Me espera sentada en una mesa próxima a la puerta. Lleva un traje de noche de color cereza, muy escotado, que dibuja su silueta. Una cascada de cabellos rubios y una nariz de carácter. Me doy cuenta de que es la primera vez en todo este tiempo que la puedo mirar con detenimiento. Está guapísima.
Pedimos unos vinos y la carta. Todavía no hemos cruzado una palabra. Cuando el camarero deja la botella de alvariño sobre la mesa y se retira para hacer la comanda a la cocina, me sonríe y empieza a hablar.
- Mi nombre es Lupe. Y tú te llamas Aristóteles Estagira de Sinope…
Estoy estupefacto.
- Al borde los cincuenta, casado cinco veces y, a pesar de todo, seductor empedernido, buscador de romances, piropeador pertinaz, maestro del requiebro…
No salgo de mi asombro.
- ¿Pero como puedes saber todo eso de mí? Y, por favor, llámame Aris…
Se ríe a placer. Yo debo tener una cara de “pasmao” de las que no se olvidan.
- Querido Aris, la cuestión es que hace tiempo que soy amiga de tu primo Dio, ese chalado que le escribe cuentos a gente que no conoce. Cuando se enteró de que venías a trabajar a Vigo, en la seguridad de que, a poco tiempo que estuvieses aquí, acabarías por meterte en algún lío de faldas, me llamó. Y entre los dos decidimos que esta vez el seducido ibas a ser tú. Me dice Dio que, a pesar de todo, eres de una candidez increíble, y se me ocurrió que nada mejor que una mujer que aparece y desaparece para volverte loco. Para más casualidad, uno de los técnicos que trabaja contigo en la Citröen , José Alberto, también es primo mío.
¡Maldita sea! ¡Cómo no se me habrá ocurrido! Detrás de una historia como esta tenía que estar el trastornado de mi primo Diógenes, que nació con un superavit de imaginación y siempre está fabulando.
- Ha sido muy fácil seguirte. Espero que no te enfades…Porque, aunque te enfades, tengo que decirte que hacía tiempo que no me divertía tanto…Tendrías que haberte visto…
Nos traen el primer plato y entramos en conversación. No sólo es una mujer muy bella. Tiene un carácter alegre, es decidida, culta pero no afectada y destila simpatía. Y tiene unos ojos que le arrancarían el corazón a un dragón.
No voy a contar nada más. Bueno, sí, que nos trajeron el segundo plato y el postre, y que fue una de las cenas más divertidas y placenteras que recuerdo. Aunque, para disgusto del cotilla de mi primo Dio, no pienso decir ni una palabra más de lo que pasó después de la cena. Si quiere, que se lo cuente ella. Yo sólo puedo decir que fue mucho mejor que el marisco, el chuletón de ternera gallega que me apreté de segundo y ese vino inolvidable. Y hasta aquí puedo leer…
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