jueves, 19 de marzo de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Al tercer día



Y al tercer día, resucité. Bueno, no exactamente. Al tercer día tuve que ir a trabajar. Una obligación para romper esta insólita rutina con la rutina por antonomasia.
Y me esperaba el miedo. El mío propio y el del resto. No sé cuál de los dos más intenso. Guardando la distancia. Mirándonos de reojo. Apartándote disimuladamente de un compañero que se te acerca demasiado y percibiendo como se aparta de ti otro al que te has aproximado sin darte cuenta.
Las filas de uno cada dos metros adornando las aceras. Los guantes y las mascarillas.
Un carnaval de Venecia en el que todos hemos elegido el mismo disfraz, Polichinela de aislamiento multiplicado por mil. Un carnaval sin charangas ni chirigotas, sin alegrías, sin picardías, que nunca un carnaval fue tanto una fiesta del absurdo. El absurdo de la tristeza y de la desconfianza.
Los días se han pintado de gris para hacer juego con los hombres.

martes, 17 de marzo de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Memoria



- Tenía cita con el médico a las 11, pasan 20 minutos y aquí sigo. Así funciona la sanidad pública, menudo desastre.
- ¿Hay alguien en la caja para cobrar? Ya está bien, no tenemos todo el día.
- Maldito camión, qué manera de entorpecer el tráfico.
- La policía nunca está donde hace falta, a saber a qué se dedican.
- Qué asco de taxistas, no saben conducir.
- Los picoletos siempre fastidiando a todo el mundo.
- La enfermera qué seca es. Ya podía sonreír, que yo le pago su sueldo.
- Estos mensajeros con las bicis son un peligro público, deberían suprimirlos.
- Los seguratas son unos matones, parece mentira que les paguen por eso.
- Las farmacias no hacen más que ganar dinero a costa de todos.
- Qué sucia está la calle, por aquí no pasan nunca a limpiar.
- ¿Los funcionarios?, unos vagos que no dan un palo al agua.
- El ejército es una institución anacrónica, no vale para nada.
- El metro y el autobús cada vez van peor, lentos, a golpes. Y qué antipáticos son algunos conductores.
Estas son escenas y comentarios frecuentes en muchas personas de las que ahora estamos metidas en casa esperando que la pandemia comience a remitir. Y a pesar de que todo el mundo siente incertidumbre, contamos con servicios básicos porque hay mucha gente que preferiría estar también en casa pero está trabajando. Ahora aplaudimos todas las tardes a las ocho, a los sanitarios, a los transportistas, a los perros o a los Vengadores. Pero cuando todo esto pase, o al menos se atenúe, deberíamos ser un poco más pacientes con tantas personas que ahora está dedicada a los demás; por altruismo o porque no tiene más remedio, pero lo está haciendo.
Todo puede funcionar mejor, la sanidad, los transportes, el tráfico, la limpieza. Y debemos hacer lo posible porque mejoren, podemos quejarnos, sugerir cambios. Pero además de tratar de que todo mejore, cuando nos veamos afectados por algún retraso o molestia deberíamos recordar este estado de alerta, y cuantas personas han colaborado en el bien de la comunidad. Y tener presente que aunque lo cotidiano en ocasiones sea incómodo, en los apuros nos ayudamos. Con paciencia y comprensión se vive mejor. Ánimo a todos, y gracias a los que trabajan para los demás. Y tengamos memoria.

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. El silencio



El silencio. El silencio se ha apoderado de Madrid. Quizá era hora de callar. Porque sólo así se puede pensar con lucidez.
La voz se queda en las redes. Con el sentido del humor, con la responsabilidad, con el agradecimiento. Con un amigo que canta el "Pongamos que hablo de Madrid" como un himno de la resistencia, acompañado de su guitarra. Con una imagen refrescante, un video solidario, una broma o un inédito paisaje urbano.
Y querrías estar en el parapeto, codo con codo con los trabajadores de la sanidad, desde el que vacía las papeleras hasta el más reputado especialista, con el personal de servicios que mantiene el pulso de la ciudad, con los camioneros, los almacenistas y los dependientes de la cadena de distribución de alimentos.
Aunque permaneciendo en casa ya estás en la trinchera.

lunes, 16 de marzo de 2020

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Día primero


Jugando con el sentido del humor y con el miedo, y con la sensación de aislamiento, y con la indignación por la estupidez humana y el orgullo por la grandeza humana, desde un cuarto que había planeado ordenar un millón de veces “cuando tenga unos días para estar tranquilo en casa” y que no me veo con ánimos de atacar.
Rozando con la familia, esa que echo de menos a diario porque lo cotidiano me la secuestra. Bebiendo una cerveza que no termina de saberme bien, será porque no tengo a mis amigos alrededor y el silencio y la birra no hacen buenas migas.
Repasando el catálogo de películas de esas plataformas que prometen la felicidad, desechando unas por antiguas y sin apetencia de otras por lo novedoso. Aunque sirve de termómetro de lo aburrido que puede resultar el pasado, por repetido, y del vértigo que produce lo desconocido, por incógnito.
Me pongo a pensar en los condenados a prisión. Cuando el aislamiento sea completo y no por quince días. Me acuerdo de Henri Charrièrre, el autor de “Papillon”, y de Steve McQueen en aquella celda de castigo de Cayena, o en aquella otra del stalag de “La gran evasión”, o de Clint Eastwood escapando de Alcatraz. Y lo malo es que esta pandemia no es un alcaide a la altura de Brubaker, ni tan guapa como Robert Redford.
Agarrado a las redes sociales como un náufrago a una tabla.

PANDEMonium. Crónicas epidémicas. Que no cunda el pánico



Apenas llevamos unas horas en que se ha declarado el estado de alarma, y tenemos medidas dirigidas a restringir la movilidad de las personas debido a la pandemia producida por la expansión del coronavirus Covid-19, que tiene nombre de fase de promoción inmobiliaria. Nada más conocerse el estado de alarma hubo una tremenda indignación, sobre todo en Madrid, por la inacción del Gobierno, que no montó una operación Salida como está mandado, sucediéndose los atascos en las salidas principales.
Por fortuna, los españoles estamos en buenas manos con unas administraciones coordinadas en la lucha contra el virus, tenemos muchas personas coherentes y consistentes, presidente, vicepresidentes, vicepresidentas, lehendakaris, presidents, ministros, ministras, asesores de todo pelaje y palmeros en general. El virus requiere de una estrategia coordinada de acción; ¿qué podría salir mal?
Los primeros paquetes de medidas tendrán una elevada incidencia en la solución de esta crisis. Lo más importante es que deberemos emplear diferentes términos para denominar el agente productor; es decir, koronavirus, coronaví, coronaviru o coronaviruj, según el territorio.
Otra medida inicial será hacer un trasvase de trabajadores de las plantas de producción de automóviles a las fábricas de papel higiénico, para compensar.
También se va a reforzar el sector de la fabricación de metros, para poder mantener la distancia de seguridad de un metro y medio entre personas cuando vayamos a la cola del pan.
Y en los sucesivos días podremos saber cuántas otras cosas vitales podrán hacer por nosotros nuestros capaces gobernantes.
De momento, solo es una sugerencia, podrían cerrar La1, Telecinco, Cuatro y La Sexta (hoy ponían a la vez OT, Supervivientes, First Dates y Évole). Si no sucumbimos por el virus lo haremos por sobredosis de telebasura.
Mientras tanto, gracias sinceras a cuantos nos ayudan de verdad desde muchas posiciones, empezando por los hospitales, y acabando en las cajas de las tiendas. Estos días iremos recordando a muchos de estos trabajadores.

PANDEMonium. Crónicas epidémicas.



La Siguiente la Pago Yo, en su permanente vocación de servicio púbico (perdón, público), desea aportar otra visión de estos tiempos complicados que vivimos, y ayudar a todos a sobrellevar mejor los aislamientos. Si durante la cuarentena no podéis: a) practicar sexo sin parar, b) tomaros unas buenas cervezas en casa, c) practicar sexo sin parar, d) leer muchos libros y escuchar buena música, e) practicar sexo sin parar, entonces os ofrecemos nuestra modesta contribución al solaz, con la serie PANDEMonium, una crónica satírica (somos unos sátiros depravados y nunca lo hemos ocultado) y alternativa de las experiencias que por desgracia todos estamos viviendo con la pandemia del Covid-19.
La crónica satírica incluye la crítica y el humor, pero excluye la falta de respeto y el mal gusto. A esto nos atendremos. Y todo el tiempo expresamos nuestra admiración y agradecimiento a todos los que velan por nuestro bienestar: los profesionales sanitarios, los policías, bomberos, limpiadores, cajeros, y todos aquellos que tienen que trabajar para asegurar que los demás estén bien. Y nuestra solidaridad con todos los que están sufriendo.

jueves, 23 de enero de 2020

La misiva de la ruptura. Un tierno relato romántico. Carta de un desengaño amoroso

"Estimado ex-prometido:

Te adjunto la presente al paquete que recibirás mediante mensajería, que volver a verte es lo último que deseo, al objeto de ofrecerte mis disculpas por los lamentables incidentes acaecidos en la fiesta de pedida que organizaste en la finca "El Cornúpeta". Aprovecho para decirte que, de haberte casado conmigo, ese podría haber sido tu apodo. Por buscar algo positivo.

Lógicamente, en el mencionado embalaje se halla el ánfora etrusca con la que tratabas de evidenciar tu amor por mi. Podrás comprobar que se encuentra en perfecto estado, salvo por los restos de alcohol, sustancias estupefacientes y fluidos orgánicos que lo ensucian, y que me niego a limpiar.

Reconozco que sorprendernos mutuamente en inodoros contiguos en los servicios de caballeros del complejo de ocio no ayudó en nada a que el sarao terminase bien. Pero debo añadir que me vi en tan incómoda tesitura por la concatenación de eventos. A saber.

El hecho de que fuese tu padre mi partenaire no debes tomarlo como personal, del mismo modo que yo no considero una afrenta especial el que fuese el mío el que compartía habitáculo, con los pantalones a media asta, contigo.

En descargo de mi progenitor diré que creo acertar si digo que era la primera vez que consumía drogas, lo que, a buen seguro, provocó en él un efecto indeseado de desinhibición, del que no puedo culpar a mi prima, quien os proveyó del producto, por ser pública y notoria su dedicación al tráfico de dichos compuestos. Y, puestos a comparar, el porro de marihuana que compartíais no puede produdir efectos más desordenados que la botella y media de whisky peleón que tu padre se había metido entre pecho y espalda.

También es cierto que era mi cuarta travesía a los excusados, acompañada primero por el maitre, luego por tu hermana y, en tercer lugar, por los dos pinches de cocina ecuatorianos del restaurante. Son cosas de la ninfomanía, ya sabes. Aunque el que tu hermano el mayor no parase de sobarme por debajo de la mesa durante toda la cena tampoco ayudó, la verdad.

Ignoro el catálogo completo de actividades que los invitados realizaron con el ánfora con la excusa de apreciar la belleza del presente, pero que tu primo sea un fetichista, desapareciese durante unos minutos con la alfarería cilíndrica, regresando con anómalo caminar que recordaba westerns de infinitas cabalgadas y que tu madre, quien, por cierto, tiene una manera muy desagradable de apaciguar sus picores, tenga la costumbre mezclar el calimocho en todo tipo de recipientes, tampoco me tranquiliza. Es por ello que te lo reintegro en ese estado. Tú sabrás que hacer con él.

En cualquier caso, y visto lo visto, creo recomendable romper no sólo nuestro compromiso, sino, y por ende, nuestra relación. Siempre nos quedará en el recuerdo aquel fin de semana en Cuenca y la atención que el personal de urgencias del hospital de tan bella ciudad nos prestó, pese a lo infrecuente de nuestros casos clínicos. Parafraseando al médico, y aplicado esta vez a nuestra dolorosa ruptura, "con paciencia y vaselina todo se acaba solventando".

Un saludo no especialmente afectuoso.

María Manuela.

P.D. Guardaré siempre una excelente impresión sobre dos asuntos relacionados con nuestra peripecia vital.

En primer lugar, la impecable intervención de la Guardia Civil para poner fin a la reyerta entre nuestras respectivas familias que se produjo a los postres, por más en desacuerdo que se mostrase tu madre en el momento de su detención. Magrear las partes pudendas de un agente de la Benémerita uniformado y en acto de servicio, al grito de "Te voy a descargar la pistola a chupetones" parece motivo más que evidente para obligar a la justicia a tomar cartas en el asunto.

Por otra parte, agradecería que informases a tu padre de lo infructuoso de tratar de recuperar su Rolex. El sobo de tu madre al picoleto desató tales ardores en mí que hube de aplacarlos con el aparcacoches búlgaro y culturista del recinto. Y, como lo cleptómano no quita lo agradecido, le obsequié el reloj, con indicaciones precisas para poder convertirlo en cash en un perista que conozco, hombre capaz que ya me ayudó a transformar en metálico los gemelos de oro y la medalla de San Cristóbal que ya hace tiempo echas en falta.
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