sábado, 21 de diciembre de 2013

Isabella y su relato hiperbreve en idioma marciano

Isabella deseaba con ansias participar en un concurso de microrrelatos. El problema era que ella sólo sabía leer y escribir en el idioma de los marcianos, pues fue criada por éstos en una montaña del país de “Nunca Jamás” desde que perdió a sus padres en un accidente aéreo cuando tan sólo tenía 3 años.
Peter Pan la rescató y se la entregó a unos seres amables que habían llegado del planeta Marte buscando asilo politico y aprovecharon la coyuntura para lujuriar a Wendy.
Aquella noche de luna llena, la vida de Isabella dio un giro radical. Campanita, quien ha logrado aprender el idioma extraterrestre a través de la magia, la despertó para darle la gran noticia de que había descubierto en google el “Concurso de Relatos Hiperbreves Ma Non Troppo” cuyas bases autorizaban presentar los microcuentos en español o en marciano.
Isabella se levantó con ímpetu, toda ojerosa, pero colmada de euforia. ¡Al fin había encontrado la oportunidad que había soñado desde hace más de 20 años!
De inmediato encendió su laptop y buscó entre sus archivos de word el siguiente minicuento fantástico:
“++`--ичегª=/
“”/(%$··?’’’’^^^^ потеряете ************¨¨¨¨ничего *****+++¡’¡ººººººº+º+ºº´º´º´ººº J J ´L´+`___1ºº85098--º¡1’¡’º¡º1’¡º目的复习一组采用玻璃12345678910 ¡QUE LA FUERZA TE ACOMPAÑE!…
Lo envió de prisa a la dirección proporcionada, siguiendo las instrucciones al pie de la letra. Ahora sólo espera el fallo, confiada en que los organizadores lograrán hallar a Obi Wan Kenobi para incluirlo entre los miembros del jurado y así emita su opinión marcianística.
La ventaja es que Garfio, que le tiene unas ganas tremendas a Isabella, le juró que de no resultar ganadora, robaría la filosa espada de Peter Pan para presentarse el día de la ceremonia de premiación y con todo su odio y venganza, cortarles los genitales y las tetas a los jurados, incluyendo a una tal Úrsula que para su cumpleaños número 45 no le sirvió postre al despiadado pirata.
Isabella no quiere que ocurra ninguna desgracia, por eso vive día y noche orando para que la declaren ganadora por decisión unánime. Ella confía que así sera, pues está completamente segura de que no existe ni existirá cuento alguno con mejor calidad literaria que su relato hiperbreve en idioma marciano.
El día que obtenga su premio, invitará a todo el país de “Nunca Jamás” a celebrar con unas cervezas en el bar de Moe en donde Homero Simpson bailará “Gangnam Style”. Será una fiesta muy divertida. Después de que cada quien beba su primera botella, Isabella se prometió a sí misma, gritar con toda la emoción de su corazón ¡LA SIGUIENTE LA PAGO YO!


Annabel Miguelena

jueves, 19 de diciembre de 2013

El espacio

Cuando de niña leía a Verne no imaginaba que esto de llegar al espacio podía ser tan complicado. Además, un señor parecido al muñequito de Michelín había llegado ya a la luna, que lo había visto yo en la tele en casa de mi amiga.
Quería yo viajar al espacio? Qué y a quién  me iba a encontrar? Merecería la pena?  Yo era una personita curiosa pero tenía mis miedos, la oscuridad, los otros, yo misma.
Crecí, aunque ahora no sabría  decir cuánto. El caso es que al mismo tiempo que olvidaba esto del espacio sideral me iba dando cuenta que había otro espacios, aunque les llamaba sitios, en la mesa, en clase, en el equipo de vóley,…. Me colocaba y estaba bien, todo colocado, todo en su sitio.
Seguía leyendo y esta vez fue la señora Wolf la que me hizo pensar sobre los sitios, los espacios. Ella, mujer en el mundo masculino de los escritores de su época, necesitaba su espacio, una habitación propia, para pensar, para escribir. Yo, que la leía en mi cuarto, sentía que en esa “isla” tenía mi mundo, mi espacio y no quería perderlo, otra vez los miedos.
He sido capaz de cambiar de cuarto, no una sino varias veces. A veces he encontrado mi sitio y he sentido que mi espacio podía estar en otras “islas”, una playa solitaria, una montaña nevada, un banco del Retiro, la barra de un bar, que se yo….
Viajar al espacio puede ser tan sencillo y tan complicado a la vez. A veces sólo lo buscas y esa búsqueda puede ser tan angustiosa, de nuevo vuelven las preguntas, quieres hacer el viaje?, merecerá la pena? Qué y a quién vas a encontrar?
Siento que Virginia no encontrara ese espacio que buscaba. Yo ahora, me voy dando cuenta de que lo importante es ser capaz de seguir viajando a pesar de los miedos y de que esos espacios que encontramos aunque sean fugaces o efímeros siempre merecen la pena.


Victoria Marcos  

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Suerte para Joel

Mi nombre es Joel y soy, o más bien era, un cazador de fantasmas. Ahora estoy muerto y quieren cazarme. Irónico, ¿no? Pues sí, soy un fantasma y solo puede ser por una razón. ¿Adivináis cuál es? Claro que sí. Como todo buen fantasma, tengo un asunto pendiente y no puedo irme hasta que lo zanje. Solo hay un inconveniente; no tengo la más mínima idea de qué es lo que me ata aún al mundo de los vivos. De cuál es mi cabo suelto. Lo que es un verdadero fastidio, porque ser un fantasma no es nada divertido. La gente te atraviesa como el aire y sientes sus intestinos donde antes tenías los tuyos, su cerebro donde estaba el tuyo y sus pensamientos se mezclan con los tuyos. Es un verdadero incordio. Pero si esto no os parece gran cosa, aún hay más. Marson, el que por 4 años ha sido mi… ¿cómo decirlo sin resultar cruel? Digamos que poco hábil ayudante en la caza de fantasmas, tras mi muerte parece haber florecido, resurgido de sus cenizas cual ave fénix para vengarme. Y lo que resultaba ser un estorbo en mis cacerías de transparentes (así llamaba a los muertos cuando estaba vivo y ahora veo que es bastante ofensivo. Es decir, los muertos no somos así porque nos guste… que me voy del tema), como os decía, Marson, que siempre había entorpecido mi trabajo, ahora es un auténtico cazafantasmas. Ya solo se dedica a cazar ¡A cazarme a mí!
No me malinterpretéis, estoy orgulloso de él. Le he visto en acción y tengo que decir que es casi tan bueno como yo…, puede que mejor. El problema es que él cree que ayuda a los muertos a cruzar, ¡qué carajo!, yo mismo creía que los ayudaba, pero en realidad (y esto ha sido un desagradable descubrimiento, creedme) es que literalmente nos aniquila. No cruzamos ni volvemos, sino que somos enviados a la Nada. Dejamos de existir. Lo he visto con mis propios ojos (metafóricamente hablando). La cuestión es que, por muy mal que se viva como fantasma, siempre es mejor que desaparecer.
A este paso, va a cazarme antes de saber qué tengo por hacer. A no ser que… ¡Claro, debe ser eso! Oh, qué ciego he estado (de nuevo, hablando metafóricamente). Solo me queda una cosa por hacer. En vida, inconscientemente, mandé a muchos transp… quiero decir, fantasmas… envié a muchos fantasmas a la Nada. Así, entiendo que es mi misión evitar que Marson haga lo mismo. Ese es mi cabo suelto y ya sé cómo atarlo… Si todo sale bien, en otra ocasión os contaré cómo morí.
Por cierto, desearle suerte a un fantasma nunca está de más.


Natalia Hammedi Tenaguillo

martes, 17 de diciembre de 2013

Callejón sin entrada

No siempre encontraré el camino a casa. Aquel laberinto de asfalto logra seducirme de tal manera que corrompe mi norte, me deja siempre anonadado, como un viajero en una ciudad desconocida.
No aspiro a que se comprenda éste amor infame, ésta agridulce recompensa de la pobreza.
Pero me siento con el deber, ¡siempre con el deber!, de reivindicar su carácter, su difamada reputación.  Sé que tengo que hacerlo pues ha sido mi hogar y mi familia durante toda mi vida, estoy seguro que así cómo fue mi partera, en algún momento será mi verdugo. Por eso sacaré de contexto a éstas calles. Les quitaré la responsabilidad.
Las veo en sus reflejos, tan inmensas, tan ajenas, que es imposible amarlas, tan sólo admirarlas, tan sólo recorrerlas y sentirse más propio, más íntimo, más solo.
Mi vida es un secreto entre ellas y yo, entre sus charcos y mis charcos.
Al amparo de sombras y delitos, la miro maravillado, la miro rabiosamente, violentamente.
La recorro furioso, buscando esa seña, esa inmensa diferencia conmigo, y no la encuentro, y no comprendo así que huyo asustado. Y me siento hecho de asfalto, de alcantarillas, de basura. Y me pregunto, si son las calles las que siempre me han recorrido a mí.


Juan Felipe Méndez

lunes, 16 de diciembre de 2013

Luna llena rojo pelo

Era la hora del silencio, de la caída del sol, esa en la que se recogen los seres diurnos y se están por  animar los nocturnos. El cazador pule su arma, la ajusta, controla la mira, carga las municiones; mientras  los halitos brumosos provocan a la raposa  que se estira, huele y comienza a deambular por la floresta agotada de sol.
El cazador suelta los lebreles y parte, de pronto vislumbra un  pelaje encendido entre los arbusto lo que desencadena que ambos, raposa y cazador, corran y se escondan, hundiéndose  en el paisaje cercado de  ladridos. 
Ella ya siente el regusto ácido de la carne magra, él presiente el placer de la bala acertada. Ella se escurre bajo el intrincado cañaveral, él se trepa a las ásperas rocas. Ella hesita su agitado resuello, a él lo cala la resudación. Ella salta la cristalina poza, el cae en el pegajoso fango.
Ya el corto atardecer termina, ya el reflejo de la luna llena los sorprende, ya es tarde para ambos. Él aspira el aroma a hembra, ella jadea por el olor a macho.
En los ojos del cazador se plasma el  espanto primero y segadamente una incontinente pasión, el arma cae de sus manos a la par que cae presa su alma; allí en la curva del camino está ella, la hembra salvaje, la “Zorra”, atronada por aullidos.


Alicia Dorato
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