Era una mujer madura, elegante, con un cuerpo de marca hecho para vestir ropa de marca. Hablaba por su smartphone, enviaba correos, escribía en un dietario, parecía negociar algo, y, fuese lo que fuese, debía ser algo importante.
Dio, que esa noche estaba sólo, le había mirado las piernas al sentarse, unas piernas perfectas y perfectamente perfiladas por aquellas medias negras. El barbudo frunció los labios y Cristiano asintió. Era una mujer de las que quitan la respiración.
Y, de repente, detuvo toda aquella actividad y levantó la cabeza. Sonaba “Stay” de Jackson Browne… Se levantó del taburete y se acercó a Diógenes.
- Perdona… ¿Bailas?
Diógenes puso primero cara de sorpresa y luego, como si hubiese encontrado sentido a la pregunta, le respondió.
- “Stay” sí.
La enlazó por la cintura y en un instante estaban bailando como Fred y Ginger, cheek to cheek, mejilla contra mejilla. Los acordes lentos, la voz en falsete, que pedía “una canción más”…
Cristiano estaba asombrado. Parecía que hubiesen ensayado. Y al final, dejándose llevar, ella apoyó la cabeza en el hombro del barbudo como si se amasen desde siempre.
Al señor Browne le sucedieron los U2 cantándole a un sangriento domingo, y ellos se separaron. Cada uno volvió a su asiento y Dio pidió otra media pinta.
La mujer guardó sus cosas en el bolso, pagó la cuenta y miró a Diógenes.
- Hacía veinticinco años que no bailaba esta canción…y toda una vida que no la bailaba así.
- Si me aseguras que dentro de otros veinticinco estarás dispuesta a repetirlo, intentaré estar aquí para tí.
La mujer le sonrió y caminó hacia la puerta.
- Cristiano, una mujer que se merece un “quédate un poco más”. Pon otra media.
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