lunes, 28 de marzo de 2011

Ciudades


Paseas por un parque donde hay algunas personas caminando con sus perros, los edificios circundantes no tienen nada de particular, sólo se oye el rumor del tráfico cercano, de forma intermitente gotas de lluvia salpican sin entusiasmo los charcos previos.

Poco después, las lágrimas bajan lentas por tu copa de vino, como las que derramaste hace apenas veinticuatro horas por Lucía de Lammermoor en otra ciudad que tampoco era la tuya. Ya no recuerdas si fue ahí donde una camarera de nariz griega te dedicó una triste sonrisa mientras descorchaba una botella, turbia y tentadora.

Las cortinas de la ventana del hotel son claras, como una muralla traslúcida que te separa del frío exterior. Su suavidad evoca el tacto de aquella piel femenina que ardió junto a la tuya en un tiempo inasequible.

Por la ventana se ve el río, confundido con el cemento y el cielo; en la barandilla, un indigente trata en vano de que su ropa extendida se seque. A su lado, los pescadores repiten con paciencia recogida y tirada.

Sigues en el mismo sitio, hoy, ayer, hace diez días. Se confunden las botellas, los parques, las camareras, los aeropuertos, los hoteles... En el tiempo circular el futuro se vuelve pasado y los sueños se hacen voluntades. Igual que todos los ríos desembocan en el mismo mar, te das cuenta de que todas las ciudades son la misma, y tú siempre estás en ella.

1 comentario:

  1. Ese Nueva York de "La tentación vive arriba" o "Desayuno con diamantes", esa Viena de "El tercer hombre", ese Paris de "Un americano allí mismo", esa Roma en Vespa con Audrey, ese Londres del Destripador.... Las ciudades tienen alma, a diferencia de lo que ocurre con algunos de sus habitantes...

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