de roca, a través de una pasarela construída volada sobre el rio. En las crestas de la montaña podemos ver numerosas buitreras .Paseo cortito y espectacular apto para todas las edades (olvidarse de hacerlo con carritos de bebes).
De vuelta del desfiladero realizamos la visita guiada del monasterio de Santo Domingo de Silos, se centra casi exclusivamente en la explicación del claustro románico, construido a finales del siglo XI y principios del XII, con interesantes capitales y relieves. Gerardo Diego le dedica un soneto al ciprés de este claustro. A continuación se visita la antigua botica, con anaqueles llenos de vasijas de cerámica de Talavera de la Reina, donde se guardaban las diferentes hierbas y productos farmacéuticos.
Aguantamos dando una vuelta por el pueblo hasta las 19,00 horas para asistir a la misa cantada en gregoriano por sus afamados monjes. Ya que estábamos allí era una pena perdérselo. No está mal.
Para finalizar el día tomamos la carretera BU-900 dirección Lerma, y a 6 kilómetros se encuentra Santibáñez del Val, en el mismo encontraremos una indicación que nos conduce a una ermita. Atravesamos el pueblo y seguimos por una estrecha carretera paralela al río Mataviejas (no penséis mal, el nombre del río se refiere a "matas viejas") y después un pequeño tramo por pista de tierra (en total unos 2,5 km.). Finalmente llegamos a la Ermita de Santa Cecilia, templo de finales del siglo IX y comienzos del X, con el pórtico y la puerta de acceso de época románica. Muy bonita (tan perfecta que me recuerda a esas pequeñas maquetas de monumentos hechas con ladrillos en miniatura).
Se nos hace de noche y volvemos hacia la casa rural. Si no lo he comentado anteriormente el objetivo de esta escapada en visitar la Comarca de Arlanza, entre otras aficiones creo que ya habéis podido intuir mi interés por las ruinas romanas y el Románico.