EL PUNTO ROJO
Hasta que cerraron el féretro, estuve mirándote angustiada.
El raso blanco que forraba el ataúd, contra el azul oscuro
de tu traje de alpaca; la seda estampada de la corbata, sobre tu impecable
camisa. Parecías dormido, no muerto, y estabas muy guapo. Tenías ese gesto
soñador que echaba de menos los últimos años. Y tus manos, esas que tantas
veces me acorralaron, me zarandearon y me golpearon, parecían dos pacíficas palomas
blancas enredadas en las cuentas del rosario.
Entre el cuarto y quinto dedo de la mano derecha, ese
pequeño punto rojo que no vieron en la autopsia. Tus dedos abiertos, parecían
querer mostrar el lugar exacto donde te inyecté la insulina, ésa que te llevó a
la tumba dulcemente, y a mí me devolvió la vida.
Estuve mirándote angustiada, hasta que cerraron el féretro.
Virginia
Reguera Parra
No hay comentarios:
Publicar un comentario