Algo penetró el silencio y sus ojos se quedaron
congelados un instante.
De repente,
todos sus recuerdos habían
regresado.
Se apresuró a escribirlos con la firme convicción
de jamás volver a olvidarlos; sus ojos se llenaron de lágrimas a medida que miles de imágenes
llegaban a su cabeza, su mano no se cansaba de escribir, estaba
decidida a no olvidar.
El papel se
empapó de llanto y las
letras comenzaron a tornarse en manchas. Suspiró para continuar
su tarea, pero lo había
olvidado, y la mancha negra en su papel también lo había hecho.
Elizabeth Cuartas
Fernández
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