-Mira, Edu, no le busques el sentido a la vida, quizá el único
sentido que tiene es que no tiene sentido -me dijo con mirada melancólica
mientras se liaba un cigarrillo-. Tu problema, como el mío, es que piensas
demasiado, le das tantas vueltas a las cosas que solo consigues marearte. Te
conozco, eres muy intuitivo, pero no te fías de tu intuición, quieres
racionalizar todo tanto que…, que… -se interrumpió cuando pasó por delante de
nosotros una morena embutida en unos vaqueros que le hacían un culo
impresionante. Yo también miré embobado-. ¿Lo ves?, este tipo de cosas son las
que dan sentido a la vida.
-¿El culo de una morena? -Dije con el tono incrédulo del que
quiere creer pero no termina de convencerse.
El tiempo parecía haberse detenido, él continuaba liándose el
cigarro con parsimonia, mirando el hueco vacío por donde poco antes había
pasado la chica. Yo miraba sin ver en aquella misma dirección, tenía la mirada
perdida, sin saber muy bien qué quería encontrar. Apuré el último trago de mi
cerveza, había perdido la cuenta de cuantas llevaba, quizá por eso y por la
hora que era, tenía mis capacidades mentales mermadas y ese tipo de
conversación se me hacía muy grande. Notaba que un sopor se apoderaba de mi
ser, había entrado en ese estado previo a la borrachera que eufemísticamente
llamamos “el puntillo”. Me producía curiosidad que me produjera curiosidad mi
estado, como en esos sueños en los que sueñas que sueñas que estás soñando…
-Sí, por ejemplo el culo de la morena. -Me sobresalté, puesto que su
respuesta llegó en lo que me había parecido una eternidad y ya había perdido el
hilo de la conversación.
-Joder, ¡qué buena está!
-Y tanto…, ¿quieres otra?
-¿Otra morena?
-No, otra cerveza, ¡estás atontao, ja, ja, ja! -se rió a
carcajadas.
-Sí, claro que sí.
-¿Por dónde iba? -me preguntó tratando de buscar el hilo de una
conversación que ambos habíamos perdido.
-Por el culo de la morena -balbuceé, no podía quitarme la imagen
de la cabeza.
-No, hombre, ¿¡o sí!? Quiero decir… -y con voz atronadora- ¡Camarero,
¿me trae dos cervezas?! -bajó un poco el volumen y continuó- Quiero decir que
no puedes pasarte la vida analizando todo, pensando todo, meditando cada paso
que das. -terminó de liarse, por fin, el cigarro, se lo llevó a la boca y lo
prendió, le dio varias caladas hasta cerciorarse de que tiraba bien, exhaló una
gran bocanada de humo cual dragón enojado- Deja que la vida fluya, hay cosas
que son como son y punto.
-Sí, pero muchas veces damos por sentadas cosas que luego se
demuestra que no son como pensábamos…
-A eso voy, no des nada por sentado, deja paso a la sorpresa, a
la incertidumbre, al instinto, a la aventura…
-Creo que te entiendo, pensar menos y actuar más, ¿no?, ¿y cómo
dejo de pensar tanto?
-¿Recuerdas el anuncio que decía algo así como “no pienses en un
elefante rosa”?
-Sí, pero no te sigo…
El camarero acababa de traer dos cervezas frescas y dimos un
gran trago, casi sincronizados, con la misma gracia que dos gimnastas en barra
fija, con las únicas diferencias de que la barra era la de un bar y el
ejercicio levantamiento de jarra. Continuó:
-Pues que si te digo que no pienses en un elefante
rosa, ¿tú en qué piensas?
-En un elefante rosa.
-Y cuanto más piensas que no tienes que pensar en un elefante
rosa…
-Más pienso en ello, joder, ya veo elefantes rosas en todas
partes -le interrumpí con una sonrisa de triunfo-. Entonces la clave es dejar
de pensar en que tengo que dejar de pensar tanto…
-Lo has pillado.
-No creas, es como una paradoja, ¿no?, cuanto más piensas que
tienes que dejar de pensar, más estás pensando -notaba la cabeza a punto de
estallar. Le di otro trago a la jarra para aliviar un poco la tensión- ¿y cómo
rompo el círculo vicioso?
-Toma decisiones más emocionales, salta al ruedo, piensa más en
ti y menos en el qué dirán, no seas tan políticamente correcto siempre, sé tú
mismo…
-Claro, es que no puedo ser otro.
-Sí, pero ya me entiendes…
-No, la verdad es que no. ¿Quieres que sea yo mismo cambiando
esas cosas?
-Sí, eso es.
-Es un contrasentido, yo soy yo mismo actuando así, si cambio,
¿no dejaré de ser yo mismo?
-Puedes ser una versión mejorada de ti mismo.
-Sí, eso está bien, uno siempre puede crecer, de todos modos no
me queda muy claro… -notaba la cabeza cada vez más embotada y necesitaba una
salida- ¿me puedes dar por escrito lo que me acabas de decir?
-¿Qué? -mi amigo flipaba con mi pregunta- Tú me estás vacilando…
-No, en serio, entre la memoria de pez que tengo y la cogorza
que me estoy pillando no me entero de nada, escríbemelo y lo estudio cuando
llegue a casa, así podré pensar en ello…
-Joder, contigo no hay manera. -ya me dejó por imposible.
-No, no la hay, ¿nos tomamos otra?
Eduardo
Martínez Sotillos