He ido a ver a mi psicóloga, que ando un poco tristón últimamente. Me ha atendido con su habitual cordialidad. Cuando le he expuesto mis tribulaciones, ha negado con la cabeza.
- Mira, Diógenes, tú no tienes ningún problema. Tú problema es que te exiges mucho a ti mismo y tratas de ajustar tu comportamiento a tu ideal de comportamiento. Has formado una imagen de ti mismo en la que el ser y el deber ser tienen que coincidir plenamente. Y es un grado de exigencia que te está generando represiones. ¿Me sigues?
La verdad es que no he entendido nada, pero afirmo con la cabeza, no sienta la tentación de repetírmelo.
- Tú lo que necesitas es liberar la presión y dejar que tus instintos más primarios emerjan a la superficie. Para eso lo mejor es la música. Mi recomendación es que vayas a un concierto y te envuelvas en el sonido, y cantes y bailes ajeno al entorno. En el momento que tu mente sólo viaje a través de la música, las endorfinas se liberarán y la alegría te invadirá. Elige un grupo que te guste y a gozar.
De toda la explicación he sido capaz de entender que me tengo que ir de concierto.
- Y son sesenta euros…
Pues tal y como estoy de presupuesto, la consulta me deja un poco limitado a la hora de elegir evento, al precio que están las entradas. Como me parece interpretar que tengo que buscar algo un poco primitivo, y en el fondo soy un macarra, porqué no decirlo, me busco algo heavy. Encuentro en Internet uno asequible, “Los Destripamuñecas en concierto”, y, por la foto de los componentes del grupo, que parecen la guardia personal de Lucifer, tiene que ser muy atávico el asunto.
Sentado en esta tabla de madera que hace las veces de camastro, repaso la secuencia de lo sucedido. Me he vestido como si estuviera de luto, me he pasado una hora incrustado en una especie de falange espartana para poder entrar al local, he pisado a media humanidad, me ha pisado media humanidad, la música me ha parecido una sucesión inconexa de ruidos desagradables, me he acabado enzarzando con unos moteros borrachos a cuenta de si le había tocado el culo a la novia de uno de ellos, me he liado a botellazos, la gente de mi alrededor se ha animado y ha contribuido a la tarea de facilitar el reciclaje de vidrio por el procedimiento de reducir las botellas a añicos, me ha trincado la policía y el abogado de oficio viene enseguida, desde una convención que tiene en Calatayud.
Sólo me ha quedado un consuelo: al mirar al calabozo contiguo he descubierto que la novia del motero, que, dicho sea de paso, repartía más que un cartero en Barcelona durante la refriega, es mi psicóloga vestida como una hija de Zapatero….Y es verdad que me siento mejor.
Con mi agradecimiento a Sonia
No hay comentarios:
Publicar un comentario