Pero lo que más queda en la memoria del visitante es su impresionante, bella y monumental Plaza Mayor, cuyos edificios que la conforman están construidos con buena sillería de piedra rojiza. En el centro de la plaza destaca un conjunto escultórico a escala natural formado por las figuras de Don Quijote con su caballo Rocinante y Sancho Panza con su asno Rucio. En un lado de la plaza está el larguísimo ayuntamiento, formado en su planta baja por soportales con arcos de medio punto; la primera altura por una hilera de ventanales coronados por sendos frontones, excepto los cuatro centrales que llevan arcos de medio punto; y la segunda por otra hilera de ventanales sin remate, formando todo ello un excelente edificio de dimensiones y características muy parecidas al de enfrente.
El tercer lado lo forman otras dos casonas separadas por una calle, en las que resaltan sus excelentes balconadas corridas de madera, especialmente las de la planta alta, soportadas por muchas ménsulas, con buena balaustrada y columnas que sujetan su voladizo cubierto de teja.
El último lado lo ocupa la enorme iglesia parroquial de San Andrés, con alta torre de planta cuadrada, bonita portada protegida por un gran arco de medio punto, torre-reloj con campana y capilla cubierta por un chapitel, además de tener adosado un pequeño palacete coronado por un gran frontispicio. En el interior estuvo enterrado Francisco de Quevedo, que murió en esta localidad, y destacan varias capillas, entre ellas la dedicada a Santo Tomás de Villanueva, hijo del pueblo, además de sus bóvedas de crucería con profusión de nervios que se entrelazan.
Tras las Lagunas de Ruidera y Villanueva de los Infantes, camino de nuestra siguiente visita, pasamos por Valdepeñas donde, además de degustar alguno de sus afamados vinos, podemos ver su bonita Plaza de España, con el ayuntamiento, sus viviendas pintadas de color blanco y añil, la iglesia de la Asunción, de hermosa portada y torre de planta octogonal, y su fuente ornamental en el centro coronada por una prensa de vino de la que emana el agua, en un guiño a la tradición enóloga de la ciudad.
Cerca de la localidad de Calzada de Calatrava, pueblo natal de Pedro Almodóvar, se encuentra el Castillo de Calatrava la Nueva, situado en una alta montaña a donde se puede subir en coche por un irregular camino empedrado que nos deja en el parkin de la puerta. Estamos ante una grandísima fortaleza que fue sede de la importante Orden de Calatrava, formada por monjes guerreros que luchaban en el medievo contra la invasión islámica, ubicándose aquí una vez que la reconquista había dejado los dominios moros aproximadamante en los límites de lo que hoy es Andalucía. El castillo está protegido con cuatro murallas, dentro de cada una de las cuales se situaba la población en función de su status social.
Por una pequeña puerta ojival entramos en el primer recinto, el más amplio, ocupado por la plebe, compuesta mayoritariamente por campesinos, y donde quedan restos del poblado que habitaban. Subiendo por unas escaleras accedemos por una puerta de arco rebajado a las caballerizas, por cuyo lado opuesto salimos al segundo recinto, también llamado Calle de los Artesanos, debido a que aquí estaban instalados los que se dedicaban a diversos oficios muy necesarios en la época, como molineros, panaderos, alfareros, guarnicioneros, etc. Veremos restos de un molino de pan y de un horno de cerámica.
Por unas escaleras y otra puerta ojival, subimos a más altura para acceder al tercer recinto, ocupado por el clero, donde se encuentra la Basílica, con su grandioso rosetón lobulado y su interior mezcla de varios estilos, un pequeño cementerio, el convento, que solo conserva restos del claustro y del edificio monacal, y la sala capitular con algunas pinturas murales.
Por una puerta, en esta ocasión con arco de medio punto, entramos en el último recinto, que es el propio castillo en sí, donde estaban los monjes calatravos que lo defendían. Aquí nos encontraremos primero con un pequeño patio de armas en parte cubierto por un soportal con arcos apuntados, junto a los cuales una escalera en caracol nos sube hasta una sala que fue biblioteca y que tiene salida a la parte más alta del castillo, un amplio terrazo que rodea la Torre del Homenaje, hoy desmochada. Las vistas que tenemos son inmensas, contemplando prácticamente todo el sur de la provincia de Ciudad Real, incluyendo la Sierra Morena, divisoria entre Castilla y Andalucía, y si estas panorámicas las vemos en primavera, cuando los campos están verdes, pues mucho mejor.
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