sábado, 13 de diciembre de 2014


Las navidades me desencuadernan. Se me va el pegamento de las ilusiones. Y los lomos y las hojas se independizan y emprenden viajes separados. Será tu voz, será el licor...

Las personas y los libros enseñamos primero la portada, la contraportada y esa sinopsis de lo mejor que tenemos en apenas seis o siete líneas. Abigarramos esa fachada exterior con imágenes sugerentes y colores vivos. En las solapas siempre hay un retrato en blanco y negro, como aquel semanario gráfico que termino siendo en color.

Las hojas del prólogo salen volando casi las primeras. Se llevan con ellas las dedicatorias y los agradecimientos. Lo que el libro pretendía al ser escrito o la persona al ser vivida. Son páginas que leímos y vivimos rápido, ansiosos por entrar en la aventura.

Luego se desparrama por el suelo el planteamiento. La presentación de los personajes, la puesta en situación de las circunstancias que los unen o los separan, nuestros precedentes, antecedentes, nuestros pasados pasados y nuestros pasados presentes. Los anhelos y las esperanzas, los errores que nos lastran y los aciertos que nos arrastran, los protagonistas que siempre serán secundarios y los figurantes que nos marcarán para siempre. Todo esparcido por el piso.

Se escapa después el nudo. El nudo para los que son de alta cuna, suele ser doble windsor. Los que aman el horizonte optan por el nudo marinero. Los barrocos hacen del nudo una lazada. Los complejos siempre se deciden por el gordiano. Y la gente como yo, por el corredizo. En la parte del cuello, demasiadas veces. Se deshace el nudo y te pisas los cordones, para colmo. Pero no hay nudo que ate los folios-días, y se alejan empujados por el viento, revueltos como el pelo de una niña traviesa.

Y el desenlace se acaba desenlazando, que el desenlazador que lo desenlace, buen desenlazador será, y caen en cascada las consecuencias, con secuencias a cámara lenta y con secuencias a lo Benny Hill, que a como culminan las vidas y los libros en ocasiones solo le falta esa músiquilla ratonera y alguien que te dé palmaditas en la coronilla. Lo atado y bien atado termina matado y bien matado, que como un insecticida, en los desenlaces nos matan bien muertos.

Todo termina girando en un tormado, desencajado. Hay una hoguera para cada libro blasfemo y una blasfemia para cada vida en la hoguera. Lo escrito y lo vivido, lo proscrito y lo bebido, lo prescrito y lo sabido, todo hecho un amasijo con las hojas secas y los celofanes de las cajetillas que se dejan caer en la acera, polvoriento o húmedo según la climatología. Inservible, en cualquier caso.

He vuelto a beber como terapia y, mientras me sirvo dos dedos de mi irlandés favorito, la vista se me posa y se reposa en el lomo de un libro que nunca alcanzo a leer. Escrito en letras doradas, grafismo germánico, reza: “Carpe diem”. No distingo sin mis gafas de presbicia al autor, pero recuerdo aquello de soñar como si fueras a vivir siempre y vivir como si fueses a morir mañana.


Sueño poco y no me seduce vivir siempre. Pero vivo siempre pensando que esta noche moriría por vos.  

En estas fechas tan señaladas....

Así empezaba Franco el discurso de Navidad cuando mi tele era en blanco y negro y mi vida un lienzo que colorear, que diría Toquinho.

Pues ahora que mi vida es en blanco y negro y mi tele es propiedad de mis hijos y de la play, y a despecho de la opinión de Rick, Albert, el Rural y el Andalusí y cuantos colaboran en el blog, sin duda mucho mejores personas que yo y mucho más conscientes, no quiero dejar pasar la oportunidad de cagarme en las navidades.

Sí, eso he dicho. Que me cago en las navidades. Cuando era pequeño, las navidades molaban. Cuando era joven las navidades molaban. Cuando mis hijos eran pequeños las navidades molaban. Y no entendía que a mi padre no le molaran las navidades. Pero ahora que él ya no está, lo entiendo perfectamente, como tantas otras cosas que no he sido capaz de entender hasta que él se ha ido.

Este es de los post que no gustan. Gustan los mensajes positivos, las ideas de fraternidad, los irónicos, los pícaros...pero este no. Pero me arrogo el privilegio de poder escribir lo que quiera y lo escribo. Puedo escribir y escribo, parafraseando a Suárez.

Me cago en la navidad, a partir de ahora "la puta navidad". Me cago en los árboles decorados y en los portales de Belén, en los tres Reyes Magos, con pajes y camellos incluidos, y en sus equivalentes regionales y/o republicanos, me cago en el alumbrado callejero que inunda la ciudad de ilusión, me cago en Santa Claus y en los renos, y en los enanos esos que tiene esclavizados haciendo juguetes en Laponia, siguiendo el consejo de un dirigente empresarial, me cago en el turrón duro y en el blando, en los langostinos, en los polvorones astringentes y en las peladillas, peladilla en Elm Street, peladilla antes de las navidades, que las peladillas me la pelan, me cago en los anuncios de juguetes, en los de colonias, en los de la moda otoño-invierno y en los que afirman que yo no soy tonto, cuando es evidente que lo soy, y en la financiación a seis meses sin intereses. Me cago en las felicitaciones en todos sus formatos, en esos paisajes nevados que nunca se han visto en Écija, ni se verán, por más cambio climático que venga, me cago en las doce uvas y en el cava/champán, me cago en las campanadas en todos los canales y la programación lacrimógena, qué bello es vivir, destinada a despertar ese espíritu de paz, concordia y buena voluntad, en el que también me cago.

Me cago en la lotería y en los 21 euros, me cago en el espumillón y en los matasuegras multicolores, me cago en el confeti y en las comidas de empresa, me cago hasta en el caganer....

Pero en lo que más me cago es en los villancicos tradicionales. Los villancicos los invento el demonio para fabricar ateos y es de lo que más intereses le produce, seguro. Los americanos, con el mismo grado de ñoñez, tienen dos ventajas: la mitad de lo que dicen no se entiende, que los canta siempre algún tío de New Jersey con un endemoniado acento italiano, y tienden a versionarlos a ritmo de swing, y la músiquilla es mucho más agradable que el percutir de las panderetas, en las que aprovecho también para cagarme.

En la esperanza de conseguir sobrevivir un año más a este coñazo mediático, me despido. No sin desearos una feliz navidad. Y que llegue cagando leches el catorce de enero.


viernes, 12 de diciembre de 2014

Culpas

Culpas y culpables. El juego eterno. Víctimas y verdugos. Buenos y malos. Gatos y ratones, perros y gatos. Camas de hospital y despachos de abogados. Viajes aplazados, sueños pospuestos. El calor que vuelve locos a los locos y cerdos a los cuerdos. Dedos acusadores, pulgares arriba, indices indicadores, anulares que anulan, corazones levantados hacia el Señor, en un gesto inequívoco. Arenas movedizas, sangre, sudor y lágrimas, polvo sudor y hierro, despertadores dormidos y bellas durmientes insomnes. Palos de ciego, palos al agua, palos y tentetiesos, palos en las ruedas, palos de rosas, palos mayores y palos de mesana. Vientos del este y del oeste, a tomar viento fresco, vientos que arrastran hojas de papel marchitas que se caen de las almas, asesinadas por una sed infernal. La pasarela bajo los focos, no caer de los tacones, todo el esplendor del modelo del más alto diseño del mejor modista sujeto por un imperdible de menos de un céntimo, pero lo importante es lo que parece, no lo que perece, que, como decía John Silver, los muertos no muerden. Piezas de a ocho, le respondía el loro, siempre al loro, el tiempo es oro y el que lo pierde pierde un tesoro. Noches oscuras violadas por millones de farolas incapaces de perdonar a los murciélagos su obstinación en volar con los ojos cerrados y los colmillos al aire. Tigres y leones quieren ser los campeones, ya lo dijo aquel italiano bajito, y no le dimos importancia. Y en la barra de mi bar, un rey desgalichado grita “¡Una cerveza! ¡Una cerveza! ¡Mi reino por una cerveza!”.


Nada cambia bajo el sol y la vida sigue igual. La noche espera con las fauces abiertas.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Cualquier cosa

"Cualquier cosa que seas es tu vida y, si te pones a buscar significados en otra parte, te la perderás.”
Osho - Filósofo hindú (1931-1990)

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Yo he estrechado la mano de Casillas

En compañía de Fer, al que le debo un escrito y un montón de abrazos, entre otras cosas por no asesinarme después de perder un órdago al juego con treinta y cuatro sólo por el inconsciente placer de ver como se devana los sesos el contrario, ayer viví uno de esos momentos inolvidables que jalonan la vida de los privilegiados como yo.

¿Cómo explicar lo de Casillas? Te hablan bien de alguien, te fijas en lo que hace y como lo hace y piensas que es maravilloso. Pues te quedas corto. Es un tipo colosal. No hay más que ver a la gente que le rodea. La calidad se deduce de las compañías, también, y en este caso, que conste que la excepción soy yo. Y es que tienen razón cuando dicen que algo tendrá el vino cuando lo bendicen. Este es vino del bueno, de ese que te acaricia el paladar y te calienta las entrañas.

Es generoso hasta decir basta, y te colma de regalos y te da las gracias por venir, como si el premiado fuese él. Extraordinario anfitrión. un auténtico campeón en los momentos buenos y en los malos.

Ingenioso como pocos. Rápido de cabeza y de lengua. Cariñoso. Atento. Rodeado de su familia y haciéndote sentir uno más. Por eso todos reclamaban al "Bici". Eso es la prueba del nueve.

Fue una tarde deliciosa a su lado, que nunca podré agradecerle lo suficiente. Y me presentó a un primo suyo que me resultaba conocido. Parecía buen chaval también.

Un abrazo, David...

P.D. Un día que tenga tiempo te explico como se juega al mus, que te veo con lagunas...

domingo, 7 de diciembre de 2014

El amigo invisible

Por antonomasia, un amigo nunca puede ser invisible, con la única excepción del conejo Harvey en la inolvidable película de James Stewart. En cualquier otro caso, es un síntoma de desequilibrio mental, y conste que en un ranking de chalaos yo quedo en el top ten.

Pero del amigo del que hablo es ese que te hace un regalo en determinada fecha, oculto en el anonimato. En un país como este, permitirle a alguien ampararse en la clandestinidad suele ser una invitación al delito. Y esta no es una excepción. Yo paso de amigos invisibles. Mis amigos son visibles, palpables y tradicionalmente bebedores. Gente que nunca perpetraría un regalo encubriéndose en la masa. Ni un crimen.

Lo que pasa es que, como ya somos todos norteamericanos, que lo único que nos falta es el pavo el día de acción de gracias, de nada, y con la excusa de “en vez de varios regalos menos valiosos, uno más sustancioso”, se impone esta nueva forma de barbarie y uno acaba envuelto en asuntos tan turbios como este sin comerlo ni beberlo. Como si el valor de un regalo pudiera cuantificarse económicamente....

De entrada, los regalos con fecha son menos regalos. Porque los esperas. Los que molan son los inesperados, esos que nunca te imaginarías que iban a hacer un cuatro de marzo, a las siete y media de la tarde y en una tasca infame de un suburbio más infame aún, al que no sabes como has llegado y del que no sabes como saldrás.

Luego está la naturaleza del regalo. Hay tres tipos de regalos. El primero, el convencional. Cubrir el expediente con esa colonia que anuncian en la tele a todas horas y que ni te has tomado la molestia de olfatear. El segundo, ese regalo que alguien te hace porque “eso” le gusta a él. Ese puzzle de 30.000 piezas que le regalan a alguien que padece ansiedad, por ejemplo. El regalo de verdad es el tercero, que consiste en ofrendar algo que le gusta al sujeto pasivo, por el procedimiento de devanarse los sesos y observar al agasajado, y prestar atención a qué cosas son las que le apasionan y le emocionan. Este tercero, como el lince ibérico y los autobuses de la línea 41 de la EMT, está en franco peligro de extinción. Lo que no deja de ser una pena.

En legítima defensa, y a despecho de esa educación en la que mis padres invirtieron tanto, sobre todo tiempo, que el dinero no hace la urbanidad, ya advierto que he desarrollado una habilidad extraordinaria para poner una cara de asco que intimida cuando el regalo no me gusta. Luego, las reclamaciones al maestro armero.


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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.