martes, 8 de mayo de 2012

Gris

Hay una casa con un montón de heno recostado sobre una de sus paredes ocres, y un camino arcilloso que serpentea y baja por un talud hasta la ribera de un riachuelo. Es una casa baja, destartalada, con tejas pardas, que parece dejarse vencer hacia un lado, como cansada de esperar a que el tiempo pase. El cielo es borrascoso, las nubes grises y negras, y sopla el viento, porque el arbolito del primer plano hace una pronunciada reverencia. Juraría que es el atardecer, por la luz que llega fatigada, o quizá sea sólo que el nublo la vuelve cenicienta. No hay personas ni animales, y la vegetación, efecto de la luz o del clima, es también de un verde plomizo.

Parece un realista Millet aún más difuminado por la nebulosidad de Turner, pero adolece de pasión y, en conjunto, produce una desazón entristecida, un regusto a amargura bucólica.

Dejo de pensar en el cuadro cuando ella se agita. Si recobrase la conciencia tan sólo por un instante podría decirme quien le ha hecho esto. Miro su rostro marcado para siempre, y pienso en su alma, marcada para siempre. Pero es sólo un pequeño movimiento, ni siquiera despega los párpados. Me coloco el sombrero y le digo a la enfermera que llame al número que hay en mi tarjeta si se produce algún cambio. Maldigo un día más el momento en que entré a prestar servicio en la unidad de mujeres maltratadas de la policía. Y maldigo al tipo que selecciona los cuadros de las habitaciones de los hospitales.

1 comentario:

  1. El color, suave pero atractivo como la luz de la primavera y el verano que alegra el espíritu y te empuja a vivir

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