miércoles, 20 de junio de 2012

Escotes

Los hombres somos unos seres simples, que reaccionamos de una forma primaria a los estímulos. Hasta los más taimados, los políticos, están sometidos a esta especie de dictadura genética que les ancla a sus más atávicos instintos.

Llega el verano, llega el calor y, junto con los parasoles de los coches y los kioscos de helados, vuelven a aparecer los escotes. Y los problemas que propician.

Los escotes son multiformes. Su característica fundamental es estar pensados para que, sin verse nada más allá de lo que deba verse, quede al aire la mayor parte de superficie epitelial que el decoro permita, al objeto de combatir el bochorno estival. Los hay de pico, palabra de honor, en forma de corazón, en forma de U…A veces basta con que se desabrochen un botón más de la camisa para crear un escote. Uno entiende que con estas temperaturas las mujeres se escoten, algo que no deja de ser una forma más de refrigeración ante la canícula madrileña. Pero el alivio a veces, sin que sea culpa de nadie más que de la Madre Naturaleza, resulta turbador.

En el transporte público, no se dan demasiados problemas si la escotada y el observador se encuentran en la misma posición, salvo que la diferencia de estatura sea notable a favor del varón. De pie o sentados, la visión frontal de un escote que no sea descocado resulta natural. Pero… ¿y si la señorita viaja sentada y el caballero de pie? Desde ese ángulo, al bajar la mirada, pensemos que sin intención, nos encontramos con una hondonada entre delicias carnosas, que parece no tener fin…Como en la poesía de Tennyson, “media legua, media legua, por el valle de la muerte cabalgaron los seiscientos”, los ojos recorren la angostura a pesar de “los cañones a su izquierda y a su derecha” que les dispara la contemplada con sus furiosas visuales.

Cuando no es esa vaguada la que queda a la vista, se trata de la lencería que la contornea. De los márgenes del escote escapan, como ansiosos de tomar aire, los bordes del brasier, con esa atracción por lo íntimo y prohibido que resulta insoportable. Y cuanto más original el diseño, más irresistible la llamada.

En perspectiva lateral, diríase que hay prendas pensadas para ahuecarse estratégicamente a la sola presencia de un macho de esta nuestra especie, de forma que dejan a la vista tanto el continente como la forma y cantidad del contenido, sin que los hombres, pobres de nosotros, podamos eludir esa cita con la abertura y los secretos que esconde.

Y así siempre que hablemos de escotes convencionales y pechos embridados en sostén. Dejo fuera del estudio aquellos casos en que las dimensiones de la hendidura son descomunales o lo que se halla en el interior viaja libre y suelto, o ambas cosas a la vez. En tal caso, resulta imprescindible un pañuelo para limpiar la baba del espectador, sin más circunloquios.

Pero el motivo de este análisis no es otro que pedir perdón por esta actitud tan masculina. Las señoritas no deben incomodarse por la contemplación que de sus virtudes hagamos los hombres, siempre dentro de los límites del buen gusto. Más bien, les recomiendo disfrutar por una parte de la sensación de sentirse atractivas y por otra del sofoco que sentimos cuando somos sorprendidos en tan natural actividad. Porque hay cosas que son como son y mejor que no cambien…




3 comentarios:

  1. Diógenes, no debes escribir con tal profusión de detalles porque no dejas nada para el final y no he conseguido llegar al final del estudio hasta dos ratos más.
    Descriptivo, precioso, erótico......
    Bueno, adiós.

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  2. ¡Buenísimo!, tan bueno que hasta el escote de la protagonista de la foto parece bueno...

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  3. Excelso. Aunque hablando de apendices mamarios con poco me basta... Es una filia que tengo, como tantos otros.

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La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.