No recuerdo cuántos, pero hace ya algunos años, tal día
como hoy, sucedió un milagro. Que aunque no existan, a veces parece que sí. Y después
de poner pie y medio en el más allá, a mi amigo Luismi, como diría Krahe, le dio
por resucitar. Creo que no he recibido en mi vida una lección como esa, porque
por entonces tenía a mi amigo muy lejos, demasiado lejos. Pocas veces me he
sentido tan estúpido como cuando me dijeron que no iba a durar ni un día más, y
tan culpable por no poder decirle a tiempo que todo habían sido malentendidos,
que en realidad no pasaba nada y que le quería mucho. La reacción al saber que,
tal día como hoy y contra todo pronóstico, el muy atorrante iba a salir de aquello,
la recuerdo como de agradecimiento. Por no dejarme desamparado con mi propia
necedad. Y después por darme la oportunidad de compartir con él todos estos
años tantas cosas y tan buenas. Como decía la cabecera del programa del gran
Paco Costas, “qué bueno sería contar con una segunda oportunidad”. Pues llegó.
Y por eso este día es más importante que un cumpleaños, y no quiero dejar de
celebrarlo. Es un tipo brillante, un galáctico, aunque sea (o quizás por eso)
del Atlético, pero sobre todo, íntegro.
Ahora que en distancia física estoy algo más lejos, podría
decir que le echo un poco de menos, pero no puedo permitírmelo, pensando en cómo
podría haber sido todo sin milagro. Y sí tratar de compartir más horas de charlas,
risas y proyectos, con unas cervezas de por medio. Siempre sosteniendo la
posición, compañero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario