Cuando miras tu reloj y te enteras que la madrugada del
sábado ha pasado inadvertida, mientras el televisor te refriega bien en la cara
esa película del ómnibus y la bomba que,
no obstante, la estas mirando atentamente, mis queridos lectores no nos queda más
remedio que aceptar en nosotros la derrota irrestricta; la moda nos ha vuelto a
traicionar. Como caballero y vengador pretérito, estandarte la visión canallesca, aceptaremos
este hecho. Por lo expuesto, heme aquí, revelando el por qué de mi derrota ante
las viles y amorosamente sádicas tendencias cíclicas de este fenómeno; patológicamente
hablando. Por un lado tenes pilchas que solo le pueden ir, respetuosamente
pongamos por caso, Tom Crush y todo su talento (¡¿?!) de colores que, hasta
inclusive te encandilan sobre la nieve del Ártico. Pues entonces, los muchachos
al enfajarse en esa suerte de uniforme y prototipo estándar, terminan
convencidos de que eso es la olla, el oro, el arco iris, el duende, sin
siquiera antes saber el por qué llueve. Luego está la música; tres bases hechas
en samplers para todo aquel artista sin oficio, en donde solo cambian el tempo,
por supuesto con letras dedicadas a instalar una idea miserable de lo bastardo
que el amor puede llegar a ser mientras se baila de cualquier forma pero eso sí;
sacudiendo bien sacudido el culo, como si nos pidiese la emancipación de
nuestro cuero. Y por ultimo; viajo en el Mercedez Benz del pueblo; el colectivo,
lo cual… ¿Y los amigos? ¡Claro que los tengo! Pero casados ellos, tienen
permiso de diversión bajo palabra –apócrifa- dos veces al mes. Con lo cual el
tiempo perdido les juega en contra, es decir, el desborde que los consume
producido por la ansiedad del claustro, solemos termina en un piringundín,
mientras doy explicaciones a los pelusas, disculpándome con las trabajaras
sociales, la tipa con esa ternura que solo ellas tienen te dicen “si, si…
claaaa” o terminar en una toma de rehenes con cada una sus esposas que me
odian, ya que soy la causa de las escusas, con lo cual no hay preposición que
valga para armar el guión y suele cagarla del todo al decir “no sabes lo que
paso” mientras el amigo entra torpemente, con los fluidos corporales por toda
su ropa, dejando un sendero de jugos gástricos hacia la alcoba con una docena
de facturas y masas bajo el brazo y el diario sobre la mano. Como sea, vencido
una vez más por la moda, festejo mi soledad antes de zarandear mi culo como el
amigo Tom. Pero creo que mis chances están mejorando; a continuación van a dar
“Soldado Universal”
P.D.: No soy ni gordo ni
feo; tengo huesos grandes y facciones carentes de un orden áureo.
P.D.: El tema Gangnam
Style, está muy bien!
Ernest Berenger
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