Esta
es una historia basada en hechos reales, pero no necesariamente real, los
nombres son completamente inventados, las situaciones no tanto…
- Tío, ¿has afinado?
- No, pero seguro que está bien, el bajo no se desafina casi
nunca…
- ¿Casi?, Venga, no me jodas, afina, que vamos a empezar ya.
- Perfecto, pero verás cómo está bien.
El bajista estaba totalmente convencido de que su instrumento
apenas se desafinaba, como mucho una pequeña fracción de tono, matiz que en un
concierto nadie notaría, ni siquiera los miembros del grupo. No obstante se
acercó al afinador y enchufó el jack a la clavija de entrada, encendió el
aparato con forma de petaca y fue comprobando cuerda a cuerda… “joder, ¿qué
habrá pasado?, en el ensayo estaba afinado…”. Todas las cuerdas estaban mal,
como si una mano invisible hubiera aflojado las clavijas…
- Tíos, ¿me habéis tocado el bajo?
Sus compañeros se miraron con una socarrona sonrisa.
- Sois unos cabrones, os dije que no fumarais tanto, que los
porros os sientan mal, jajaja. - Sonrió, conocía a sus amigos de toda la vida y
sabía que era una broma para descargar la tensión anterior a cualquier
concierto.
El día había sido largo. La tarde anterior ensayaron todo el
repertorio, sobre todo esas canciones nuevas en las que siempre había alguna
duda y esas versiones que nunca terminaban de cuadrar.
Cenaron lo primero que encontraron en el bar de la esquina y se
fueron a acostar, ya de madrugada, agotados y con alguna cerveza de más.
Quedaron temprano para recoger todo el equipo y llevarlo a la
discoteca donde iban a tocar. Por fortuna esta vez era en el pueblo de al lado,
lo que facilitaba la logística y era un seguro para olvidos y despistes.
Cables, amplis, la batería, las dos guitarras, el bajo…
Cuando llegaron, el técnico, otro amigo de siempre, que les
facilitaba el equipo y sus servicios por la cara, les estaba esperando.
Le ayudaron a bajar todo el equipo y a colocarlo en su sitio.
- Oidme, os voy a dar un cable a cada uno, enchufarlo en la
salida de vuestro ampli y lo extendéis hacia la mesa de mezclas, de lo demás me
encargo yo.
Juan, el guitarra solista, se quedó mirando su ampli, ese gran
desconocido, sujetando el cable con la mano y con cara de pasmado…
- ¡Oye, mi ampli no tiene line out!
- ¿No…? ¿Y dónde lo has comprado, en el Carrefour?… mmmm, bueno,
le pondré un micro, espero que funcione.
Afortunadamente, el micro cumplió a la perfección su labor y
recogió el sonido de manera brillante, como después comprobarían. El resto del
grupo no tuvo problema para enchufar sus instrumentos a través de la mesa de
mezclas.
Siempre algún alma caritativa se ofrecía a llevarles cervezas y
algo para picar, gracias a eso el trabajo se hacía más llevadero.
Una vez montado todo llegó la hora de la prueba de sonido.
- Vale, primero los micros, Jose, ya que eres el cantante
principal empiezas tú… Ya sabes, di lo primero que se te ocurra.
Golpecitos al micro:- ¡Toc, toc!
- Uno dos, probando, uno dos…, sí, sí, uno dos, probando, sí sí.
- Bueno, cada día eres más original, jajaja, ahora canta un
poco.
- ¿Y que canto?
- Macho, ¡que pasa! ¿es que no tenéis repertorio?
- Sí, perdona, son los nervios… ¡¡Hace calor, hace calor, yo
estaba esperando que cantes mi canción…!!
- Bien, le daremos un poco de reberb. Sigue un poco… ¡Ya está!
¡Genial!
Después de ajustar todos los micros le llegó el turno a los
instrumentos. La batería siempre era lo más pesado de ajustar puesto que cada
elemento de la misma necesitaba un micrófono:
- Venga, Pedro, dale al bombo…
- Pom, pom, pom, pom.
- Estupendo, hemos acertado a la primera. Ahora la caja…
…
- Vamos a probar todos juntos, a ver que tal sonáis.
Jamás se habían escuchado con tanta nitidez, en sus ensayos en
el local se formaba un batiburrillo en el que no se entendía nada ni nadie. Se
comenzaba a un volumen normal, pero siempre había alguien que no se oía y subía
su ampli, eso hacía que otro no se oyera y subiera su ampli, el batería tocaba
más fuerte y así sucesivamente…
Pero ahora había una nitidez que los dejó sorprendidos. Cada
instrumento estaba en su sitio y cada voz también, eso les permitiría corregir
fallos de última hora. Juan, como siempre, se aceleraba cuando le tocaba hacer
un solo. "Tío, tienes que seguir al batería, no él a ti". Nacho, como
siempre, se hacía un lío en los pasajes difíciles. Pedro no fallaba y Jose, su
hermano, cantaba fenomenal.
Después de unas dos horas de ensayos, ajustes y desajustes, les
llegó la hora de la comida. Un amigo se ofreció voluntario para llevarles unos
sandwiches y unas cervezas. La comida duró apenas unos minutos, pero aprovecharon
el parón para tirarse en el suelo a descansar…
Por la tarde llegaron las prisas, había que ensayar todo de
nuevo para evitar cualquier posible fallo. Al ser un local que abría por las
tardes, el ensayo se llenó de curiosos, la sensación de responsabilidad era
casi como la de un concierto, no se podía fallar…
- Chicos, si me cuelo en el concierto no me miréis como hacéis
siempre, que se nota más…
- Lo mismo digo.
- Igualmente.
- Lo mismo.
Fueron todos a ducharse y a cenar a casa, lo que no hubieran
avanzado a lo largo del día ya no tenía remedio.
Por la noche fueron de los primeros en llegar a la disco, sólo
estaba el borracho del pueblo, que no hacía más que decirles que quería cantar
con ellos, algún despistado y el típico amigo con más voluntad que entendimiento,
ese que está siempre en medio para ayudar y al que nunca sabes qué tarea
asignarle.
- ¿Qué hacemos hasta la hora del concierto?
- Vamos a fumarnos un porrete, que eso siempre relaja.
- Yo paso, sabéis que no me gustan esas cosas - por algo Nacho
se había ganado la fama de responsable…- pero otra cervecita sí me voy a tomar.
Y llegó la hora, los últimos minutos fueron de nervios apenas
contenidos, con sensación de hormigueo, un nudo en el estómago, la garganta
reseca, sudor y temblor de manos…
- Joder, no me acuerdo de nada, ¿era Sol, Re, La, o Re, La, Sol?
– dijo Pedro con retintín.
- ¡Capullo, si eres el batera!
- Jajaja
- …
- Tío, ¿has afinado?
- No, pero seguro que está bien, el bajo no se desafina casi
nunca…
- ¿Casi?, Venga, no me jodas, afina, que vamos a empezar ya.
- Perfecto, pero verás como está bien.
El bajista conectó el bajo al afinador convencido de que el bajo
no podía estar desafinado después de haber tocado con él toda la tarde, pero
algo no marchaba…
- Tíos, ¿me habéis tocado el bajo?
Sus compañeros se miraron con una socarrona sonrisa.
- Sois unos cabrones, os dije que no fumarais tanto, que los
porros os sientan mal, jajaja. - Sonrió, conocía a sus amigos de toda la vida y
sabía que era una broma para descargar la tensión anterior a cualquier
concierto.
Cuando estaba terminando de afinar les anunciaron por la
megafonía del local…
- Vamos, chicos, ¡a por ellos!
- No me acuerdo de nada…
- Tengo la garganta seca…
- …
- ¡BUENAS NOCHES!
- ¡¡BIEEEEEEEEEEEN!!
- Vamos a empezar con una instrumental para cargar motores…
¿ESTÁIS BIEN?
- Síííí ííí.
Les temblaban las manos, siempre tenían esa sensación durante
las primeras canciones, pero poco a poco la tensión desaparecía y notaban que
todo era más fluido, no importaba no recordar las canciones, las tenían tan
metidas que salían solas, sólo había que disfrutar el momento.
En una canción el cantante se comió una estrofa, en otra el
solista se volvió a acelerar, al bajista se le hicieron los dedos un nudo justo
en el único solo que tenía, el batería improvisó un redoble del que no sabía
cómo salir…, pero el público estaba entregado, eran fans incondicionales y
perdonaban cualquier fallo; es más, ni siquiera lo notaban.
Una hora, dos, de concierto, una canción tras otra, los músicos
cada vez más seguros y el público cada vez más entregado. Tocaron todas sus
canciones, los bises que ya tenían planeados de antemano, improvisaron un rock
& roll…, pero la gente quería más. Recurrieron a repetir varias canciones…
- ¡MUCHAS GRACIAS, SOIS GENIALES!
Se acabó el repertorio y cerraron la actuación, el público les
felicitaba, les invitaba a copas… Pero había que recoger el chiringuito, los
amigos se fueron y los miembros del grupo y el técnico se quedaron recogiendo y
comentando las jugadas más interesantes.
No hubo tiempo para nada más, cuando terminaron de llevar todo
al local de ensayo, subieron a tomar una copa, pero en la disco sólo
permanecían los camareros y el borracho del pueblo.
Se tomaron la última copa agotados y embargados por una extraña
sensación, mezcla de triunfo y soledad…
Eduardo Martínez Sotillos