Enredado me encuentro, perdido
sin remedio en la tela de araña en la cual estoy, inmóvil para no delatarme,
perdiendo fuerzas por el tiempo de inmovilidad, asustado pero no resignado.
Pero yo no me suicidio, en la próxima ronda de la araña le salto a la prosoma y
le clavo uno de sus propios colmillos que me había dejado para hacerle el
trabajo sucio y morirá víctima de su propio veneno, después de desmembrarla y
liberar a otras víctimas nos daremos un festín para reposar luego y a la mañana
siguiente cazaremos a sus crías.
Finalmente las hormiguitas
seremos libres.
El Coronel
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