Las
noches
de verano, vaya usted a saber porqué, siempre huelen a mujer. Ese
olor primario y vital, embriagador.
Aunque
todo en las mujeres es tan intenso en cualquier tiempo...Nada tan
electrizante como el tacto que tiene la piel de sus hombros, cuando
dejas que los dedos resbalen curva abajo, o el palpitar de su cuello
si lo apresas lentamente entre los labios y lo recorres con paciencia
de pescador, nada como su aliento cuando dejan la boca entreabierta,
buscando el aire que respiras, nada como la caricia que deja en tus
manos su pelo, nada como mirar directamente al sol en sus ojos, nada
como sentir que se estremecen atrapadas entre tus brazos, como si lo
que tuvieses contra tu cuerpo fuera una estatua hecha de mariposas,
nada como esa voz transformada en susurro que te llena los oídos de
deseo, nada como explorar cada pliegue para descubrir, al llegar a la
cima, que otra colina de delicias te espera en la siguiente
ascensión.
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