viernes, 2 de abril de 2021

Estaca de Bares

 


Son ya demasiadas noches sin noche.

Entrar a un bar casi vacío, de esos que tienen músicas prodigiosamente desconocidas y luces cansadas de alumbrar, y clientes grisáceos como yo. De esos bares en los que el espectáculo es el paso mortecino del tiempo, bares de Madrid, bares que ya eran viejos el día de su inauguración, bares de película de Garci.

Bares donde el latido del corazón lo marca un cubo de hielo chocando contra el cristal fino de un vaso de tubo, bares que decoran el mostrador de aluminio con un pequeño cuenco de loza blanca en el que naufragan media docena de panchitos revenidos, bares con tristeza propia, que se multiplica con tu tristeza, menos por menos es más.

Bares con chicas que parecen Gloria Swanson en “El crepúsculo de los dioses”, bares donde la única frase inteligente que se escucha la pronuncia la voz metálica de la máquina expendedora, “su tabaco, gracias”, bares que no saben que el cielo es azul algunos días y negro casi siempre.

Bares como la vieja carpa del circo “Price”, con un camarero reseco y avejentado por jefe de pista y sin Pinito del Oro ni domadores de fieras de cabello ensortijado. Bares con aseos que se iluminan con una mortecina bombilla que parece susurrar la palabra sobredosis. Bares de barrio, una palabra cuya etimología viene del árabe y significaba “exterior” y “salvaje”.

Bares cementerio, bares donde descansar en paz. Bares refugio, con neones que parecen faros en mitad de la tormenta. Bares, qué lugares, que decía el poeta que cantaba.

Son ya demasiadas noches sin noche. Hasta para el camión de la basura. En cualquier caso, y es un decir…buenas noches.

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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.