Arthur era un joven carpintero que vivía
solo y al que le gustaba su trabajo haciendo muebles de madera para sus
vecinos, aunque con lo que realmente disfrutaba era cuando tallaba figuras de
madera, ya que en ese momento sentía una gran PAZ y LIBERTAD que le invadían. Por
una extraña razón, que ni el mismo llegaba a comprender, guardaba todas y cada
una de las figuras que tallaba. Nunca le enseñó a nadie su trabajo más amado.
A principios de verano se celebraba la
fiesta anual para recibir la nueva estación. Desde que había perdido a sus
padres, Arthur no había vuelto a asistir, le dolía demasiado su ausencia. Pero
esa noche sintió la necesidad de ir y compartir esa fiesta con sus vecinos y
especialmente con Elisabeth la mujer más hermosa que conocía. Había música y la
gente cantaba y reía sin parar. Pensó que no debía haber ido, ya que la SOLEDAD
se sentó a su lado mientras cenaba. Al levantar su mirada, reparó en la
presencia de Elisabeth, ¡era tan hermosa! y ¡se la veía tan FELIZ!. Mientras
cenaba sus miradas se encontraron en varias ocasiones, pero como siempre que
esto sucedía Arthur la apartaba, debido a que le provocaba demasiado MIEDO lo
que sentía en su interior. Comenzó el baile y observó a Elizabeth que baliaba
sin cesar, estaba RADIANTE, y él se sentía tan PEQUEÑO, que en ese momento
decidió abandonar la fiesta.
Siguió el camino del bosque, caminaba
apresurado porque no le gustaba mucho andar por allí en la oscuridad de la
noche, pero era el más directo a su casa. Notó que algo le observaba, y el
MIEDO que siempre andaba cerca, le invadió. Empezó a caminar más y más deprisa.
De repente escuchó unas pisadas y se apresuró a correr, con tan mala suerte que
tropezó con una rama que sobresalía de un árbol y cayó al río. Arthur que no
sabía nadar notaba cómo se hundía y después de un rato luchando por flotar le
atrapó el silencio y una intensa calma, y dejó que esas sensaciones tan
agradables fluyeran en su interior.
Elisabeth era testigo de toda la
escena sin poder hacer nada por él, ya que ella tampoco sabía nadar. Corrió desconsoladamente
sin rumbo, hasta que llegó a la cabaña de Arthur y allí pudo admirar toda su
obra. Fue entonces cuando se dio cuenta de todo el AMOR que había en él y al
que ella no había podido llegar. No sabía cuánto tiempo llevaba allí llorando,
cuando oyó unas pisadas y un jadeo, que la pusieron alerta. En ese momento vio
como la puerta se abría. Arthur estaba allí de pie, empapado y tiritando de frío,
al verla, corrió a abrazarla y al hacerlo se dio cuenta que el MIEDO esa noche
se ahogó en el río. Por fin encontró al verdadero Arthur, el mismo que aparecía
cada vez que tallaba una de sus creaciones, pero esta vez ya no volvería a
irse, porque el espacio vacío que había dejado el MIEDO, lo llenó Elisabeth
para SIEMPRE.
HOLLY
Precioso.....
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