martes, 12 de agosto de 2014

Burro listo

Fuera del colegio, las primeras enseñanzas que recibimos los niños de nuestra quinta las impartía Rubén sobre el improvisado campo de fútbol de la acera. Él no pertenecía a la pandilla, porque era mayor, pero aportaba el balón y su técnica balompédica, ya que pisaba con firmeza el cuero de la pelota y regateaba sin que los demás pudiéramos arrebatársela. Sus pies amagaban movimientos que engañaban a los nuestros. “Hay que utilizar la táctica, la estrategia… la psicología”, decía señalándose la sien con el dedo índice. Algunos de nosotros no entendíamos tal enigma.
El concepto empezó a aclararse con el ejemplo práctico que recibimos por televisión los quintos del 62, vecinos de la aldea del valle. Un busto parlante explicó cómo el boxeador llamado Cassius Clay había derrotado al contrincante George Foreman, ambos de raza negra, contra todos los pronósticos, gracias a la psicología. Clay no se había defendido, sino que se había dejado pegar durante muchos asaltos hasta que, sin fuerzas para pegar más, Foreman bajó la guardia. Entonces Clay lo noqueó de un solo golpe. Y Clay ganó el combate: era la victoria de la psicología. Aquella fue la verdadera primera lección que recibió nuestra generación de balón, cromos, peonzas y televisión en blanco y negro en la taberna. El locutor del único canal que llegaba hasta el pueblo lo había dicho y, a continuación, Serván, vecino observador, aunque poco hablador, lo había repetido en alta voz, con tono triunfal, como atribuyéndoselo: “Clay ha ganado por pepsicología”. Todavía había algunos que seguían sin comprenderlo.
Sin embargo, no demasiado tiempo después, todos los hombretones hechos y torcidos de nuestra generación de mujer, hijo y pantalla de 625 líneas en la salita decorada con tapiz de ciervos junto a un lago logramos entenderlo, por fin. La noticia la trajo en primicia desde la peña de la Teta el setero Perico, quien bajó corriendo al pueblo a gritarla: “¡¡¡El burro ha matado a su amo, el burro ha matado a su amo…!!!”.
Primero pensamos que el bonachón de Perico había perdido por completo el juicio, de tanto triscar por los montes recogiendo hongos. Hasta que Morrotrucha, el cabo del cuartelillo de la Guardia Civil, confirmó que, tras toda una vida arreándole duramente al pollino, Damián se había hecho viejo y el animal había aprovechado la falta de reflejos de su sañudo amo para cocearle y quitarle a mordiscos la vida. Cuando informaron del suceso por televisión, el observador vecino Serván lo soltó a los demás en la taberna con rotundidad triunfal: “Ese burro tenía mucha pepsicología”.


Chechumin

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