El
mago dispuso la escenografía como mejor pudo junto a su secretaria y amante,
una mujer entrada en años. El público, un batallón de niños cabizbajos y
sudorosos, cansados de saltar en los castillos inflables o frustrados por
haberlos sacados de allí.
La
tarde brillaba con un sol tibio, cómodo a la vista y el cuerpo que invitó a que
varias veces, entre las cortinas de un lado, el mago jugase pícaramente con la
vieja secretaria de espectáculo.
Una
vez listo la escenografía, comenzó el show.
El
primer acto, un mazo de cartas y el poder mental del mago para adivinar la
carta que había extraído una niña regordeta y con cara de sonsa, que eran los
niños preferidos por el mago para sus actos.
–¡Quiero
ver ese mazo de cartas! –gritaron desde el público. Azorado ante tamaño
atrevimiento, buscó el rostro entre los presentes. El niño, un nene con cara de
viejo, adultomorfo, que le llegó a parecer un monstruito sabelotodo.
–En
mi próximo acto ¬¬¬¬–dijo el mago, queriendo quitar importancia a la
interrupción.
–¡Quiero
ver las cartas! –volvió a decir el niño.
–Voy
a...
–¡Quiero
que me muestren las cartas!
–Niño,
no me estás dejando trabajar –dijo aguantando la rabieta que lo consumía. Nadie
se atrevió jamás a discutir sus actos. La madre, o la mujer que vio la escena
hizo callar al avejentado niño.
–Ahora
–volvió a comenzar–, haré que mi hermosa secretaria desaparezca ante sus ojos.
–Yo
mamá, yo mamá, dile que yo lo quiero hacer –dijo el desagradable niño tirando
de las ropas de su madre, que era la mujer que lo había mandado callar.
–¿Puede?
–preguntó ella.
–Si
–contestó, pero conocía la imposibilidad de desarrollar el acto sin su
secretaria. A lo que dedicó el tiempo de preparación para fabricar la excusa
que explicaría la imposibilidad del acto. La Secretaría, ofendida por la
reciente pérdida de protagonismo, acompañó al niño hasta dentro de la gran caja
de las desapariciones. Lo colocó y cerró la puerta.
El
niño había desaparecido.
Sin
comprenderlo, el niño había dejado la caja, esta había quedado completamente vacía
y hasta el escondite que era parte del engaño de la magia, estaba sin su
presencia.
La
secretara y amante, dijo a los policías que el mago tenía serios motivos para
arremeter contra el niño y se fue acongojada y desvalida con uno de los
policías.
El mago sigue libre por falta de pruebas, pero
sin posibilidad de ejercer su profesión.
Escrutopo
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