Antes de profundizar en los elementos doctrinales de el yihad, de analizar la existencia de los dos conceptos de guerra santa presupuestados por Mahoma, hay que decir que el términos yihad en árabe, es masculino (el yihad). Aquí en occidente tenemos la costumbre de usarlo en femenino (la yihad), tal vez por la asociación que de él hacemos con el concepto de guerra, que para nosotros es femenino. Pero la traducción literal de guerra en árabe no es la yihad, sino harb.
Aclarado el género del término, conviene saber su raíz para entender el significado etimológico. Haciendo caso a Karen Armstrong, autora especialista en cultura islámica, la raíz es jhd, (en árabe la y es similar a nuestra j) y significa esfuerzo físico, moral e intelectual. Esta autora traduce literalmente el término el yihad como el esfuerzo que cada individuo tiene que realizar para entender un acto de entrega total a Dios. Otros autores occidentales, todos contemporáneos, definen el yihad a primera vista en la línea de anterior. Para Felipe Maillo es el esfuerzo moral en la vía de Dios, para Ignacio de la Torre la lucha interior para la salvación y para el estadounidense Bernal Lewis esforzarse en el camino de Dios. Ahora bien, en honor a la verdad, la mayoría de ellos confirma de manera clara la existencia de dos conceptos, dos significados cercanos pero contrapuestos según el contexto en el que se esté trabajando.
Para entender mejor los elementos doctrinales de el yihad, nos trasladaremos al siglo XIV, con el fin de aprender de las reflexiones del gran historiador Ibn Jaldún. A lo largo de su extensa obra, este tunecino, considerado el padre de la sociología, nos ilustra con sus postulados jurídicos recordando la tradición musulmana citada en el primer párrafo. En la comunidad musulmana (umma), el yihad es un deber religioso por la misión universal que tiene. Es una obligación que todo creyente debe realizar para convertir a todos al Islam, bien sea con la persuasión o con la fuerza. Continua diciendo más adelante que el yihad no es solo eso y pasa a exponer los dos aspectos que se reúnen en el; un aspecto interno y otro externo. El primero de ellos es un combate interior, una lucha dentro de cada musulmán (muslim) para aceptar y cumplir las normas del Islam. El segundo es la lucha o batalla externa que los musulmanes deben emprender si fuera necesario con las armas, para la defensa de su religión y con ello expandirla como credo universal.
Queda reflejado pues, que la doctrina que la ley islámica (sharía) enseña a sus acólitos practicantes es dual. Para un buen musulmán someterse al adoctrinamiento individual de la fe en un único dios, Alá (Allah) y su profeta Mahoma, es aceptar el primer aspecto doctrinal, el gran yihad. Pero al mismo tiempo debe ser consciente de que si esa fe es atacada por agentes externos tiene la obligación de defenderla, aún con las armas si fuese necesario. Defenderla, y justificado por ese ataque tratar de expandirla hacia los agresores atacándoles en sus propios territorios de manera que al someterlos se asegure la defensa del Islam. Es el segundo aspecto doctrinal que denominamos la pequeña yihad. Esto no quiere decir que la pequeña yihad sea la justificación para invadir, ocupar o atacar territorios en nombre de Alá. En la Sura II, 186 Mahoma desvela que la defensa o el ataque armados deben ser lo más justo posible, evitando en todo momento su prolongación innecesaria. El Islam es generoso y no se debe prolongar el sufrimiento de las gentes. Combatir en la senda de Dios contra los que os hagan la guerra. Pero no cometáis injusticia atacándolos primero, pues Dios no ama a los injustos.
(El Andalusí)
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