martes, 16 de julio de 2013

La explicación

El cardenal cerró la puerta dando un ligero portazo para mostrar su indignación. Sí, ligero, porque aunque por dentro le hirviera la sangre, a sus setenta años no se podía permitir demostraciones de fuerza desorbitadas o tendrían que colocarle de nuevo el hombro.
Eso lo sabía muy bien Joseph, todavía sentado en la butaca, que no pudo contener la risa tras oírlo marchar. La conversación había sido dura, pero a esas alturas ya nada ni nadie podía cambiarle.
Todavía resonaban los pasos alejándose por el gran pasillo cuando el cansado anciano se levantó y abrió uno de sus armarios.
Con sumo cuidado sacó los zapatos y el sombrero rojos y se los puso. Después se miró en el espejo y se sorprendió al sentir una sensación de completa tranquilidad. Después abrió su ordenador portátil y entró en su perfil falso de Facebook. Tenía un mensaje de ella que decía “nadie había hecho esto nunca por mí”.
La verdad es que nunca nadie sabría la verdadera razón de porque lo hacía, solo ellos dos.
Joseph apagó todo, cerró la maleta y los ojos.
Entonces levantó las manos y comenzó a bailar.
- Un, dos, tres…un, dos, tres… - murmuraba en inglés, luego en español, luego en italiano y en los otros siete idiomas que dominaba a la perfección.
La puerta volvió a sonar, esta vez era otro cardenal.
- Eminencia…multitud de feligreses está ocupando la plaza, gritan su nombre y ansían una explicación…
Joseph sonrió, con verdadera felicidad desde hacía muchísimos años.
- Nadie puede explicar el amor – respondió.


Laura Navas Martín

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