REEDICIÓN. Publicado originalmente el 28/01/2011
Tengo dudas con lo de la jubilación... Si uno se plantea el tema como ese retiro dorado del norteamericano en Florida o del nórdico en la Costa del Sol, con chalecito independiente, perro labrador, golf por la mañana y bingo por la tarde, bailes de salón y cava para finalizar el día, pues jode que te lo retrasen.
Pero no se por qué me veo haciendo yoga en un centro financiado por una caja de ahorros al que la calefacción no alcanza, inspeccionando obras públicas, dando de comer a las putas palomas y viajando sin descanso en la red de transporte con mi "abonopurili". Y de agente de bolsa, con una de plástico, a comprar cuarto de paraguayas y dos cartones de leche.
Mi padre se jubiló con setenta. Y llevaba trabajando desde los once. Y ahí está el hombre, sometido a la ferrea disciplina que le impone mi madre y mirando como el tiempo se va entre sudoku y sudoku. Parece que al dejar su trabajo le pasó lo que a Luis Aguilé al irse de Cuba, que dejó su vida, dejó su amor y dejó enterrado su corazón.
Así que no soy un entusiasta de la jubilación anticipada, porque en mi trabajo también tengo amigos y, a pesar de todo, también paso ratos estupendos.
Pero lo que me encabrona es que la decisión de cuando dejo de ser útil y ya he aportado lo necesario para me devuelvan al menos una parte, la tomen estos personajillos. Gobernantes que no gobiernan, oposición que no se opone, banqueros que cada vez se parecen más a sus caricaturas ( gordos y opulentos, fumando un habano pese a las prohibiciones y despeciando a los trabajadores ) y sindicalistas que parecen una casta de sacerdotes al servicio de un Faraón llamado poder. Y Angela Merkel, con esas hechuras de tabernera bávara, y con la Volkswagen por consejera.
El Pacto de Toledo... El pacto de Toledo que merece ser contado es de Bahamontes con su bicicleta. O el de Moscardó con el Alcázar. Y los dos fueron ampliamente utilizados por el poder establecido para justificar lo injustificable.
Y otra vez estamos en lo mismo. Luego avanzar, no avanzamos, y lo peor de todo es que ya nos hemos resignado a que nuestro universo sea así. La conclusión es evidente, como ya proponía el comercial: " amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio", por que soy gilipollas. Y una máquina de generar ingresos para la Seguridad Social hasta la última gota de nuestra sangre, como al jurar bandera.
Buenos días y no os dejeis nada placentero por hacer hoy.
En cuanto me toque el euromillones me jubilo, pero como dios manda.
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