Para que quede claro: Donna Leon está fuera de sospecha y el
comisario Guido Brunetti es uno de los mejores policías que nos podemos encontrar en la
novela negra actual, como ya se ha reflejado en este blog en ocasiones
anteriores (Muerte en la Fenice, Nobleza obliga, La chica de sus
sueños).
Sin embargo, cuando empecé a leer Testamento mortal,
noté que algo no iba bien; no sabía de qué se trataba, pero tenía una sensación
de incomodidad que iba creciendo a medida que avanzaba en las páginas. ¿Qué
sucedía con Brunetti? Él seguía siendo el mismo de siempre, íntegro, escéptico,
pero no había conexión entre él y yo.
Fue un detalle, algo casi imperceptible, lo que me dio la
clave de lo que estaba sucediendo. El asesino no era el mayordomo, pero estaba
muy próximo a él. Y la culpable del problema no era Donna Leon, sino alguien en
quien generalmente no reparamos, pero que tiene casi tanta responsabilidad. ¿Ya
lo han comprendido? Sí, el traductor.
Es una pena que una novelista tan prestigiosa en el ámbito
de la novela negra sufra una traducción tan espantosa, hasta el punto que dan
ganas de abandonar la lectura.
Seguimos confiando en ella, pero o la leemos en inglés, o
esperaremos que al traductor se le pase la “torrija”.
Testamento mortal
– Donna Leon
Seix Barral, 2011.
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