Cuando sus labios se separaron, después de aquel interminable beso en el que todas las energías del universo convergieron, un beso para cerrar las bocas a las palabras, un beso para llenar los vacíos de las almas, un beso para apuntalar los corazones que amenazaban ruina, un beso sólido y líquido, un beso pintado de arco iris, un beso cocinado en puchero a fuego lento durante decadas, un beso total, definitivo, demoledor, una vida en un beso, ella se le quedó mirando.
- Estoy casada y tengo dos hijos… ¿Esto es pecado?
Él la miró muy serio.
- Sólo si me dices como te llamas…
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