jueves, 15 de marzo de 2012

Jueves, 15 de marzo de 2012

"Cuando decimos que todo tiempo pasado fue mejor, condenamos el porvenir sin conocerlo"


Francisco de Quevedo y Villegas.


Nació en Madrid en el mes de septiembre de 1580. Su padre, hombre culto e inteligente, secretario de la princesa María de Austria, fallecería al poco tiempo. Físicamente sufría una leve cojera por deformación de los pies y su exagerada miopía lo obligaba a llevar anteojos.  Estudia, con la alta sociedad de su tiempo, en el colegio Imperial de los jesuitas. Posteriormente ingresa a la universidad de Alcalá de Henares, donde conoce al duque de Osuna. En esta época se imprime su primer soneto, un elogio a Lucas Rodríguez, y aparecen sus primeras obras en prosa. Destaca por su viva inteligencia, aprendiendo diversas lenguas: griego, latín, árabe, hebreo, francés e italiano. Se le considera en su tiempo como el español que más idiomas extranjeros hablaba. En los primeros años del siglo XVII pasa a estudiar a la universidad de Valladolid, coincidiendo con la salida de las prensas de la primera parte de Don Quijote de la Mancha de Cervantes.  Entre 1603 y 1608 escribe la que sería su obra cumbre "El buscón". En la misma época traduce a Anacreonte y trabaja en dos colecciones de poemas.

Su amigo de colegio, el duque de Osuna, es nombrado virrey de Sicilia, y Quevedo parte con él al sur de Italia, como su consejero. A este alto funcionario le dedicará un relato: "El mundo por de dentro". Al caer en desgracia el duque, Quevedo sufre las consecuencias políticas del cambio, siendo encarcelado en Uclés (Cuenca) y más tarde, aquejado de enfermedad grave, es llevado a su finca, la Torre de Juan Abad. Aprovecha para preparar en su confinamiento "Política de Dios y gobierno por Cristo". Restablecida su salud y levantada la condena de privación de libertad vuelve a la actividad política.  En 1623 se desplaza a Andalucía en calidad de cronista en la expedición de defensa contra los ingleses.

Al morir Felipe III, Felipe IV asciende al trono de España y nombra al conde-duque de Olivares como una de las personas de más confianza de su Consejo. Francisco de Quevedo se apresura a dedicarle a este nuevo e importante funcionario su "Epístola satírica y censoria" con clara intención de ganarse su aprecio y volver a la actividad política bajo su protección. Mientras tanto, vuelve a recluirse, esta vez voluntariamente, en su Torre de Juan Abad y aprovecha para dar a la imprenta textos escritos con anterioridad. En 1631 publica algunas de las obras burlescas de su juventud, bajo el título de "Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio".  Escribe un libelo satírico titulado "El chitón de las tarabillas" (en el que defiende la desastrosa política monetaria del conde-duque de Olivares), que le hace ganar el aprecio de Felipe IV que le nombra su secretario.  Coincidiendo con la grave crisis económica que desencadenó la política del conde-duque, cae en desgracia por segunda vez, debido a las intrigas de la Corte y en 1639 es detenido y encarcelado nuevamente, esta vez en el convento de San Marcos de León, donde pasa mil penurias durante cuatro años.  Dentro de su obra satírica se encuentran "La culta latiniparla", "Epístola del caballero de la tenaza" y "Los sueños". Estos últimos comprenden los siguientes relatos: "El sueño de las calaveras", "El alguacil alguacilado", "Las zahurdas de Plutón", "El mundo por de dentro", "Visita de los chistes" y "La hora de todos y la Fortuna con seso".

Quevedo era un hombre desengañado de muchas cosas, entre otras de las mujeres, a las que deseaba alegres, pero a ser posible "sordas y tartamudas". Muchas veces se refiere a ellas de forma despectiva y a juzgar por su temática, más que frecuentar círculos familiares, conoció los ambientes prostibularios y marginales de su época, a los que llegaba atraído por el sexo pero dominado por su misoginia.  Fallece en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) en 1645.

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