sábado, 2 de abril de 2011

Ruta de los pueblos negros

Aquí os propongo una nueva ruta, en esta ocasión una mezcla de recorrido turístico en coche, con algo de senderismo, y comiendo en un restaurante de montaña.

   Se trata de hacer la ruta de los pueblos negros, en el norte de la provincia de Guadalajara.

   Para ello nos dirigiremos por la A-2 hasta la capital alcarreña, desde donde a través de distintas carreteras, ayudándonos de un mapa, llegaremos a la primera parada de la ruta, Umbralejo, a unos 140 Kms. de Madrid.

   Es éste un antiguo pueblo abandonado, reconstruido ahora para campamentos de verano, todo de piedra y rodeado de hayedos.

   Poco después llegaremos a uno de los platos fuertes de la ruta, Valverde de los Arroyos, precioso pueblo de arquitectura negra, conocida así por el oscuro color de la piedra y las lajas de pizarra que conforman sus calles y edificios. Se encuentra, además, en un bellísimo entorno natural, rodeado de arroyos (haciendo honor a su nombre), frutales y altas montañas.

   Aquí podemos hacer una corta y sencilla ruta de senderismo de unos 40 minutos de duración (solo ida) hasta la Chorrera de Despeñalagua, cascada de más de 100 metros de altura, que ahora en primavera suele llevar un buen caudal.

   Para ello subiremos por la calle del ayuntamiento, pasaremos junto al campo de fútbol, y seguiremos el camino, que luego se convierte en senda, sin pérdida alguna, hasta dar con la cascada, la cual ya habremos ido divisando desde lejos según nos acerquemos a ella, contemplando a la izquierda en todo momento el Pico Ocejón, cima de estas montañas con 2.059 metros de altura.

   El lugar bien merece una visita pausada, tras la cual regresaremos a Valverde por la misma senda, donde podremos comer en el Mesón Despeñalagua, situado a la entrada del pueblo a la derecha, según venimos de la cascada, frente al ayuntamiento. Aquí podremos degustar platos típicos de la zona, como el cabrito cuchifrito o, en temporada de caza, jabalí y corzo. Conviene reservar mesa con antelación, sobre todo si es fin de semana. El número de teléfono del restaurante es el  949-307 449.

   Tras reposar la comida paseando tranquilamente por el pueblo, o echando una cabezadita en la pradera del campo de fútbol, cogeremos de nuevo el coche en dirección a Tamajón, pasando por los pueblos de Palancares y Almiruete, hasta llegar a un cruce donde se termina la carretera. A la izquierda se va  para Tamajón y Guadalajara, pero nosotros giraremos a la derecha sentido Majaelrayo.

   Enseguida pasaremos por una zona de rocas, con curiosas formas que recuerdan a una pequeña Ciudad Encantada. Después divisaremos la ermita de Nuestra Señora de los Enebrales, patrona de Tamajón, para, a continuación, llegar al desvío con dirección a Majaelrayo, que nos conduce al resto de pueblos de arquitectura negra.

   Primero llegaremos a Campillejo, luego a Campillo de Ranas y por último al citado Majaelrayo, pueblos que bien merecen un tranquilo paseo para disfrutar de su arquitectura de pizarra, sus tranquilas y silenciosas calles y su bello entorno natural.

   Después volveremos por la misma carretera, pero en el desvío hacia Tamajón y Guadalajara, giraremos a la derecha para circular junto al embalse del Vado, realizando un recorrido precioso entre pinares, con el agua del pantano debajo nuestro, hasta llegar a la presa, donde podremos bajarnos del coche y acceder a la misma para disfrutar de este remanso de paz y de unas vistas inolvidables.

   Ésta sería la última parada de nuestra ruta. Volviendo por la misma carretera llegaríamos a Tamajón, donde la carretera se ensancha para llevarnos a Guadalajara.

   Toda esta ruta nos llevaría una jornada completa, empezando por la mañana, no muy tarde, y contando con que los días ahora ya son más largos, con la idea de terminar antes de que anochezca.





Escrito po AOC

viernes, 1 de abril de 2011

Inmerso entre olas de mar y de sentimiento

Armamos una buena nave y no habría galerna que nos hiciera sentir perdidos.
Arrebujados frente al timón compartíamos el mismo rumbo a pesar de las derrotas.
Las lágrimas de lluvia yacían ya secas y abandonadas en nuestros rostros como surcos de amargor.
Inmersos entre olas de la mar, tan blancas de espuma como mis sentimientos, navegábamos unidos.
Sus manos firmes y delicadas reposaban sobre mi pecho como jarcias que sujetaran mis locos latidos, siempre avizor a los errores de mis impulsos, midiéndolos como pies mide una sonda que rastrea el lecho marino.
Su morena piel pegada a mi cuerpo, brillo canela de arena y sal, entibiaba los húmedos y fríos instantes.
El alborear de sus ojos aleteando como argénteas gaviotas a través de la bruma, colmaba mis anhelos.
Su voz rumorosa y felina runruneaba ardientes promesas que hacían sonar las sirenas en mis puertos.
El cascabel de su risa titilando en mi oído como soplo de viento salado, hinchaba mis velas de ilusiones.
Su alma sabia, llena de eternidades amando me arrastró hacia ella y yo,  naufrago de esas eternidades,  rendido, me entregué a lo profundo de su amor...
¿Cómo no iba a ser marinero mi corazón?...

Roy Batty, nexus 6

lunes, 28 de marzo de 2011

Ciudades


Paseas por un parque donde hay algunas personas caminando con sus perros, los edificios circundantes no tienen nada de particular, sólo se oye el rumor del tráfico cercano, de forma intermitente gotas de lluvia salpican sin entusiasmo los charcos previos.

Poco después, las lágrimas bajan lentas por tu copa de vino, como las que derramaste hace apenas veinticuatro horas por Lucía de Lammermoor en otra ciudad que tampoco era la tuya. Ya no recuerdas si fue ahí donde una camarera de nariz griega te dedicó una triste sonrisa mientras descorchaba una botella, turbia y tentadora.

Las cortinas de la ventana del hotel son claras, como una muralla traslúcida que te separa del frío exterior. Su suavidad evoca el tacto de aquella piel femenina que ardió junto a la tuya en un tiempo inasequible.

Por la ventana se ve el río, confundido con el cemento y el cielo; en la barandilla, un indigente trata en vano de que su ropa extendida se seque. A su lado, los pescadores repiten con paciencia recogida y tirada.

Sigues en el mismo sitio, hoy, ayer, hace diez días. Se confunden las botellas, los parques, las camareras, los aeropuertos, los hoteles... En el tiempo circular el futuro se vuelve pasado y los sueños se hacen voluntades. Igual que todos los ríos desembocan en el mismo mar, te das cuenta de que todas las ciudades son la misma, y tú siempre estás en ella.
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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.