miércoles, 27 de abril de 2011

La carta

Desde que la he sacado esta mañana del buzón la estoy acariciando en mi bolsillo. Mireia Sagardoy, pone en el remite. Y es su letra, esa letra redondeada, con ese punto sobre la i que parece una luna llena.

Los recuerdos me llevan treinta años atrás, a la estación de Sans, en Barcelona, un día  de primavera. Licenciado del servicio militar, con mi petate al hombro, me despido de una mujer de ojos grandes y húmedos. Nunca llegamos a nada, porque los dos sabíamos que nuestros mundos estaban separados. Pero aquellas tardes en el Café Estruch, hablando del futuro, que hace treinta años los dos teníamos futuro, del arte, de la vida y hasta del amor, fueron algunos de los mejores momentos de mi juventud.

Luego, como si el vínculo no quisiera romperse, cada Navidad una felicitación. Convencionales, del estilo de “que el año próximo sea mejor”, nada especial en el contenido. Pero, para mí, muy especial en el corazón. Alguna promesa de “en enero puede que viaje a Madrid”, pero todas incumplidas. Y nada más.

Y hoy, esta carta. A veinte de abril. No me atrevo a abrirla, en parte por miedo al contenido, en parte porque la incertidumbre también es la esperanza. La toco una y otra vez, como un pequeño tesoro privado escondido en mi chaqueta.

Ya en mi despacho, la coloco sobre mi mesa y la contemplo. Pasan los minutos. Me digo que es absurdo seguir así. Con toda la ternura de un recluta madrileño en Barcelona, desprendo la solapa. En el interior, una nota muy breve.

“Otra vez es primavera. Si quieres, podemos reencontrarnos en otra estación de tren. Pero esta vez una neutral. Ni Barcelona ni Madrid. Estaré en la Gare du Nord de Paris el veintitrés de abril, a las nueve de la mañana. Y, es curioso, otra vez en el andén cinco, como en Sans,  ¿te acuerdas? He decidido dejar atrás todo lo que me ata, para recuperar todo lo que me hizo feliz. Voy a empezar por decirte lo que debí decirte hace treinta años: t'estimo. ¿Aún te acuerdas del catalán?”

Salgo de nuevo a la calle. Esta mujer ha perdido el juicio, voy pensando. La crisis de los cuarenta, o de los cincuenta, o de lo que sea. No se puede recuperar el tiempo perdido así. Es descabellado. En todo este tiempo los dos habremos cambiado tanto que ni siquiera seremos capaces de reconocernos. Y dejar atrás todo lo que nos ancla a nuestros pequeños universos. Es una locura.

No se lo explico a la joven que me atiende en la Agencia de Viajes. Me limito a pedirle un billete para Paris, Gare du Nord, con llegada el veintitrés a las ocho y media de la mañana.

7 comentarios:

  1. Eres único para amargarle la mañana a cualquiera.me he puesto mas nostlalgico que el brasas de Alberto Cortez.

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  2. Deja de hacer pucheros y ponte a escribir, Koji Kabuto.

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  3. ...me gusta por lo bello de recuperar una ilusión olvidada o perdida. Pero, ¿Tu no hiciste la mili en Ceuta?...

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  4. Diógenes de Sinope27 de abril de 2011, 12:24

    A mí me dieron por inútil por "empanao". Y te digo lo mismo que al Atlante...Aplícate la segunda ley de la robótica y ponte a escribir, replicante.

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  5. Replica el replicante Lexus seis...Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si éstas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley: Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño...
    ...y no veo que haga daño a ningún ser humano escriba o no, y como soy más humano que los propios humanos, lo mismo me hago daño a mi mismo, en cuyo caso no respetaría la tercera ley...la cosa es no obedecer, ya sabes que los nexus seis tenemos formación militar y hemos salido un poco guerreros...

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  6. No me toques la humanidad... y deja de tocarte los rodamientos y escribe, hombre de acero con entrañas de terciopelo.

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  7. los nexus seis no tenemos rodamientos, tenemos bolas de cristal de cuarzo...y por encima, acero por dentro y terciopelo por fuera justo al revés...

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