No se equivoquen, esto no está
sucediendo, porque el mundo se ha acabado, tal y como decían los mayas. Esto
sólo es una reminiscencia de nuestra vida pasada, a la que nos cuesta
renunciar, una alucinación colectiva que desde el más allá sufrimos, como si fuera
una ilusión provocada por el orujo a altas dosis.
Los mayas tenían razón, esto
tenía que petar, y qué mejor día que cuando se les acababa el papel (o la
piedra) para escribir su calendario porque su proveedor no pudo suministrarles
más, porque había una huelga de cortadores de piedra, porque la empresa había
hecho un expediente de regulación de empleo que puso de patitas en la calzada
al 80 % de los curritos toltecas que tenía externalizados con contratos basura
y sin derecho a la consulta del hechicero ni al honor del sacrificio.
Yo no estoy escribiendo esto, ni
usted lo está leyendo, recuerde, el mundo se ha acabado, y aunque le intenten
convencer de lo contrario, no hay vuelta atrás. Si usted intentó aprovechar
hasta el último instante con una buena comida o un buen polvete, bien hecho,
porque desde ahora todo eso será una ilusión producida por el proceso
desintegrador del universo que los sabios mayas previeron de modo tan preclaro.
Esto es como un matrix cañí,
como un “Los otros” sandunguero donde nada es lo que parece.
No se extrañe si a partir de
ahora le suceden cosas raras, como que una maciza (o macizo) le aborde para
besarle apasionadamente en un ascensor, que le toque la lotería varias veces
seguidas, o que la telebasura sea amena y entretenida sin ofender a la
inteligencia y al buen gusto.
Y no se preocupe, que en esta
otra dimensión no se está tan mal. Con un poco de suerte no habrá políticos
oportunistas y faltos de escrúpulos que actuarán en beneficio propio en vez de
pensar en los ciudadanos que les eligen. Ni oligarcas ni plutócratas que
multipliquen sus beneficios de forma exponencial a costa del trabajo de la
mayoría. Ni fanáticos que tratarán de arrimar el ascua a su sardina para que
las masas les otorguen un poder que viene más allá de ese mundo que se acaba de
terminar.
En esta nueva era donde el mundo
se ha acabado y nosotros no somos nosotros, sino nuestros ectoplasmas reconducidos,
ya no hay más acoso laboral, ni huelgas de pilotos, ni ERE’s, ni tasas
judiciales, ni mesías de mercadillo, ni eurodiputados.
Hasta
a mí me parece mentira que todo esto no sea real. Por eso, aunque tengo claro
que se ha acabado el mundo voy a ponerme otro pelotazo. Sí, ya sé que este
gustillo del Lagavulin 12 años
que tengo en la boca es una alucinación, pero sabe tan bien…
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