sábado, 12 de enero de 2013
Sin referencias
Parado frente al abismo, retando al vacío, mirando a los ojos a los fariseos…Su mano coge la mía y tira suavemente de mí. Y sigo caminando entre las ruinas de la existencia, taponando las vías de dudas que amenazan con hundir mi corazón, rumiando las últimas palabras e insultando a mis pretendidos benefactores.
Desde que la burbuja estalló en mi cabeza, cada nuevo día es un desafío. Se encienden y se apagan en el cuadro de controles infinitas luces de colores, y en la pantalla del panel puedo leer mensajes que nunca entiendo. Sólo entre sus brazos encuentro una cálida placidez, una suave sensación de calma. Pero cuando se va me instalo en el desamparo y un terror ciego y sordo se apodera de mí.
De nada sirve mirar la brújula. Los polos se han invertido, y la aguja gira enloquecida señalando como destino ninguna parte. Me quedo quieto como un cachorro en mitad del bosque, con la esperanza de pasar desapercibido. Respiro sin ritmo, duermo sin descanso, sueño con pesadillas y aguanto temblando hasta que regresa. Entonces agarro su mano como si fuese el cabo de la cuerda que me une a la realidad.
Todo tiene color ceniza, no hay aromas, no hay sabores, no hay melodías, si ella no lo cataliza todo. Repaso maniático mis pertenencias, para despreciarlas todas, para concluir que carecen de sentido en su ausencia. Ella es el sentido de todo. Navego sin instrumentos cuando ella no está. Un alma a la deriva, un alma extraviada, un alma dejada de la mano de una diosa.
Es el precio de pronunciar en voz alta la palabra amor.
jueves, 10 de enero de 2013
Un paraguas color rojo
El sueño
transcurría de forma anodina, entre episodios del trabajo, un programa de
televisión emitido esa noche, y otras especies poco emocionantes. Sin embargo, el
panorama cambió cuando me vi caminando por una calle concurrida y me fijé en un
rostro mezclado con los demás transeúntes. Era ella, la mujer de mi vida. Nunca
la había visto antes con tanta nitidez pero lo sabía. No era la típica belleza
despampanante, aunque sí guapa, ese tipo
de mujer serena que esperas que te seduzca con su voz y su sonrisa, esa imagen
idealizada de alguien a quien no conoceremos y casi nunca existe porque es una
mezcla de actrices, antiguas novias y amores platónicos. Pero no nos salgamos
del contexto. Ella andaba con paso decidido por la acera de enfrente, a veces
torcía la mirada hacia algún escaparate, aunque sin detenerse. Yo la seguía a
distancia, sin perder su visión en ningún momento, hasta que se volatilizó,
engullida por la puerta de unos grandes almacenes que habían aparecido
inopinadamente allí. Como un loco, crucé la calle jugándome la vida mientras
hacía frente a los cláxones y los puños levantados de los conductores, que
intentaban atropellarme sin conseguirlo. Por fin logré entrar. Quería preguntar
al vigilante si la había visto, pero me di cuenta de que, a pesar de tener su
imagen en la cabeza, no podía describir sus rasgos, ni cómo iba vestida. Lo que
tienen los sueños, es que por su propia naturaleza y aunque sea de forma
inconsciente podemos manipularlos; de esa forma supe que ella había subido a la
quinta planta, donde estaba la sección de Complementos. Allí, un dependiente de
sonrisa empalagosa parecía estar esperándome, y antes de que yo le preguntara
nada me dijo:
-
La señorita, puesto que estaba lloviendo, ha adquirido un paraguas
francés de color rojo, y se ha marchado.
Me extrañó, ya
que no recordaba que lloviese, pero no le di más importancia. Mantuvimos una
corta charla acerca de la calidad de las varillas francesas, y proseguí mi
persecución, escaleras mecánicas abajo. Aunque había subido cinco pisos, el
descenso parecía no acabar, y siempre volvía a la misma sección de Complementos
donde el obsequioso encargado me sonreía una y otra vez. Empezaba a sentir
cierto azoramiento ante la perspectiva de haberla perdido del todo, con lo
difícil que era hallarla, aunque fuera en sueños. No obstante, al fin llegué a
la planta baja del edificio.
-
¿Ha visto pasar a una joven muy hermosa con un paraguas de color
rojo?
Ahora nadie me
hacía caso, y yo iba confuso de un departamento a otro, intentando localizar el
paraguas. Me entretuve en la sección de Librería, donde me olvidé por algunos
instantes de mi misión, y me costaba bastante trabajo zafarme de los vendedores
que a toda costa trataban de convencerme de que desistiera de mi propósito y me
quedase para comprar algunos artículos imprescindibles.
De repente vi la
salida del establecimiento y me dirigí a ella a toda velocidad, teniendo la
certeza de que nada más salir podría divisar entre la gente el paraguas rojo
que estaba persiguiendo y podría estrechar entre mis brazos a su portadora,
como otras veces había soñado. Los últimos metros se me hacían interminables, y
el corredor parecía irse agrandando con cada uno de mis pasos. Alcancé la
puerta lleno de ansiedad, y la franqueé. Bajo la lluvia, cubriendo por completo
la calle, se veía una multitud de paraguas idénticos, todos de color rojo, y al
amparo de cada uno de ellos me sonreía de forma burlona la misma cara que ahora
me resultaba imposible reconocer.
lunes, 7 de enero de 2013
Valladolid 3/3
Castillo de Simancas |
El pueblo tiene una interesante arquitectura basada en el ladrillo. Buena iglesia y bonita plaza, con un curioso poyete con vigas de madera y techo de teja para actuaciones.
No perderse el mirador que hay en la parte baja del pueblo, encima de un cortado sobre el río Pisuerga, con presiosas vistas de éste y los sotos que le rodean, además de un larguísimo puente romano.
Nos dirijimos ahora hacia Quintanilla de Onésimo, puerta de entrada por el oeste a la "Denominación de Origen Ribera del Duero". Desde este pueblo y siguiendo la N-122 sentido Soria, nos introducimos en un mar infinito de hectáreas de viñedo, salpicado de muchísimas bodegas, algunas ubicadas en antiguos edificios históricos. La mayoría pueden visitarse, siguiendo interesantes recorridos guiados, que nos ayudarán a comprender el proceso de elaboración del vino, y que terminan, cómo no, en la tienda, donde podremos aprovisionarnos convenientemente.
Plaza del Coso y Castillo |
Ya en el casco urbano, tenemos la bellísima Plaza del Coso, cuyas balconadas de madera siguen siendo hoy en día los tendidos de la plaza de toros que allí se instala para las fiestas. Será interesante también dar un paseo por las calles céntricas, con su ayuntamiento, sus iglesias y conventos, y la gran cantidad de bodegas familiares en la ladera del cerro del castillo, con sus altísimos respiraderos en forma de chimeneas.
Otro atractivo que presenta Peñafiel es el río Duratón, que atraviesa todo el pueblo, con su playa fluvial y su entorno de ribera bien conservado, y que desemboca en el Duero a las afueras.
Castillo de Curiel de Duero |
Los otros dos son los de Encinas de Esgueva y Villafuerte, muy interesantes y distintos entre sí.
Plaza Mayor de Valladolid |
Iglesia de San Pablo |
No perderse tampoco el Parque Campo Grande, situado en el Paseo de Zorrila, muy frondoso, con muchas fuentes ornamentales y estanques, y lleno de pavos.
Algo también imprescindible es recorrer el kilométrico paseo fluvial por el río Pisuerga. Empezando desde el centro y subiendo hacia el norte iremos descubriendo la bonita Playa de las Moreras, el modernista Puente Mayor y los diversos parques que jalonan la margen izquierda del río, y sus zonas deportivas, hasta pasada la desembocadura del río Esgueva, y todo ello en un entorno de ribera bien cuidado.
Con la visita a la capital ponemos el punto y final a esta ruta por tierras de Valladolid, que nos dejará la mente llena de buenos recuerdos.
Saludos.
AOC
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