sábado, 4 de abril de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Miedo


Toca salir ahí fuera y lidiar con el miedo.
Este jodido virus no conoce. Y la posibilidad de entregar la cuchara está siempre presente.
Pero me da por pensar que morirse no es sino una circunstancia de la vida. No es preocupante. Lo malo es morirse sin haber hecho nada bueno durante la vida. Haber vivido sin saborear la vida. Haber vivido sin sentir la pasión. Sin haber cumplido con tu deber. Sin haber reído y llorado. Sin haber besado con el alma. Sin haber pasado por los cielos y los infiernos. Sin haber soñado sueños de verdad. Sin haber parado el tiempo y el dolor entre los brazos de alguien amado. Sin haber sufrido y haber mordido la manzana del placer. Sin tener alguien a quien llamar tu amigo.
Si nos toca morir, moriremos. Pero como Neruda, confesando que hemos vivido.
No hay que tener miedo a la muerte. Hay que tener miedo a no vivir.

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. El Dr. Coyote y el confinamiento


Dentro de la pandemia por el coronavirus, aunque parezca increíble surgen oportunidades de donde menos te lo esperas. Yo, que llevaba sin trabajar más años que el psicólogo del Joker, me encontré de repente con una oferta laboral. Mi amigo Sera, que siempre ha sido muy espabilado, montó una startup de suministros básicos a domicilio de productos de primera necesidad durante el confinamiento de la población. Y como necesitaba personal de confianza, y nula capacitación, me dijo que si quería trabajar. Así que me nombró General Manager del call center; o sea, me puso al teléfono para recoger los pedidos, y de repente me convertí en un trabajador esencial. El negocio no iba mal. Esa mañana, nada más empezar, a las 9, entró la primera llamada. Puse mi mejor entonación como siempre.
- “Tele-Serapio, le llevamos el morapio”, buenos días, dígame.
- Hola. Necesito una caja de coñac “Mango”, otra de “Anís del Moco”, doce tetrabriks de tinto “Don Simplón” y veinte litronas de cerveza “Miahou”.
- Sí, señor, cómo no. ¿Alguna otra cosa más?
- Ah, sí, un par de botellas de vodka rectificado de 96º.
- Lo siento, caballero, el vodka rectificado lo han prohibido las autoridades sanitarias. Y además se nos ha terminado.
- Maldición. Con lo que me gusta echarlo en el carajillo.
La voz ya me había sonado familiar desde el principio, pero solo conozco a una persona en el mundo que se eche esa especie de queroseno en el café.
- Perdone, ¿es usted, Dr. Coyote?
- Pues sí, ¿me conoce?
- Claro, Dr., soy yo, seguro que se acuerda de mí, me trató usted de mi adicción extrema a los escotes.
- Ah, sí, claro, claro, ¿y cómo le va?
- Estoy bien, Dr.; a veces tengo recaídas, pero los vídeos que me prescribió, de las Torrid Girls, me alivian bastante. Y ahora ya me ve, aquí, trabajando en la crisis. ¿Y usted? Hacía mucho que no le veía, antes del virus, ¿estuvo fuera?
- Eh, esto, sí, fuera, una temporada larga, tres años y un día. Unos negocios. Y ya ve, justo cuando me dan la condici…, digo, justo cuando vuelvo, me encuentro con una pandemia. En fin.
- Hay que tener paciencia, Dr., y mientras tanto, yo le mando sus pedidos, y hasta le puedo hacer un descuentillo. ¿Le interesa la tarjeta Sera-Club Premium? Acumula Serapuntos, y tendrá ofertas para clientes especiales.
- Bueno, bien, sí, hágamela.
- Perfecto, Dr., y ¿qué tal está su ayudante, la Srta. Bigmelons?
- Está tan buena…, tan bien como siempre, por aquí la tengo. El “Don Simplón” es para ella, que le priva.
- Ah, ¿pero siguen con la consulta, aun en cuarentena?
- No, no, ahora la consulta está cerrada, pero ella sigue trabajando para mí. Y no vea cómo. Bueno, entonces, ¿cuándo me envía la mercancía? El pedido, quiero decir.
- Enseguida, Dr.; ahora que es usted Premium, se lo lleva el Húngaro en un par de horas.
- ¿El Húngaro?
- Es de Trebujena, pero como no se le entiende nada le llaman así. ¿Paga con tarjeta, o cuando le llegue el pedido?
- De tarjeta nada, por favor, que no haya rastros. Con billetes.
- Ningún problema. Muy bien, Dr., ha sido un placer atenderle, cuando quiera, aquí estamos.
- De acuerdo, de acuerdo. Oye, esto, niño, ¿tenéis tabaco, y ya sabes, sustancias?
- Dr. Coyote, esta es una empresa seria. Somos un servicio público, por supuesto, lo que necesite.

jueves, 2 de abril de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Ahora


Ahora es cuando te das cuenta de que un coche es sólo un montón de hierros que te lleva de un sitio a otro. Que los vaqueros de marca te tapan el culo igual que un pijama de borra. Que el teléfono de última generación no te conecta más con los que quieres que uno de diseño prehistórico. Que las sardinas de marca blanca saben a caviar si todos los tuyos están sanos. Que el apartamento de la playa sólo es estupendo si puedes ir a la playa. Que un prominente fondo de pensiones no salva la vida.
Ahora empiezas a saber el valor que tiene la tranquilidad de tener a los que quieres a salvo. Lo que vale una risa, una conversación interesante, un baile, una cerveza rodeado de amigos. El valor de las personas anónimas que están a tu alrededor. La importancia de una limpiadora. Que a los ancianos los cuidan personas que viajan en vagones de metro atestados. Que la basura se recoge todos los días, que los periodistas te cuentan la actualidad. Que el mundo no empieza ni termina en una hipoteca, que tus impuestos sirven para pagar el salario de médicos y enfermeras. Que los policías y los soldados tienen sentido del humor y también lloran.
Los viejos, esos que se están muriendo después de dejarse la vida para traerte hasta aquí, dicen a veces que una hostia a tiempo es mano de santo. Y no les falta razón...
Ahora que duele...no lo olvides.

miércoles, 1 de abril de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Más



Contra el virus buscamos tratamientos que funcionen, vacunas efectivas, medidas que reactiven la economía, nuevos métodos para mejorar la prevención. En esto andamos todos, y en ello debemos seguir, con determinación y tenacidad. Esa es la prioridad.
Pero hay otros peligros que tenemos que tratar de evitar, que sin ser de la trascendencia de la enfermedad, se encuentran en las zonas laterales de esta crisis. El mayor, seguramente, las heridas en el alma. Los primeros, los que están afectados, pero los demás también, al ver tanta desgracia, tanta preocupación, tanta incertidumbre. Nuestras cabezas no han sido preparadas para esto, así que no está de más adiestrarnos un poco. Sobre todo, para saber apreciar mejor las cosas que, de tan disponibles, hemos dejado de valorar. Algunas son universales. Otras son de cada cual. Así, que cada cual las sustituya por las que le gusten más. Algunas podemos disfrutarlas desde ya, y otras las volveremos a tener en cuanto esta situación mejore. Aprovechémoslas.
Ante la pandemia, mas chistes, más besos, mas cañas, más Van Morrison, más paseos, más abrazos, más fresas, más champán, más Alejandro Dumas, más conversaciones, más llamadas, más piel, más fiestas, más Bacall, más Bogart, más deporte, más sexo, más Mozart, más silencio, más risa, más ajedrez, más estrellas, más churros, más rock, más Sorollla, más tinto, más caricias, más poesía, más amaneceres, más barbacoas, más de todo lo que os guste.

martes, 31 de marzo de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Cuando todo esto pase



Cuando todo esto pase hay algunas cosas que no debes olvidar. Porque si te falla la memoria vas a tener un problema.
Cuando todo esto pase no se te ocurra protestar en las urgencias del hospital. Ni en la farmacia. Ni en el supermercado.
Cuando todo esto pase no se te ocurra faltarle al respeto a un médico, a una enfermera, a un reponedor, a un transportista, a un limpiador, a la gente de los servicios de recogida de basura, a los que cuidan los parques y jardines, a los conductores del autobús o a los del metro.
Cuando todo esto pase no se te ocurra menospreciar a un soldado, a un policía, a un agricultor, a un ganadero, a un vigilante de seguridad, a un celador, a un repartidor.
Porque cuando todo esto pase, debes recordar que tú estabas en casa cumpliendo con tu deber pero a buen recaudo. Y ellos salían cada día a la calle a jugarse la salud para tu bienestar y seguridad.
Y porque, no es una amenaza, es sólo información, si se te ocurre maltratar a alguno esos que está dando la cara en mi presencia, te voy a dar una hostia que te van a sonar los mocos a calderilla, que diría un castizo.
Porque no te merecerás menos.
Recibe un cordial saludo y... no seas gilipollas. Ni ahora, ni después.

lunes, 30 de marzo de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. El horizonte



Es curioso sentir que estamos en el centro del mundo ahora mismo. Nos ha pasado que hemos sufrido, como sociedad, tragedias, atentados, crisis económicas, pero esto es diferente; en esta ocasión todos estamos involucrados. Unos, la mayoría, porque podemos formar parte de las estadísticas de afectados, otros, porque forman parte de ese ejército de personas que desde los más variados puntos ayudan al resto. Aquí todos somos los protagonistas, sentimos como las balas silban cercanas a nosotros, con la posibilidad real de alguna nos alcance.
Y tengo la sensación de que, al margen de los actos colectivos de ánimo, de la necesidad de devorar informaciones, del impulso de buscar culpables, en el interior de cada uno anida una especie de aturdimiento causado por la incredulidad de que todo esto esté sucediendo.
Stefan Zweig describía de manera admirable la seguridad que la sociedad europea, y en particular la austriaca, a la que él pertenecía, sentía en las primeras décadas del siglo XX. Nadie podía siquiera imaginar que ese mundo pudiera sufrir tal cataclismo que le hiciera desmoronarse, y bastó un soplo de inestabilidad para que Europa cayera como un dominó.
Hace 100 años no existían los medios de ahora, científicos, sanitarios, técnicos. No existían los antibióticos, por ejemplo. Y aun así se sentían tan seguros como nosotros, que por no tener problemas verdaderos nos vemos inclinados a inventarlos; pregunten a nuestros políticos.
Nuestra sociedad está enferma, pero no de virus, sino de soberbia y prepotencia. Y nos damos cuenta en momentos como este, en los que añoramos hasta lo más sencillo. Lo importante será ver si cuando el virus se repliegue, seremos capaces de sanar la dolencia más grave. Si seremos capaces de mantener esta actitud de agradecimiento a los demás, de ayuda a los que la necesitan, de solidaridad, de comprensión. A pesar de las pérdidas, algo habremos ganado si así sucede. Necesitaremos mucha memoria colectiva, y actos que nos la estimulen para que todo esto nos fortalezca como sociedad. Seguirán emponzoñando todos los que se empeñan en enfrentarnos, pero si somos capaces de sobrevivir a la pandemia deberíamos ser capaces de enfrentarnos a los profesionales del veneno, y no permitir que nos estafen más.
Estos días escuchamos consejos de todo tipo encaminados a sonreír, ser amables con los demás, tener paciencia, empatía, asertividad. Por favor, guárdenlos y léanlos una vez al mes, como mínimo, cuando todo esto pase.
Saldremos de esta, pero salgamos con un horizonte limpio, por favor.
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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.