Fuera
del colegio, las primeras enseñanzas que recibimos los niños de nuestra quinta
las impartía Rubén sobre el improvisado campo de fútbol de la acera. Él no
pertenecía a la pandilla, porque era mayor, pero aportaba el balón y su técnica
balompédica, ya que pisaba con firmeza el cuero de la pelota y regateaba sin
que los demás pudiéramos arrebatársela. Sus pies amagaban movimientos que
engañaban a los nuestros. “Hay que utilizar la táctica, la estrategia… la
psicología”, decía señalándose la sien con el dedo índice. Algunos de nosotros
no entendíamos tal enigma.
El
concepto empezó a aclararse con el ejemplo práctico que recibimos por televisión
los quintos del 62, vecinos de la aldea del valle. Un busto parlante explicó
cómo el boxeador llamado Cassius Clay había derrotado al contrincante George Foreman,
ambos de raza negra, contra todos los pronósticos, gracias a la psicología.
Clay no se había defendido, sino que se había dejado pegar durante muchos
asaltos hasta que, sin fuerzas para pegar más, Foreman bajó la guardia.
Entonces Clay lo noqueó de un solo golpe. Y Clay ganó el combate: era la victoria
de la psicología. Aquella fue la verdadera primera lección que recibió nuestra
generación de balón, cromos, peonzas y televisión en blanco y negro en la
taberna. El locutor del único canal que llegaba hasta el pueblo lo había dicho
y, a continuación, Serván, vecino observador, aunque poco hablador, lo había
repetido en alta voz, con tono triunfal, como atribuyéndoselo: “Clay ha ganado
por pepsicología”. Todavía había
algunos que seguían sin comprenderlo.
Sin
embargo, no demasiado tiempo después, todos los hombretones hechos y torcidos
de nuestra generación de mujer, hijo y pantalla de 625 líneas en la salita
decorada con tapiz de ciervos junto a un lago logramos entenderlo, por fin. La
noticia la trajo en primicia desde la peña de la Teta el setero Perico, quien
bajó corriendo al pueblo a gritarla: “¡¡¡El burro ha matado a su amo, el burro
ha matado a su amo…!!!”.
Primero
pensamos que el bonachón de Perico había perdido por completo el juicio, de
tanto triscar por los montes recogiendo hongos. Hasta que Morrotrucha, el cabo
del cuartelillo de la Guardia Civil, confirmó que, tras toda una vida
arreándole duramente al pollino, Damián se había hecho viejo y el animal había
aprovechado la falta de reflejos de su sañudo amo para cocearle y quitarle a
mordiscos la vida. Cuando informaron del suceso por televisión, el observador
vecino Serván lo soltó a los demás en la taberna con rotundidad triunfal: “Ese
burro tenía mucha pepsicología”.
Chechumin
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