“En una sola célula, la longitud
total del ADN alcanza los dos metros”. En una sola célula,
comprimidos, hay dos metros de códigos químicos más que binarios,
que determinan, de entrada, buena parte de lo que somos y lo que
seremos. Un paquete de información definitoria de un porcentaje
enorme de tu existencia. Heredada, pero vulnerable a alteraciones que
transformarían nuestro propio todo en un todo diferente. Aunque ya
lo decían los “Siniestro”, somos sólo fruto del azar.
Pero no quería escribir de esto, que,
salvo a los creyentes de firmes convicciones, para los que todo sigue
un plan diseñado por un ser superior, y no hablo de Florentino
Pérez, acojona bastante. Lo que me impresiona es como un ser humano,
con sus orejas, su hipoteca, un cuñado socio, pongamos por caso, del
Borusia de Dortmund, uno o varios juanetes, un vecino o vecina que le
pone, intolerancia a la lactosa y pasión por el cine en blanco y
negro, es un decir, ha llegado, metido en un laboratorio lleno de
probetas y de aparatos cuasiradiactivos, ataviado de blanca batilla
y, presumiblemente, con gafas de culo de botella, a alcanzar ese
conocimiento...
Bendita sea la curiosidad. Nos pone los
pelos como escarpias el valor, las pieles gallináceas la
solidaridad, los ojos arrasados en lágrimas la belleza, mariposas en
el sistema digestivo la atracción, y así sucesivamente. Pero la
curiosidad...Benditos esos viejos/as del visillo que contemplan el
mundo preguntándose, como mi hijo el pequeño cuando era pequeño,
en mitad de la provincia de Albacete usualmente, “¿cuándo
llegamos?”. Y dónde. Y porqué.
Esa reiteración infantil del
“¿Porqué?”. Y esa pasión por encontrar la respuesta, aún
sabiendo, y si no lo sabe ese estudioso es que es un estudioso
imprudente, que cada “Porque..” le llevará a otro”¿Porqué?”.
Pero entre pregunta y pregunta, mayeútica socrática, el espíritu
avanza hacia ese conocimiento que tiende a infinito.
Admirable. Un viaje sin destino en el
que cada etapa es un viaje en sí mismo y cada posada es el principio
del camino de la siguiente jornada. Y solo, o casi, por curiosidad.
La curiosidad puede que matara al gato, pero eso permitió que
descubriésemos que el gato, como algún presentador de la tele, tiene
lo menos siete vidas.
No me hagáis mucho caso. Es la
digestión de la judías pintas con arroz que hace mi madre.